jueves, 4 de mayo de 2023




Francisco Bolognesi Cervantes

 

Francisco Bolognesi Cervantes (Lima, 4 de noviembre de 1816 - Arica, 7 de junio de 1880) fue un militar peruano conocido por su participación en la Guerra del Pacífico.

 

Con el grado de coronel, defendió la plaza de Arica enfrentando a las fuerzas chilenas muy superiores en número y poderío; y tras hacer la promesa de pelear «hasta quemar el último cartucho», murió durante la batalla final. Fue declarado Patrono del Ejército del Perú el 2 de enero de 1951 (Orden General del Ejército de 1959) y elevado al grado de Gran Mariscal del Perú por Ley N.º 25 128 del 30 de noviembre de 1989.

 

Actualmente, es considerado Héroe Nacional del Perú.

 

Biografía

 

Hijo del compositor italiano Andrés Bolognesi y de Juana Cervantes, nació en Lima el 4 de noviembre de 1816, según consta en su partida de bautismo. A la edad de ocho años se trasladó con su familia a Arequipa donde cursó estudios en el Colegio Nacional de la Independencia Americana1 y posteriormente fue trasladado, por pedido de su madre, al Seminario Conciliar de San Jerónimo. Luego trabajó como tenedor de libros (contador) de una empresa (1832-1840) e incursionó en el negocio muy rentable de la cascarilla y la coca, viajando para tal fin a las montañas de Carabaya (Puno).

 

En 1853 ingresó en el ejército, durante la amenaza de guerra entre el Perú y Bolivia. Se especializó en artillería. Poco después, se sumó a la Revolución Liberal de 1854 encabezada por Ramón Castilla contra el gobierno de José Rufino Echenique.

 

Se mantuvo leal al gobierno de Castilla durante la guerra civil de 1856-1858 y participó en la toma de Arequipa. Fue ascendido a coronel y enseguida participó en la campaña de Ecuador (1859-1860), siendo enviado luego a Europa para adquirir armamento para el ejército y cañones para los fuertes del Callao. En 1868 asumió como Comandante General de Artillería.

 

Al estallar en 1879 la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia, se hallaba ya retirado del servicio, pero solicitó su readmisión y fue destinado como Jefe de la 3.ª División en el Sur, al frente de la cual se destacó en las batallas de San Francisco y Tarapacá.

 

Al replegarse los restos del ejército peruano hacia Tacna, se le confió la defensa de la plaza de Arica con 2,000 hombres, la misma que fue sitiada por fuerzas chilenas muy superiores en número y poderío de fuego. Cuando el mando adversario, a través del mayor Juan de la Cruz Salvo, le solicitó su rendición, se negó dando su célebre respuesta:

 

«Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho».

 

Sus oficiales y subordinados le acompañaron resueltamente en su decisión. El 7 de junio de 1880 se libró la batalla final, donde, en sangrienta lucha cuerpo a cuerpo, cumplió su promesa y murió: una bala le impactó el corazón en tanto que un culatazo le destrozó el cráneo.

 

Nacimiento y primeros años

 

Francisco Bolognesi Cervantes nació en la calle Afligidos (hoy jirón Caylloma N.º 125) de Lima, entonces capital del Virreinato del Perú, el 4 de noviembre de 1816, según consta en su partida de bautismo conservada en la Parroquia de San Sebastián. Su padre fue el italiano Andrés Bolognesi Campanella, destacado violonchelista y director de orquesta, oriundo de Génova, que llegó al Perú en 1807, estableciéndose primero en Lima y finalmente en Arequipa.

 

Su madre fue arequipeña, llamada Juana Cervantes Pacheco. Tuvo seis hermanos, entre ellos dos mujeres, Margarita y Manuela, que se casaron con extranjeros y se alejaron del país; y un varón, Mariano Bolognesi, que llegó a ser también coronel de artillería y combatiente en la Guerra del Pacífico.

 

Su bautismo se realizó cuatro días después de su nacimiento, siendo su padrino Pedro Zárate Navia y Bolaños, marqués de Montemira, caballero de la Gran Cruz y mariscal de campo de los Reales Ejércitos.

 

El nacimiento de Bolognesi en Lima, con fecha en 1816, está probado por su partida de bautismo, que se conserva en el archivo arzobispal, y que fue publicada por primera vez en la revista Actualidades, número 67, año II, de 7 de junio de 1904.

 

Posteriormente surgió la tesis de su nacimiento en Arequipa en 1822, uno de cuyos defensores es el historiador Artemio Peraltilla Díaz, 4n 2 pero que carece de sustento al no haberse hallado en dicha ciudad la partida de bautismo que pruebe ese hecho. Es más, existe otro documento probatorio del nacimiento limeño del héroe: la solicitud presentada por su madre Juana Cervantes al rector del Seminario Conciliar de San Jerónimo, el 16 de febrero de 1830, donde pide una rebaja de la pensión mensual a favor de su hijo Francisco, diciendo explícitamente que el aludido tiene 13 años de edad y que su partida de bautismo se halla en Lima.

 

Se presume que el niño Bolognesi asistió, al lado de su padre, a la ceremonia de proclamación de la independencia del Perú realizada en la Plaza de Armas por el general José de San Martín el 28 de julio de 1821, pues vivía a poca distancia; lo que sí se sabe a ciencia cierta es que su padre fue uno de los firmantes del Acta de la Declaración de la Independencia del Perú.

 

Carrera militar

 

El 22 de julio de 1844, le tocó presenciar la Batalla de Carmen Alto, librada en una localidad vecina a Arequipa, acción en que las fuerzas constitucionalistas del general Ramón Castilla derrotaron a las del gobierno de facto del general Manuel Ignacio de Vivanco. Se cuenta que tuvo la osadía de cruzar, montado a caballo, la distancia que separaba a ambos contendientes, salvándose de morir por una descarga cerrada, que lo tumbó de su cabalgadura. Se dice que Castilla le ofreció un puesto en su ejército, pero Bolognesi optó por permanecer en la vida civil, arguyendo asuntos familiares y de negocios.

 

Sin embargo, en 1853, al estallar la tensión entre Perú y Bolivia, se alistó y fue seleccionado como segundo al mando de un regimiento de caballería, con el grado de teniente coronel. Si bien no estalló entonces la guerra con Bolivia, Bolognesi eligió permanecer en el ejército, y con el mismo grado de teniente coronel, pasó a ser 2.º jefe del Batallón Libres de Arequipa, participando en la revolución contra el entonces presidente Echenique, cuyo líder era el general Ramón Castilla. 


Durante el desarrollo de la campaña, fue nombrado Comisario General del Ejército Libertador (como se autodenominó el ejército rebelde). Recorrió la sierra peruana acompañando a Castilla y fue testigo de la firma de los históricos decretos de la abolición del tributo indígena y de la esclavitud. Después del triunfo de la revolución en la batalla de La Palma, librada el 5 de enero de 1855, sirvió al presidente Castilla como ayudante de campo.

 

Como militar, Bolognesi se especializó en el campo de la artillería, volcando para tal fin sus conocimientos en matemáticas.

 


Toma de Arequipa del 5 de marzo de 1858, donde el entonces teniente coronel Francisco Bolognesi resultó herido en un muslo.

 

En 1856, manteniéndose fiel al gobierno, comandó a la artillería durante la guerra civil, que tuvo su punto de partida en el estallido de la revolución del general Manuel Ignacio de Vivanco en Arequipa. Participó en el sitio y asalto de dicha ciudad del 5 de marzo de 1858 y resultó herido de dos balazos en el muslo derecho, en el combate librado en el fuerte Santa Rosa. Fue entonces ascendido a coronel efectivo de artillería (10 de marzo de 1858).

 

 Como dato anecdótico, en la toma de Arequipa participó también, en las fuerzas del gobierno, el entonces teniente Andrés A. Cáceres, el futuro Brujo de los Andes, otro de los grandes héroes peruanos de la Guerra del Pacífico de 1879-1883.

 

En 1859, Bolognesi asistió a la campaña del Ecuador, embarcándose con el Escuadrón Volante de Artillería en la fragata Amazonas. En dicha campaña no hubo ninguna acción de armas. Luego, el gobierno lo envió a Europa para que se perfeccionara en el arma de artillería, y a la vez le encargó la compra de cañones y fusiles con ánima rayada, para el uso del ejército peruano. Regresó al Perú en febrero de 1862, trayendo en total 54 cañones, armamento que fue saludado con regocijo por la población y fue probado con éxito en las playas de Conchán.

 

Aunque no faltaron quienes, a través de la prensa, criticaron las adquisiciones. Bolognesi respondió en defensa del cuerpo de Artillería a través de un artículo que se publicó en el diario El Comercio, el 7 de abril de 1862.

 

Se cuenta que, en medio de la algarabía causada por la adquisición de esos cañones, alguien dijo que, con tal armamento, ya nadie se atrevería a hacer una revolución a Castilla. Bolognesi le respondió: «Prefiero reventarlos yo mismo, antes de que sirvan para matarse entre peruanos.»

 

Fue nombrado Comandante General de Artillería, en marzo de 1862, mando en el que se mantendría hasta su retiro en 1871. Viajó nuevamente a Europa en 1864, esta vez con la misión de adquirir los poderosos cañones Blakely, los mismos que envió al Perú, mientras que continuaba en el viejo continente negociando la adquisición de fusiles Comblain. Aquellos Blakely serían usados durante el combate del Callao del 2 de mayo de 1866, contra la flota española del Pacífico, aunque Bolognesi no alcanzó a pelear en dicho combate, por hallarse en ese momento en Guayaquil, en pleno viaje de retorno.

 

El 4 de marzo de 1868 fue nombrado primer jefe del Regimiento de Artillería de la plaza del Callao. Ejerció al mismo tiempo el cargo de gobernador civil del Callao. Se retiró del servicio el 30 de octubre de 1871.

 

Guerra del Pacífico


 

Fotografía tomada posiblemente momentos antes de la batalla de Arica. Representa a Bolognesi con su cuerpo de oficiales. Figuran, entre otros, el teniente coronel Ramón Zavala Suárez, al extremo izquierdo, y el teniente coronel Roque Sáenz Peña, al extremo derecho. Sin embargo, es más probable que esta fotografía sea de una representación teatral montada a fines del siglo XIX y que se inspirara en el cuadro de Juan Lepiani titulado La respuesta.

 

Cuando la Guerra del Pacífico comenzó en 1879, Bolognesi, de 62 años de edad, se reincorporó al Ejército peruano, siendo nombrado jefe de la 3.º. División destinada a operar en la campaña terrestre del Sur.

 

Participó activamente en las acciones contra las fuerzas chilenas, incluyendo las batallas de San Francisco y Tarapacá; en esta última, librada el 27 de noviembre de 1879, participó a pesar de encontrarse muy enfermo de fiebre, soportando las diez horas que duró la lucha. En esta ocasión se recuerda que dijo al final de la batalla: «Las balas chilenas apenas llegan a las suelas de mi bota», aludiendo irónicamente a un disparo que le había arrancado un tacón de sus granaderas.

 

La defensa de Arica

 

El 3 de abril de 1880, Francisco Bolognesi asumió el mando del puerto peruano de Arica, sitiado por las fuerzas chilenas al mando del general Manuel Baquedano.

 

Bolognesi disponía apenas de poco más o menos de 1,500 hombres, mal pertrechados y con escasas municiones; sin embargo, aceptó la misión y demostrando una actividad y un entusiasmo extraordinarios, procedió a levantar fortificaciones en Arica. Ordenó la construcción de tres baterías o fuertes en la playa, que eran el "San José", el "Santa Rosa" y el "Dos de Mayo", y en el Morro, por el lado Este, otros dos fuertes, llamados "Ciudadela" y el "Este", para defenderlo de un posible ataque por ese lado. Estas construcciones se realizaron a base de sacos llenos de arena. Entre los fuertes de la playa y los del Morro ordenó levantar una muralla, también con sacos de arena.

 

Además, formó partidas de caballería para que vigilaran por el norte y por el sur; mejoró la alimentación de la tropa; y ordenó el tendido de una triple red de minas (dinamita camuflada), las cuales debían activarse eléctricamente. Este último trabajo estuvo a cargo del ingeniero Teodoro Elmore, iniciando su ejecución el 2 de junio de 1880; sin embargo, debido a la falta de recursos y tiempo, no llegarían a funcionar idóneamente. Y desafortunadamente, Elmore fue capturado por los chilenos días antes de la batalla.

 

Al llegar a Arica la noticia de la derrota del ejército aliado peruano-boliviano en la batalla de Tacna (librada el 26 de mayo), Bolognesi convocó a una junta de sus jefes, a la que asistieron 27 de ellos. El acuerdo unánime que se tomó fue el de morir antes que rendirse y de agilizar los trabajos de fortificación de la plaza. Hubo solo una voz discordante, la del coronel Agustín Belaunde, comandante del batallón Cazadores de Piérola, el cual se mostró a favor de la capitulación. Se dice que poco después, Belaunde fugó hacia Tacna, escapando de un arresto que se le impuso como medida disciplinaria.

 




Cuadro de Juan Lepiani titulado La respuesta (1894), que representa al coronel Bolognesi, junto a su estado mayor, respondiendo negativamente a la oferta de rendición del parlamentario chileno Juan de la Cruz Salvo.

 

Bolognesi y los defensores de Arica guardaban la esperanza de la llegada de refuerzos. En efecto, una división al mando del coronel Segundo Leiva, de unos 3,000 hombres, había salido de Arequipa poco antes de la batalla de Tacna, pero se retrasó y llegó a participar en dicha acción. Bolognesi envió dos telegramas a Arequipa, fechados el 3 y el 5 de junio, respectivamente, donde se denota su esperanza concentrada en la siguiente frase, que se ha hecho proverbial: «Apure Leiva». Sin embargo, la ayuda nunca llegaría.

 

El 5 de junio de 1880, el mayor Juan de la Cruz Salvo fue enviado por el mando chileno, como parlamentario para intimar a Bolognesi la rendición de Arica. Salvo hizo énfasis en que la enorme diferencia numérica de soldados, armamento y logística entre ambas fuerzas, resultaría en un inútil derramamiento de sangre. Bolognesi le respondió: «Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho», y repitió su respuesta en presencia de sus oficiales y con el completo respaldo de estos.

 

Los oficiales que acompañaron al Bolognesi en la «sala de la respuesta» eran, según la lista establecida por el historiador Gerardo Vargas, los siguientes: el capitán de navío Juan Guillermo More; los coroneles José Joaquín Inclán, Justo Arias y Aragüez, Marcelino Varela, Alfonso Ugarte y Mariano E. Bustamante; los tenientes coroneles Manuel J. La Torre, Ramón Zavala, Benigno Cornejo, Francisco Chocano, Juan Pablo Ayllón y Roque Sáenz Peña; y el capitán de fragata José Sánchez Lagomarsino (comandante del monitor Manco Cápac). Otra versión incluye a los tenientes coroneles Ricardo O'Donovan y Francisco Cornejo.

 

El 6 de junio hubo un último intento del mando chileno de intimar a la rendición a Bolognesi, enviando en calidad de parlamentario al ingeniero Elmore. Pero el mando peruano se negó a recibirlo como tal, pues siendo Elmore un prisionero peruano, contrariaba las prescripciones militares del caso.

 

Antes de regresar al campamento chileno, Elmore aprovechó la oportunidad para describir a sus compatriotas la situación del lado chileno y les previno que el ataque enemigo vendría por el sector Este, como efectivamente ocurriría.



 

La batalla de Arica

 

El último cartucho. Óleo del pintor peruano Juan Lepiani, que representa el último instante de vida del coronel Bolognesi, quien, revólver en mano, cumplió su promesa de pelear «hasta quemar el último cartucho». A su lado yace muerto el capitán de navío Juan Guillermo More.

 

Tras varios días de sitio y bombardeo, y debido a las numerosas bajas recibidas en el intento de doblegar a las defensas peruanas de Arica por vía marítima, el mando chileno acordó finalmente un ataque masivo terrestre. El encargado de dirigir la operación fue el coronel Pedro Lagos. Previamente, se realizó un masivo bombardeo sobre Arica.

 

En la madrugada de 7 de junio de 1880, los chilenos desataran el asalto de Arica por el sector Este, donde se hallaban los fuertes Ciudadela y Este. Se inició así la batalla de Arica. La primera acometida chilena la recibió el fuerte Ciudadela, donde dieron férrea resistencia los batallones Granaderos de Tacna y Artesanos de Arica. Allí murió luchando bravamente el anciano coronel Justo Arias y Aragüez y destacó el cabo Alfredo Maldonado, que voló a costa de su vida el polvorín, lo que mató a diez soldados chilenos y a otros más peruanos. Ello originó la feroz represión de los chilenos, que lanzaron la consigna de no hacer prisioneros.

 

Caída la Ciudadela, el fuerte Este concentró la arremetida Chilena; su jefe, el coronel Marcelino Varela, resultó herido y fue reemplazado por el comandante Francisco Chocano. En la defensa de este fuerte cayeron José Joaquín Inclán (comandante general de la VII División), Ricardo O'Donovan (jefe del Estado Mayor de la VII División) y Francisco Cornejo (segundo jefe del batallón Cazadores de Piérola).

 



Caídos los fuertes Ciudadela y Este, Bolognesi ordenó a los batallones Iquique y Tarapacá (que se hallaban en el sector Norte) que se replegaran hacia el Morro; estos batallones estaban al mando del coronel Alfonso Ugarte. En esta maniobra cayeron el teniente coronel Ramón Zavala (jefe del batallón Tarapacá) y Benigno Cornejo (segundo de Zavala), así como el coronel Mariano Bustamante (jefe de estado mayor de la VIII División). Bolognesi intentó también activar las minas que harían volar el Morro, pero estas no funcionaron.



 

El uniforme de combate que usó Bolognesi durante la Batalla de Arica.

 

En el Morro se concentraron 400 defensores peruanos al mando de Bolognesi, Manuel J. La Torre, Alfonso Ugarte, Roque Sáenz Peña y Juan Guillermo More. Los chilenos asaltaron el Morro avanzando desde Cerro Gordo. En medio de la feroz pelea cuerpo a cuerpo que se desarrolló en la cima del Morro, el coronel Bolognesi cayó herido de bala, pero aun así empuñó su revólver para seguir luchando, instante en el que murió por efecto de un culatazo en la cabeza (otra versión habla de un balazo) y sus restos fueron defendidos por sus soldados hasta el exterminio de estos. Al lado de Bolognesi sucumbió el capitán de navío Juan Guillermo More, jefe de las baterías del Morro, que se batió hasta el último instante de su vida con un revólver y una espada en cada mano.

 

Otra escena considerada heroica lo dio el sargento mayor Armando Blondel, tercer jefe del Artesanos de Tacna, quien junto con cuatro soldados defendió el pabellón peruano, hasta caer bajo las balas enemigas. Luego, el coronel Alfonso Ugarte, según una versión transmitida por el historiador Clements Markham, tomó el pabellón y montado a caballo se lanzó desde lo alto del Morro hacia el precipicio. En el sector Norte, el teniente coronel Juan Pablo Ayllón, hizo volar las Baterías San José, Dos de Mayo y Santa Rosa, para que no cayeran en poder del enemigo. Por su parte, el comandante Lagomarsino hundió a su buque, el monitor Manco Cápac.

 

Murieron en Arica unos 900 defensores peruanos, es decir, casi los dos tercios de las fuerzas totales; el resto fue tomado prisionero. Tan elevado número de víctimas peruanas se debió a que muchos heridos y prisioneros fueron fusilados por los chilenos. Hubo también saqueos, incendios y ataques a los consulados, entre otros desmanes desatados por las tropas vencedoras. Todos estos excesos se dieron, a decir de los mismos chilenos, en represalia por la explosión de algunas minas durante la batalla, que les causaron algunas bajas.



 

Sarcófago de Bolognesi en la Cripta de los Héroes de la Guerra del Pacífico en el cementerio Presbítero Maestro.

 

Los restos de Bolognesi fueron trasladados al Perú en julio de 1880, a bordo del transporte Limeña, junto con los restos de otros dos caídos en Arica: Juan Guillermo More y Ramón Zavala. Fueron inhumados en 1908 en la Cripta de los Héroes del Cementerio Presbítero Maestro.

 

Homenajes

 

 

Plaza Bolognesi de Lima.

 

Una vista actual del monumento al héroe en la Plaza de su nombre, en Lima.



El 5 de noviembre de 1905 se inauguró en la ciudad de Lima el monumento en su homenaje, en la llamada desde entonces Plaza Bolognesi, situada en las intersecciones de las avenidas Magdalena (hoy Brasil), Breña (hoy Arica), Alfonso Ugarte y el Paseo Colón. Gobernaba entonces en el Perú el presidente José Pardo y Barreda, en su primer gobierno. A la ceremonia asistió uno de los sobrevivientes de la defensa de Arica, el argentino Roque Sáenz Peña, con rango de general del ejército peruano, quien para el desfile militar recibió el mando de la línea. Delante de la estatua de su antiguo jefe, la emoción le impidió leer su discurso, y se limitó a decir: «¡Presente, mi coronel!»

 

El discurso de Sáenz Peña contenía este párrafo:

 

"¡Pelearemos hasta quemar el último cartucho! Provocación o reto a muerte, soberbia frase de varón, condigno juramento de soldado, que no concibe la vida sin el honor, ni el corazón sin el altruismo, ni la palabra sin el hecho que la confirma y la ilumina para grabarla en el bronce o en el poema, como la graba y la consagra la inspiración nacional. Y el juramento se cumplió por el jefe, y por el último de sus soldados, porque el bicolor peruano no fue arriado por la mano del vencido, sino despedazado por el plomo del vencedor".

 

La escultura original de la Plaza Bolognesi, obra del escultor catalán Agustín Querol, representaba al héroe aferrándose a una bandera y con la cabeza en alto, en el preciso momento en que muere en la batalla. En los años 1950, por decisión del gobierno del general Manuel Odría, fue reemplazada por otra estatua, obra del escultor peruano Artemio Ocaña. En esta nueva representación, se ve al héroe en actitud triunfante y levantando la bandera del Perú. Como explicación a este cambio, se adujo que la efigie de Bolognesi debía mostrar una expresión más digna de un héroe. Cada 7 de junio se celebra en esta Plaza el Día de la Bandera, con la presencia de las altas autoridades del gobierno.

 

Por decreto supremo del 2 de enero de 1951 (Gobierno de Manuel A. Odría) fue declarado Patrono del Ejército del Perú y se instituyó el 4 de noviembre, día de su nacimiento, como Día del Soldado.34 Fue elevado al grado de Gran Mariscal del Perú por Ley N.º 25128 del 30 de noviembre de 1989.



 

La casa donde nació Bolognesi, en el jirón Cailloma 125, Lima, fue restaurada por el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada y convertido en el Museo de los Combatientes del Morro de Arica, inaugurándose en 1975. Su restauración interior estuvo a cargo del arquitecto Alfonso Estremadoyro, que le devolvió su prestancia colonial, mas no así la fachada, de cuya restauración se encargó el Instituto Nacional de Cultura.

 

También en su homenaje una calle en la ciudad de Arica lleva actualmente el nombre de "calle Bolognesi"; además, es recordado en la "Casa Bolognesi", el inmueble donde respondió el pedido de rendición, actualmente de propiedad del Estado Peruano y cubierta por las disposiciones contenidas en el artículo séptimo del Tratado de Lima de 1929.

 

Su mayor efigie se encuentra en la ciudad de Tacna, una estatua gigante junto al Arco Parabólico en el Paseo Cívico donde cada domingo se realiza una ceremonia con el juramento expresado por Bolognesi: "Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho". Asimismo, en 1929 fue fundado el Coronel Bolognesi Fútbol Club de la ciudad de Tacna.

 

En la ciudad de Arequipa, en su homenaje, se inauguró en 1952 el Colegio Militar Francisco Bolognesi. Su estatua se encuentra en el patio de Honor de dicho colegio, así como en la Plaza Bolognesi de la ciudad. También una calle principal de la ciudad lleva el nombre de Bolognesi.

 

Una de las avenidas principales de la ciudad de Chiclayo lleva también su nombre.

 

 https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Bolognesi

   


Miguel Iglesias (1883-1886)

 

Miguel Iglesias Pino de Arce nació en Celendín (Cajamarca), el 11 de junio de 1830. Fue un militar y político peruano que ocupó la Presidencia del Perú. Es conocido por ser el autor del Grito de Montán, con el que se abrió paso a las negociaciones de paz durante la Guerra del Pacífico con sesiones territoriales, la entrega de Tarapacá y Arica a Chile.

 

Prefecto de Cajamarca

 

Fue hijo del español Lorenzo Iglesias Espinach y de Rosa Pino de Arce. Desde joven, Iglesias se dedicó a la administración de las propiedades de su familia en Cajamarca. Se desposó con Concepción Posada.

 

En 1865, fue designado prefecto de Cajamarca. Durante el conflicto con España de 1866, encabezó un batallón que marchó hacia Lima. Por sus acciones, se le concedió el grado de Coronel.

 

En 1872, fue nuevamente prefecto de Cajamarca.

 

Guerra del Pacífico

 

Tras la declaratoria de guerra, en 1879, organizó un batallón de 3,000 hombres y junto a ellos se trasladó a Lima. En la madrugada del 22 de diciembre de 1879, se unió a los batallones que secundaron a Nicolás de Piérola para deponer al vicepresidente Luis La Puerta y juntos tomaron El Callao. Inmediatamente después, Iglesias fue designado Ministro de Guerra por Piérola.

 

Defensa de Lima

 

Iglesias participó luego de la Batalla de San Juan. En la noche del 12 de enero de 1881, el primero de los cuerpos de ejército, bajo su jefatura, cubría las avenidas de Lurín proyectándose sobre Chorrillos, Villa y Santa Teresa, y formando la derecha.

 

Iglesias recuperó las posiciones del cerro Santa Teresa pero se dio cuenta que estaba rodeado por retaguardia, por lo que tuvo que retroceder para abrirse paso hacia el malecón.

 

Iglesias fue hecho prisionero después de una desesperada resistencia en Chorrillos alrededor de las 12:30 pm. Junto con Guillermo Billinghurst, Carlos de Piérola y Miguel Valle Riestra. Entre los muertos se encuentra Alejandro Iglesias, hijo de Miguel Iglesias.

 

Después de la ocupación de Lima el coronel Miguel Iglesias fue puesto en libertad y regresó a Cajamarca. Autorizado a retirarse a su hacienda, lo hizo bajo el compromiso de apartarse de la actividad política, lo que cumplió todo el año de 1881.

 

Iglesias en el Norte del Perú

 

Al trasladarse el Presidente Lizardo Montero con sus Ministros a Huaraz en febrero de 1882 designó a Iglesias, como el militar de mayor jerarquía, Jefe Superior Político y Militar del Norte

 

En 1882, se enfrentó a las tropas chilenas en las cercanías de su hacienda, en lo que se conoce como la batalla de San Pablo, donde resultó triunfador.

 

Presidente Regenerador

 

Más adelante asumió el mando de los departamentos del norte, y estableció un gobierno en Trujillo en julio de 1882. El 31 de agosto de 1882, Iglesias emitió el célebre Manifiesto de Montán exigiendo la paz, aún con cesiones territoriales; autorizó el inicio de conversaciones con el enemigo y convoco una Asamblea en el Norte para obtener su respaldo.

 

Por ley del 30 de diciembre la Asamblea estableció el Poder Ejecutivo con un jefe responsable que lo presidiría con la denominación de Presidente Regenerador de la República y un ministerio igualmente responsable. La Asamblea el 1 de enero designó a Iglesias Presidente Regenerador.

 

El 5 de enero la Asamblea otorgó al presidente Iglesias plenos poderes para tratar de la paz con el enemigo. La Asamblea no fue reconocida por Piérola (que acababa de llegar de Europa), ni por Cáceres, ni por Montero.

 

El 3 de mayo de 1883 la base del Tratado de Ancón ya estaba acordada entre Patrico Lynch y Miguel Iglesias quien firma este convenio inicial desde Cajamarca.

 

Fin de la Guerra: El Tratado de Ancón

 

El 20 de octubre de 1883 terminó en Ancón la discusión de los términos del tratado de paz. Una vez firmado el Tratado de Ancón, el 11 de marzo de 1884 la Asamblea Constituyente aprobó el Tratado. Iglesias marchó hacia Lima para asumir el gobierno del país, enarbolándose nuevamente el bicolor peruano en el palacio de gobierno, pronunciando las siguientes palabras: "Más valores necesario para sostener dignamente la desgracia que para rendir la vida en un rapto de desesperación".

 

Aun cuando el Presidente Iglesias ostentaba el cargo de manera constitucional, no consiguió el apoyo de lo que quedaba de la Élite Peruana, quienes más bien trataban de acercarse a Cáceres.

 

Guerra Civil y exilio

 

De acuerdo a la Asamblea Constituyente de 1884, Iglesias ya debía retirarse del gobierno y llamar a elecciones. Sin embargo, este prefirió permanecer en el poder y exigir el sometimiento incondicional de Andrés A. Cáceres. Por su parte, Cáceres procede a proclamarse Presidente el 16 de julio de 1884, argumentando el quiebre del orden constitucional.

 

Las fuerzas de Iglesias y Cáceres en un primer momento se enfrentaron en Lima y después en Trujillo. Ante sus derrotas en la costa norte, Cáceres se retiró al centro sur: Cusco, Arequipa, Apurímac y Ayacucho, donde pudo reorganizar su ejército para volver a atacar.

 

Para 1885, después de un enfrentamiento en la sierra central y otra derrota en Lima el 3 de diciembre de 1885, Iglesias renunció a la presidencia. Antonio Arenas, Presidente del Consejo de Ministros, asume la Presidencia, dando paso a una transición constitucional. Iglesias parte al exilió en España.

 

Regresó cuando había sido elegido senador de Cajamarca, pero la muerte lo sorprendió en Lima, el 7 de noviembre de 1909.

 

Adonde.com

 


 

José Olaya Balandra

 

José Silverio Olaya Balandra (Chorrillos, 1782 o 1795-Lima, 29 de junio de 1823) fue un mártir en la lucha por la Independencia del Perú. Pescador de oficio, se ofreció como emisario secreto entre el gobierno independiente refugiado en los castillos del Callao y los patriotas de Lima, ciudad ocupada entonces por los realistas. Fue descubierto, apresado y sometido a tormento para que revelara los nombres de los patriotas implicados en las misivas, pero permaneció callado. Fue fusilado y antes torturado en un pasaje que hoy lleva su nombre, y que se halla en las inmediaciones de la Plaza Mayor de Lima.

 

Biografía


Según datos recogidos por Ismael Portal, José Olaya Balandra nació en la villa de Chorrillos, en 1782, como hijo de un pescador chorrillano apellidado Olaya, y de Melchora Balandra, siendo sus hermanos Cecilio, Mercedes, Narcisa, Josefa y Manuela. Portal se basó en informaciones de los parientes del mártir que todavía vivían en la época en que publicó su libro (1899).

 

Otro de los biógrafos de Olaya, Luis Antonio Eguiguren, que investigó en diversos archivos, sostiene que los padres del mártir se llamaban José Apolinario Olaya y Melchora Balandra, ambos chorrillanos, que tuvieron doce hijos en total, el segundo de los cuales fue José Olaya.

 

Existen sin embargo dudas sobre el año del nacimiento. Al parecer, Portal solo se limitó a copiar el año que aparece grabado en el retrato del mártir, pintado por el maestro José Gil de Castro, que fue contemporáneo de Olaya.

 

Eguiguren no se ocupa del asunto del natalicio y supone que la partida de bautizo que aclararía la duda debió desaparecer durante el incendio de Chorrillos ocasionado por las tropas chilenas en 1881. Daba así por hecho que Olaya fue bautizado en la iglesia de Chorrillos. Existe otra versión que afirma que el año de su nacimiento fue 1795.

 

Otro asunto controvertido ha sido su apellido. El marino y geógrafo Germán Stiglich (1877-1928), al revisar los cuadernos de matrícula de los puertos peruanos, no encontró ningún Olaya (apellido español), pero si varios Laya (nombre de origen prehispánico). Stiglich llegó incluso a afirmar que el verdadero nombre del mártir era José O. Laya, afirmación que fue recogida y difundida por el historiador Juan José Vega.

 

Olaya era de cuna humilde, de raza indígena, y vivía de la pesca artesanal en la villa de San Pedro de Chorrillos, una ranchería de pescadores al sur de la ciudad de Lima, que era célebre por sus baños adonde acudían las personas de la clase alta limeña.

 

Se dice que su padre José Apolinario simpatizó con pasión por la causa independentista, al punto que no le gustaba mencionar al pejerrey por su nombre, por ser de reminiscencia monárquica, y llegó incluso a bautizar a su mejor red de pesca como «red de pejerreyes de la patria», nombre más acorde a su ideología. Murió en 1822, legando a su hijo su oficio y su amor a la patria libre.

 

Se dice que Olaya era un excelente nadador y que en una pequeña balsa cubría la ruta de Chorrillos a la isla de San Lorenzo, y de allí al Callao, llevando pescado para su venta.

 

También una versión asegura que empezó a servir a la causa patriota desde muy temprano, cuando arribó a las costas peruanas la Escuadra Libertadora al mando de Thomas Cochrane en 1820. En esa ocasión visitó las naves de dicha escuadra y se ofreció a llevar correspondencia para los patriotas del Callao, y luego para los de Lima.

 

La independencia del Perú, declarada por primera vez en Huaura en el mes de noviembre de 1820 y el 28 de julio de 1821 en Lima, por el general José de San Martín, solamente se hizo efectiva en Lima y en el norte; pero Cuzco, la sierra central y el sur aún estaban bajo el dominio del ejército realista en su mayoría conformado por indígenas y mestizos leales al Rey-; estos en más de una ocasión volvieron a amenazar Lima y el Callao.

 

Cuando San Martín regresó de Guayaquil después de una conversación secreta con Simón Bolívar, instaló el Congreso Constituyente de 1822, e inmediatamente renunció a su cargo de Protector del Perú. El Congreso nombró como Presidente de la República a José de la Riva Agüero. El ejército realista, al mando de José Ramón Rodil, aprovechando que las tropas patriotas se encontraban lejos, tomó Lima. Los miembros del Congreso se refugiaron en la Fortaleza del Real Felipe en el Callao. Allí se encontraba también el general venezolano Antonio José de Sucre, que enviara el Libertador Bolívar con una avanzada de su ejército.

 

Fue en ese contexto que ocurrió el sacrificio de José Olaya. Sucre necesitaba imperiosamente comunicarse con los patriotas de Lima, ya que quería conocer los movimientos de los realistas y los pertrechos con los que contaban. Olaya se ofreció una vez más a ser el portador de los mensajes. Se contactó en Lima con Juana de Dios Manrique, una aristócrata y patriota que era sobrina de Antonio Riquero, antiguo contador mayor y uno de los refugiados en el Callao; este personaje era el nexo con Sucre.

 

Olaya llevaba ocultamente los mensajes escritos, cubriendo la ruta entre Chorrillos y Lima, simulando llevar pescado para su venta en la ciudad; esa ruta, de 15 km, estaba muy vigilada por los realistas, de modo que el riesgo era muy grande. No obstante, Olaya hizo el recorrido muchas veces; se ignora cuántas exactamente. Los realistas empezaron a sospechar que alguien filtraba informaciones y redoblaron la vigilancia.

 

El 27 de junio de 1823, cuando llevaba, entre otros recados, una carta de Sucre para Narciso de Colina (un patriota limeño), Olaya fue descubierto (se dice que por una delación [cita requerida]). Emboscado por un piquete de soldados realistas -indígenas y mestizos en la calle de Acequia Alta (actualmente en el cruce de la cuadra 5 de los jirones Caylloma y Moquegua), antes de ser apresado arrojó las cartas en una acequia; otra versión, menos creíble, dice que se comió las misivas.

 

«De nada sirvieron halagos, promesas, apaleamientos, extracción de las uñas, trituración de pulgares, ni la presencia dolorosa de su madre. ¡Que terrible dilema!: escoger entre el afecto entrañable a la madre o la seguridad de los patriotas. Era preferible que su madre lo llorase muerto a que se avergonzara de verlo vivo, manchado por la traición».

 

Llevado al Palacio del Virrey ante la presencia de Rodil, éste intentó que delatara a los patriotas comprometidos con las cartas, ofreciéndole a cambio premios y mucho dinero; como no diera efecto, recurrió a las amenazas. Como Olaya permaneciera incólume, fue torturado. Sufrió doscientos palazos, le arrancaron las uñas y lo colgaron de los pulgares. Pero Olaya no se amilanó ante el dolor y permaneció en silencio.6 Incluso le llevaron ante su presencia a algunas personas arrestadas por sospecha de estar comprometidas con los patriotas del Callao (una de ellas era Antonia Zumaeta de Riquero), pero ante cada una de ellas Olaya negó conocerlas. También su madre fue llevada a su presencia, pero ni aún con eso se quebró. Se dice que, en medio de las torturas, pronunció su célebre frase:

 

«Si mil vidas tuviera gustoso las perdería, antes de traicionar a mi patria y revelar a los patriotas».

 

Finalmente, fue sentenciado a pena de muerte por fusilamiento bajo el cargo de traición. A las once de la mañana del 29 de junio de 1823, fue llevado a un pasaje aledaño a la Plaza Mayor de Lima, llamado entonces Callejón de los Petateros, y que ahora tiene su nombre: Pasaje Olaya. Sus verdugos, según la costumbre, le preguntaron si tenía un último deseo.

 

Olaya pidió que se le sepultara con la escarapela rojiblanca, el emblema de su patria libre, deseo que se le concediera. Luego, se procedió a su fusilamiento. Su cadáver fue arrastrado a la Plaza de Armas y allí decapitado por el verdugo. Permaneció toda la tarde en exhibición pública, hasta que, por la noche, unos pescadores chorrillanos lo pusieron en una carreta y se lo llevaron a sepultar a su tierra natal, con su escarapela bicolor prendida en su pecho. Actualmente se desconoce en qué parte de Chorrillos está su cuerpo.

 

Homenajes



 

Pasaje Olaya, visto desde la Plaza de Armas de Lima.

 

El Presidente José Bernardo de Tagle, expidió un Decreto Supremo el 3 de septiembre de 1823, destinado a honrar la memoria del héroe. Dicha norma establece:

 

«Por 50 años pasará revista del comisario José Olaya como Sub Teniente vivo de la Infantería del Ejército en el Estado Mayor de la Plaza;

 

Cuando sea nombrado en dicho acto, el Sargento Mayor de dicha plaza responderá: ¡Presente en la mansión de los héroes!

 

En la Municipalidad de esta capital se formará un libro en que, con precedente conocimiento y decreto del gobierno se escriban los hechos patrióticos dignos de eterna memoria, y en su primera página se copiará este decreto para que la fama del patriota Olaya se trasmita también a los siglos.

 

La Municipalidad del pueblo de Chorrillos deberá celebrar todos los años el 29 de Junio unas solemnes exequias en la iglesia de la misma población a beneficio del alma del patriota Olaya, y concurriendo a ella la misma Municipalidad; tendrá en aquel acto asiento entre los alcaldes el pariente más cercano del referido Olaya.

 

En la sala de la Municipalidad del pueblo de Chorrillos se podrá un lienzo en el que se halle escrito lo siguiente:

 

El patriota José Olaya sirvió con gloria a la patria y honró el lugar de su nacimiento».

 

El Ejército del Perú lo proclamó «Patrono del Arma de Comunicaciones».

 

Sus principales biógrafos han sido Ismael Portal, autor de Morir por la patria, el mártir José Olaya (1899), y Luis Antonio Eguiguren, autor de El mártir pescador José Silverio Olaya y los pupilos del Real Felipe (1945).

 

El pintor peruano José Gil de Castro (1785-1841), su coetáneo, es autor de un retrato suyo, que se exhibe en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú.

 

Olaya fue fusilado el mismo día en que su lugar de residencia, Chorrillos, se encontraba celebrando la festividad al patrón de los pescadores, San Pedro. Chorrillos viene celebrando todos los años, en su homenaje, un concurrido desfile cívico-militar, donde participan innumerables instituciones de todo Lima, en el malecón Grau, frente al mar.

 

En la ficción

 

En 2021 se estrenó la serie de televisión Los otros libertadores, donde Olaya fue interpretado por Pietro Sibille.

 

Capturado se comió la cartas comprometedoras. Fue condenado a muerte y fusilado en la plaza de armas de Lima el 29 de junio de 1823.

 

https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Olaya




Alejandro Granda Relayza.


Alejandro Granda Relayza (Callao, 26 de noviembre de 1898 - Lima, 3 de septiembre de 1962).

 

fue un tenor peruano, considerado por sus aptitudes vocales y escénicas el mejor de América. Es la figura máxima de la lírica peruana y la que mereció mayor reconocimiento mundial.

 

Biografía

 

Conocido internacionalmente como Alessandro Granda, fue hijo de Vicente Granda y de Teresa Relayza. En su juventud se desempeñó como maquinista en un barco de la Compañía Peruana de Vapores, afincado en el puerto del Callao, hasta alcanzar el grado de cuarto maquinista de la Marina Mercante del Perú.

 

Tenía la costumbre de cantar en la cubierta de los buques en los que trabajaba junto a sus amigos. En una de estas ocasiones es escuchado por casualidad por el capitán de la marina, Manuel Torrico, imitando una grabación de opera que había oído.

 

El Cap. Torrico quedando admirado y le dijo: "Muchacho, tienes una gran voz... yo voy a ayudarte" y lo llevó a la afamada compositora y música, Rosa Mercedes Ayarza para que le diese apoyo.

 

De su mano, Granda debutó con gran éxito el 9 de octubre de 1924, en el Teatro Forero, espacio que fuera construido entre 1916 y 1920, por el ingeniero italiano Alfredo Viale y en 1929, se convirtió en el Teatro Municipal de Lima.

 

Su primera presentación pública creó en torno del cantante un movimiento de simpatía que llegó a las esferas oficiales, es así que la compositora lo presenta con el entonces presidente de la república Augusto B. Leguía quien, diciendo: "El Perú también tiene un Caruso", le otorgó una beca integral para educar sus aptitudes vocales en Italia, ya que su país no podía ofrecerle las posibilidades de desarrollarse artísticamente.

 

El viaje a Italia

 

En 1924, el cantante viajó a Milán, donde desarrolló sus facultades vocales en el Conservatorio Giuseppe Verdi de la ciudad, con los profesores Alfredo Cecchí y Arnaldo de Marzi, quienes lo entrenaron a fin de presentarse ante el público italiano. Se estrenó con la ópera Iris de Mascagni, en el Teatro Social de Como, el 26 de febrero de 1927, bajo la dirección del maestro Giacomo Armani. Siguió entonces una larga y fructífera carrera, durante la cual cantó con creciente éxito en los teatros Carlo Felice de Génova, San Carlo de Nápoles, La Fenice de Venecia, Massimo de Palermo, Regio de Parma, Comunal de Bolonia y muchos otros de Italia.

 

Posteriormente cantó en escenarios de Madrid, Barcelona, San Sebastián, Bilbao, Valencia, Lisboa, Oporto, París, Vichy, Montecarlo, Leipzig, Hamburgo, Bremen, Múnich, Baden-Baden, Breslavia y en algunas ciudades de Letonia, Estonia, Finlandia, Rumania, Hungría y Egipto.

 

Su consagración artística la alcanzó en el Teatro La Scala de Milán, al ser elegido por Toscanini para el estreno en Italia del Salmo húngaro de Zoltán Kodály, en 1928. Con el mismo maestro cantó Rigoletto, en compañía de Toti dal Monte y Carlo Galeffi. Además, Granda fue el primer tenor en grabar una ópera completa llevando a los surcos de 78 revoluciones la ópera Tosca. Consagrado por el público europeo como uno de los sucesores de Enrico Caruso, volvió al Perú en 1932.


Recibió fervorosas manifestaciones, que se sucedieron en numerosos conciertos y espectáculos líricos. La única temporada de ópera que dio Granda en Lima fue en 1933 con Tosca, en el Teatro Segura, al lado de la soprano peruana María Elena Campos. Fue un lleno total, tanto que se derrumbó la escalera de la cazuela.

 

Últimos años

 

En 1932, viajó a Chile contratado para cantar Tosca, La traviata, Lucia di Lammermoor, La bohème, Mefistofele, Rigoletto e Iris; vuelve en 1946 para cantar Carmen de Bizet. En 1934, llegó a los Estados Unidos y pasó nuevamente a Italia, donde permaneció en constante actividad hasta el término de la Segunda Guerra Mundial.

 

Consagrado a la enseñanza, permaneció algunos meses en Estados Unidos y México hasta su segundo regreso al Perú en 1946. A sus condiciones vocales el tenor Alejandro Granda agregaba una rica experiencia escénica, desarrollada en su vasto repertorio lírico. De temperamento apasionado, su carácter se ajustaba perfectamente al tipo de ópera verista en el que ganó sus mejores aplausos.

 

En 1947, el gobierno le confirió la Orden del Sol del Perú, en mérito a sus excelentes calidades artísticas. A la postre fue incorporado al Conservatorio Nacional de Música como maestro de canto.

 

Alejandro Granda, murió sorpresivamente de un derrame cerebral en septiembre de 1962 y fue sepultado con todos los honores en el Cementerio Baquíjano, de su ciudad natal, el puerto del Callao.

 

Murió en Lima, el 3/09/1962.

 

https://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Granda_Relayza



Para el próximo  lunes 8 de mayo de 2023 seguiré publicando la historia de destacados personajes del Perú.

mayo 04, 2023   Posted by Los Mina Digital with No comments

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