Francisco Bolognesi Cervantes
Francisco Bolognesi Cervantes (Lima, 4 de noviembre de 1816 -
Arica, 7 de junio de 1880) fue un militar peruano conocido por su participación
en la Guerra del Pacífico.
Con el grado de coronel, defendió la plaza de Arica enfrentando
a las fuerzas chilenas muy superiores en número y poderío; y tras hacer la
promesa de pelear «hasta quemar el último cartucho», murió durante la batalla
final. Fue declarado Patrono del Ejército del Perú el 2 de enero de 1951 (Orden
General del Ejército de 1959) y elevado al grado de Gran Mariscal del Perú por
Ley N.º 25 128 del 30 de noviembre de 1989.
Actualmente, es considerado Héroe Nacional del Perú.
Biografía
Hijo del compositor italiano Andrés Bolognesi y de Juana
Cervantes, nació en Lima el 4 de noviembre de 1816, según consta en su partida
de bautismo. A la edad de ocho años se trasladó con su familia a Arequipa donde
cursó estudios en el Colegio Nacional de la Independencia Americana1 y
posteriormente fue trasladado, por pedido de su madre, al Seminario Conciliar
de San Jerónimo. Luego trabajó como tenedor de libros (contador) de una empresa
(1832-1840) e incursionó en el negocio muy rentable de la cascarilla y la coca,
viajando para tal fin a las montañas de Carabaya (Puno).
En 1853 ingresó en el ejército, durante la amenaza de guerra
entre el Perú y Bolivia. Se especializó en artillería. Poco después, se sumó a
la Revolución Liberal de 1854 encabezada por Ramón Castilla contra el gobierno
de José Rufino Echenique.
Se mantuvo leal al gobierno de Castilla durante la guerra
civil de 1856-1858 y participó en la toma de Arequipa. Fue ascendido a coronel
y enseguida participó en la campaña de Ecuador (1859-1860), siendo enviado
luego a Europa para adquirir armamento para el ejército y cañones para los
fuertes del Callao. En 1868 asumió como Comandante General de Artillería.
Al estallar en 1879 la guerra de Chile contra el Perú y
Bolivia, se hallaba ya retirado del servicio, pero solicitó su readmisión y fue
destinado como Jefe de la 3.ª División en el Sur, al frente de la cual se
destacó en las batallas de San Francisco y Tarapacá.
Al replegarse los restos del ejército peruano hacia Tacna, se
le confió la defensa de la plaza de Arica con 2,000 hombres, la misma que fue
sitiada por fuerzas chilenas muy superiores en número y poderío de fuego.
Cuando el mando adversario, a través del mayor Juan de la Cruz Salvo, le
solicitó su rendición, se negó dando su célebre respuesta:
«Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta
quemar el último cartucho».
Sus oficiales y subordinados le acompañaron resueltamente en
su decisión. El 7 de junio de 1880 se libró la batalla final, donde, en
sangrienta lucha cuerpo a cuerpo, cumplió su promesa y murió: una bala le
impactó el corazón en tanto que un culatazo le destrozó el cráneo.
Nacimiento y primeros años
Francisco Bolognesi Cervantes nació en la calle Afligidos
(hoy jirón Caylloma N.º 125) de Lima, entonces capital del Virreinato del Perú,
el 4 de noviembre de 1816, según consta en su partida de bautismo conservada en
la Parroquia de San Sebastián. Su padre fue el italiano Andrés Bolognesi
Campanella, destacado violonchelista y director de orquesta, oriundo de Génova,
que llegó al Perú en 1807, estableciéndose primero en Lima y finalmente en
Arequipa.
Su madre fue arequipeña, llamada Juana Cervantes Pacheco. Tuvo
seis hermanos, entre ellos dos mujeres, Margarita y Manuela, que se casaron con
extranjeros y se alejaron del país; y un varón, Mariano Bolognesi, que llegó a
ser también coronel de artillería y combatiente en la Guerra del Pacífico.
Su bautismo se realizó cuatro días después de su nacimiento,
siendo su padrino Pedro Zárate Navia y Bolaños, marqués de Montemira, caballero
de la Gran Cruz y mariscal de campo de los Reales Ejércitos.
El nacimiento de Bolognesi en Lima, con fecha en 1816, está
probado por su partida de bautismo, que se conserva en el archivo arzobispal, y
que fue publicada por primera vez en la revista Actualidades, número 67, año
II, de 7 de junio de 1904.
Posteriormente surgió la tesis de su nacimiento en Arequipa
en 1822, uno de cuyos defensores es el historiador Artemio Peraltilla Díaz, 4n
2 pero que carece de sustento al no haberse hallado en dicha ciudad la partida
de bautismo que pruebe ese hecho. Es más, existe otro documento probatorio del
nacimiento limeño del héroe: la solicitud presentada por su madre Juana
Cervantes al rector del Seminario Conciliar de San Jerónimo, el 16 de febrero
de 1830, donde pide una rebaja de la pensión mensual a favor de su hijo
Francisco, diciendo explícitamente que el aludido tiene 13 años de edad y que
su partida de bautismo se halla en Lima.
Se presume que el niño Bolognesi asistió, al lado de su
padre, a la ceremonia de proclamación de la independencia del Perú realizada en
la Plaza de Armas por el general José de San Martín el 28 de julio de 1821,
pues vivía a poca distancia; lo que sí se sabe a ciencia cierta es que su padre
fue uno de los firmantes del Acta de la Declaración de la Independencia del
Perú.
Carrera militar
El 22 de julio de 1844, le tocó presenciar la Batalla de
Carmen Alto, librada en una localidad vecina a Arequipa, acción en que las
fuerzas constitucionalistas del general Ramón Castilla derrotaron a las del
gobierno de facto del general Manuel Ignacio de Vivanco. Se cuenta que tuvo la
osadía de cruzar, montado a caballo, la distancia que separaba a ambos
contendientes, salvándose de morir por una descarga cerrada, que lo tumbó de su
cabalgadura. Se dice que Castilla le ofreció un puesto en su ejército, pero
Bolognesi optó por permanecer en la vida civil, arguyendo asuntos familiares y
de negocios.
Sin embargo, en 1853, al estallar la tensión entre Perú y Bolivia, se alistó y fue seleccionado como segundo al mando de un regimiento de caballería, con el grado de teniente coronel. Si bien no estalló entonces la guerra con Bolivia, Bolognesi eligió permanecer en el ejército, y con el mismo grado de teniente coronel, pasó a ser 2.º jefe del Batallón Libres de Arequipa, participando en la revolución contra el entonces presidente Echenique, cuyo líder era el general Ramón Castilla.
Durante el desarrollo de la campaña, fue
nombrado Comisario General del Ejército Libertador (como se autodenominó el
ejército rebelde). Recorrió la sierra peruana acompañando a Castilla y fue
testigo de la firma de los históricos decretos de la abolición del tributo
indígena y de la esclavitud. Después del triunfo de la revolución en la batalla
de La Palma, librada el 5 de enero de 1855, sirvió al presidente Castilla como
ayudante de campo.
Como militar, Bolognesi se especializó en el campo de la
artillería, volcando para tal fin sus conocimientos en matemáticas.
Toma de Arequipa del 5 de marzo de 1858, donde el entonces
teniente coronel Francisco Bolognesi resultó herido en un muslo.
En 1856, manteniéndose fiel al gobierno, comandó a la
artillería durante la guerra civil, que tuvo su punto de partida en el
estallido de la revolución del general Manuel Ignacio de Vivanco en Arequipa.
Participó en el sitio y asalto de dicha ciudad del 5 de marzo de 1858 y resultó
herido de dos balazos en el muslo derecho, en el combate librado en el fuerte
Santa Rosa. Fue entonces ascendido a coronel efectivo de artillería (10 de
marzo de 1858).
Como dato anecdótico,
en la toma de Arequipa participó también, en las fuerzas del gobierno, el
entonces teniente Andrés A. Cáceres, el futuro Brujo de los Andes, otro de los
grandes héroes peruanos de la Guerra del Pacífico de 1879-1883.
En 1859, Bolognesi asistió a la campaña del Ecuador,
embarcándose con el Escuadrón Volante de Artillería en la fragata Amazonas. En
dicha campaña no hubo ninguna acción de armas. Luego, el gobierno lo envió a
Europa para que se perfeccionara en el arma de artillería, y a la vez le
encargó la compra de cañones y fusiles con ánima rayada, para el uso del
ejército peruano. Regresó al Perú en febrero de 1862, trayendo en total 54
cañones, armamento que fue saludado con regocijo por la población y fue probado
con éxito en las playas de Conchán.
Aunque no faltaron quienes, a través de la prensa, criticaron
las adquisiciones. Bolognesi respondió en defensa del cuerpo de Artillería a
través de un artículo que se publicó en el diario El Comercio, el 7 de abril de
1862.
Se cuenta que, en medio de la algarabía causada por la
adquisición de esos cañones, alguien dijo que, con tal armamento, ya nadie se
atrevería a hacer una revolución a Castilla. Bolognesi le respondió: «Prefiero
reventarlos yo mismo, antes de que sirvan para matarse entre peruanos.»
Fue nombrado Comandante General de Artillería, en marzo de
1862, mando en el que se mantendría hasta su retiro en 1871. Viajó nuevamente a
Europa en 1864, esta vez con la misión de adquirir los poderosos cañones
Blakely, los mismos que envió al Perú, mientras que continuaba en el viejo
continente negociando la adquisición de fusiles Comblain. Aquellos Blakely
serían usados durante el combate del Callao del 2 de mayo de 1866, contra la
flota española del Pacífico, aunque Bolognesi no alcanzó a pelear en dicho
combate, por hallarse en ese momento en Guayaquil, en pleno viaje de retorno.
El 4 de marzo de 1868 fue nombrado primer jefe del Regimiento
de Artillería de la plaza del Callao. Ejerció al mismo tiempo el cargo de
gobernador civil del Callao. Se retiró del servicio el 30 de octubre de 1871.
Guerra del Pacífico
Fotografía tomada posiblemente momentos antes de la batalla
de Arica. Representa a Bolognesi con su cuerpo de oficiales. Figuran, entre
otros, el teniente coronel Ramón Zavala Suárez, al extremo izquierdo, y el
teniente coronel Roque Sáenz Peña, al extremo derecho. Sin embargo, es más
probable que esta fotografía sea de una representación teatral montada a fines
del siglo XIX y que se inspirara en el cuadro de Juan Lepiani titulado La
respuesta.
Cuando la Guerra del Pacífico comenzó en 1879, Bolognesi, de
62 años de edad, se reincorporó al Ejército peruano, siendo nombrado jefe de la
3.º. División destinada a operar en la campaña terrestre del Sur.
Participó activamente en las acciones contra las fuerzas
chilenas, incluyendo las batallas de San Francisco y Tarapacá; en esta última,
librada el 27 de noviembre de 1879, participó a pesar de encontrarse muy
enfermo de fiebre, soportando las diez horas que duró la lucha. En esta ocasión
se recuerda que dijo al final de la batalla: «Las balas chilenas apenas llegan
a las suelas de mi bota», aludiendo irónicamente a un disparo que le había
arrancado un tacón de sus granaderas.
La defensa de Arica
El 3 de abril de 1880, Francisco Bolognesi asumió el mando
del puerto peruano de Arica, sitiado por las fuerzas chilenas al mando del
general Manuel Baquedano.
Bolognesi disponía apenas de poco más o menos de 1,500
hombres, mal pertrechados y con escasas municiones; sin embargo, aceptó la
misión y demostrando una actividad y un entusiasmo extraordinarios, procedió a
levantar fortificaciones en Arica. Ordenó la construcción de tres baterías o
fuertes en la playa, que eran el "San José", el "Santa
Rosa" y el "Dos de Mayo", y en el Morro, por el lado Este, otros
dos fuertes, llamados "Ciudadela" y el "Este", para
defenderlo de un posible ataque por ese lado. Estas construcciones se
realizaron a base de sacos llenos de arena. Entre los fuertes de la playa y los
del Morro ordenó levantar una muralla, también con sacos de arena.
Además, formó partidas de caballería para que vigilaran por
el norte y por el sur; mejoró la alimentación de la tropa; y ordenó el tendido
de una triple red de minas (dinamita camuflada), las cuales debían activarse
eléctricamente. Este último trabajo estuvo a cargo del ingeniero Teodoro
Elmore, iniciando su ejecución el 2 de junio de 1880; sin embargo, debido a la
falta de recursos y tiempo, no llegarían a funcionar idóneamente. Y desafortunadamente,
Elmore fue capturado por los chilenos días antes de la batalla.
Al llegar a Arica la noticia de la derrota del ejército
aliado peruano-boliviano en la batalla de Tacna (librada el 26 de mayo),
Bolognesi convocó a una junta de sus jefes, a la que asistieron 27 de ellos. El
acuerdo unánime que se tomó fue el de morir antes que rendirse y de agilizar
los trabajos de fortificación de la plaza. Hubo solo una voz discordante, la
del coronel Agustín Belaunde, comandante del batallón Cazadores de Piérola, el
cual se mostró a favor de la capitulación. Se dice que poco después, Belaunde
fugó hacia Tacna, escapando de un arresto que se le impuso como medida
disciplinaria.
Cuadro de Juan Lepiani titulado La respuesta (1894), que
representa al coronel Bolognesi, junto a su estado mayor, respondiendo
negativamente a la oferta de rendición del parlamentario chileno Juan de la
Cruz Salvo.
Bolognesi y los defensores de Arica guardaban la esperanza de
la llegada de refuerzos. En efecto, una división al mando del coronel Segundo
Leiva, de unos 3,000 hombres, había salido de Arequipa poco antes de la batalla
de Tacna, pero se retrasó y llegó a participar en dicha acción. Bolognesi envió
dos telegramas a Arequipa, fechados el 3 y el 5 de junio, respectivamente, donde
se denota su esperanza concentrada en la siguiente frase, que se ha hecho
proverbial: «Apure Leiva». Sin embargo, la ayuda nunca llegaría.
El 5 de junio de 1880, el mayor Juan de la Cruz Salvo fue
enviado por el mando chileno, como parlamentario para intimar a Bolognesi la
rendición de Arica. Salvo hizo énfasis en que la enorme diferencia numérica de
soldados, armamento y logística entre ambas fuerzas, resultaría en un inútil
derramamiento de sangre. Bolognesi le respondió: «Tengo deberes sagrados que cumplir
y los cumpliré hasta quemar el último cartucho», y repitió su respuesta en
presencia de sus oficiales y con el completo respaldo de estos.
Los oficiales que acompañaron al Bolognesi en la «sala de la
respuesta» eran, según la lista establecida por el historiador Gerardo Vargas,
los siguientes: el capitán de navío Juan Guillermo More; los coroneles José
Joaquín Inclán, Justo Arias y Aragüez, Marcelino Varela, Alfonso Ugarte y
Mariano E. Bustamante; los tenientes coroneles Manuel J. La Torre, Ramón Zavala,
Benigno Cornejo, Francisco Chocano, Juan Pablo Ayllón y Roque Sáenz Peña; y el
capitán de fragata José Sánchez Lagomarsino (comandante del monitor Manco
Cápac). Otra versión incluye a los tenientes coroneles Ricardo O'Donovan y
Francisco Cornejo.
El 6 de junio hubo un último intento del mando chileno de
intimar a la rendición a Bolognesi, enviando en calidad de parlamentario al
ingeniero Elmore. Pero el mando peruano se negó a recibirlo como tal, pues
siendo Elmore un prisionero peruano, contrariaba las prescripciones militares
del caso.
Antes de regresar al campamento chileno, Elmore aprovechó la
oportunidad para describir a sus compatriotas la situación del lado chileno y
les previno que el ataque enemigo vendría por el sector Este, como
efectivamente ocurriría.
La batalla de Arica
El último cartucho. Óleo del pintor peruano Juan Lepiani, que
representa el último instante de vida del coronel Bolognesi, quien, revólver en
mano, cumplió su promesa de pelear «hasta quemar el último cartucho». A su lado
yace muerto el capitán de navío Juan Guillermo More.
Tras varios días de sitio y bombardeo, y debido a las
numerosas bajas recibidas en el intento de doblegar a las defensas peruanas de
Arica por vía marítima, el mando chileno acordó finalmente un ataque masivo
terrestre. El encargado de dirigir la operación fue el coronel Pedro Lagos.
Previamente, se realizó un masivo bombardeo sobre Arica.
En la madrugada de 7 de junio de 1880, los chilenos desataran
el asalto de Arica por el sector Este, donde se hallaban los fuertes Ciudadela
y Este. Se inició así la batalla de Arica. La primera acometida chilena la
recibió el fuerte Ciudadela, donde dieron férrea resistencia los batallones
Granaderos de Tacna y Artesanos de Arica. Allí murió luchando bravamente el anciano
coronel Justo Arias y Aragüez y destacó el cabo Alfredo Maldonado, que voló a
costa de su vida el polvorín, lo que mató a diez soldados chilenos y a otros
más peruanos. Ello originó la feroz represión de los chilenos, que lanzaron la
consigna de no hacer prisioneros.
Caída la Ciudadela, el fuerte Este concentró la arremetida
Chilena; su jefe, el coronel Marcelino Varela, resultó herido y fue reemplazado
por el comandante Francisco Chocano. En la defensa de este fuerte cayeron José
Joaquín Inclán (comandante general de la VII División), Ricardo O'Donovan (jefe
del Estado Mayor de la VII División) y Francisco Cornejo (segundo jefe del
batallón Cazadores de Piérola).
Caídos los fuertes Ciudadela y Este, Bolognesi ordenó a los
batallones Iquique y Tarapacá (que se hallaban en el sector Norte) que se
replegaran hacia el Morro; estos batallones estaban al mando del coronel
Alfonso Ugarte. En esta maniobra cayeron el teniente coronel Ramón Zavala (jefe
del batallón Tarapacá) y Benigno Cornejo (segundo de Zavala), así como el
coronel Mariano Bustamante (jefe de estado mayor de la VIII División).
Bolognesi intentó también activar las minas que harían volar el Morro, pero
estas no funcionaron.
El uniforme de combate que usó Bolognesi durante la Batalla
de Arica.
En el Morro se concentraron 400 defensores peruanos al mando
de Bolognesi, Manuel J. La Torre, Alfonso Ugarte, Roque Sáenz Peña y Juan
Guillermo More. Los chilenos asaltaron el Morro avanzando desde Cerro Gordo. En
medio de la feroz pelea cuerpo a cuerpo que se desarrolló en la cima del Morro,
el coronel Bolognesi cayó herido de bala, pero aun así empuñó su revólver para
seguir luchando, instante en el que murió por efecto de un culatazo en la
cabeza (otra versión habla de un balazo) y sus restos fueron defendidos por sus
soldados hasta el exterminio de estos. Al lado de Bolognesi sucumbió el capitán
de navío Juan Guillermo More, jefe de las baterías del Morro, que se batió
hasta el último instante de su vida con un revólver y una espada en cada mano.
Otra escena considerada heroica lo dio el sargento mayor
Armando Blondel, tercer jefe del Artesanos de Tacna, quien junto con cuatro
soldados defendió el pabellón peruano, hasta caer bajo las balas enemigas.
Luego, el coronel Alfonso Ugarte, según una versión transmitida por el
historiador Clements Markham, tomó el pabellón y montado a caballo se lanzó
desde lo alto del Morro hacia el precipicio. En el sector Norte, el teniente
coronel Juan Pablo Ayllón, hizo volar las Baterías San José, Dos de Mayo y
Santa Rosa, para que no cayeran en poder del enemigo. Por su parte, el
comandante Lagomarsino hundió a su buque, el monitor Manco Cápac.
Murieron en Arica unos 900 defensores peruanos, es decir,
casi los dos tercios de las fuerzas totales; el resto fue tomado prisionero.
Tan elevado número de víctimas peruanas se debió a que muchos heridos y
prisioneros fueron fusilados por los chilenos. Hubo también saqueos, incendios
y ataques a los consulados, entre otros desmanes desatados por las tropas
vencedoras. Todos estos excesos se dieron, a decir de los mismos chilenos, en
represalia por la explosión de algunas minas durante la batalla, que les
causaron algunas bajas.
Sarcófago de Bolognesi en la Cripta de los Héroes de la
Guerra del Pacífico en el cementerio Presbítero Maestro.
Los restos de Bolognesi fueron trasladados al Perú en julio
de 1880, a bordo del transporte Limeña, junto con los restos de otros dos
caídos en Arica: Juan Guillermo More y Ramón Zavala. Fueron inhumados en 1908
en la Cripta de los Héroes del Cementerio Presbítero Maestro.
Homenajes
Plaza Bolognesi de Lima.
Una vista actual del monumento al héroe en la Plaza de su
nombre, en Lima.
El 5 de noviembre de 1905 se inauguró en la ciudad de Lima el
monumento en su homenaje, en la llamada desde entonces Plaza Bolognesi, situada
en las intersecciones de las avenidas Magdalena (hoy Brasil), Breña (hoy
Arica), Alfonso Ugarte y el Paseo Colón. Gobernaba entonces en el Perú el
presidente José Pardo y Barreda, en su primer gobierno. A la ceremonia asistió
uno de los sobrevivientes de la defensa de Arica, el argentino Roque Sáenz
Peña, con rango de general del ejército peruano, quien para el desfile militar
recibió el mando de la línea. Delante de la estatua de su antiguo jefe, la
emoción le impidió leer su discurso, y se limitó a decir: «¡Presente, mi
coronel!»
El discurso de Sáenz Peña contenía este párrafo:
"¡Pelearemos hasta quemar el último cartucho!
Provocación o reto a muerte, soberbia frase de varón, condigno juramento de
soldado, que no concibe la vida sin el honor, ni el corazón sin el altruismo,
ni la palabra sin el hecho que la confirma y la ilumina para grabarla en el
bronce o en el poema, como la graba y la consagra la inspiración nacional. Y el
juramento se cumplió por el jefe, y por el último de sus soldados, porque el
bicolor peruano no fue arriado por la mano del vencido, sino despedazado por el
plomo del vencedor".
La escultura original de la Plaza Bolognesi, obra del
escultor catalán Agustín Querol, representaba al héroe aferrándose a una
bandera y con la cabeza en alto, en el preciso momento en que muere en la
batalla. En los años 1950, por decisión del gobierno del general Manuel Odría,
fue reemplazada por otra estatua, obra del escultor peruano Artemio Ocaña. En
esta nueva representación, se ve al héroe en actitud triunfante y levantando la
bandera del Perú. Como explicación a este cambio, se adujo que la efigie de
Bolognesi debía mostrar una expresión más digna de un héroe. Cada 7 de junio se
celebra en esta Plaza el Día de la Bandera, con la presencia de las altas
autoridades del gobierno.
Por decreto supremo del 2 de enero de 1951 (Gobierno de
Manuel A. Odría) fue declarado Patrono del Ejército del Perú y se instituyó el
4 de noviembre, día de su nacimiento, como Día del Soldado.34 Fue elevado al
grado de Gran Mariscal del Perú por Ley N.º 25128 del 30 de noviembre de 1989.
La casa donde nació Bolognesi, en el jirón Cailloma 125,
Lima, fue restaurada por el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada y
convertido en el Museo de los Combatientes del Morro de Arica, inaugurándose en
1975. Su restauración interior estuvo a cargo del arquitecto Alfonso
Estremadoyro, que le devolvió su prestancia colonial, mas no así la fachada, de
cuya restauración se encargó el Instituto Nacional de Cultura.
También en su homenaje una calle en la ciudad de Arica lleva
actualmente el nombre de "calle Bolognesi"; además, es recordado en
la "Casa Bolognesi", el inmueble donde respondió el pedido de
rendición, actualmente de propiedad del Estado Peruano y cubierta por las
disposiciones contenidas en el artículo séptimo del Tratado de Lima de 1929.
Su mayor efigie se encuentra en la ciudad de Tacna, una
estatua gigante junto al Arco Parabólico en el Paseo Cívico donde cada domingo
se realiza una ceremonia con el juramento expresado por Bolognesi: "Tengo
deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último
cartucho". Asimismo, en 1929 fue fundado el Coronel Bolognesi Fútbol Club
de la ciudad de Tacna.
En la ciudad de Arequipa, en su homenaje, se inauguró en 1952
el Colegio Militar Francisco Bolognesi. Su estatua se encuentra en el patio de
Honor de dicho colegio, así como en la Plaza Bolognesi de la ciudad. También
una calle principal de la ciudad lleva el nombre de Bolognesi.
Una de las avenidas principales de la ciudad de Chiclayo
lleva también su nombre.
https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Bolognesi
Miguel Iglesias (1883-1886)
Miguel Iglesias Pino de Arce nació en Celendín (Cajamarca),
el 11 de junio de 1830. Fue un militar y político peruano que ocupó la
Presidencia del Perú. Es conocido por ser el autor del Grito de Montán, con el
que se abrió paso a las negociaciones de paz durante la Guerra del Pacífico con
sesiones territoriales, la entrega de Tarapacá y Arica a Chile.
Prefecto de Cajamarca
Fue hijo del español Lorenzo Iglesias Espinach y de Rosa Pino
de Arce. Desde joven, Iglesias se dedicó a la administración de las propiedades
de su familia en Cajamarca. Se desposó con Concepción Posada.
En 1865, fue designado prefecto de Cajamarca. Durante el
conflicto con España de 1866, encabezó un batallón que marchó hacia Lima. Por
sus acciones, se le concedió el grado de Coronel.
En 1872, fue nuevamente prefecto de Cajamarca.
Guerra del Pacífico
Tras la declaratoria de guerra, en 1879, organizó un batallón
de 3,000 hombres y junto a ellos se trasladó a Lima. En la madrugada del 22 de
diciembre de 1879, se unió a los batallones que secundaron a Nicolás de Piérola
para deponer al vicepresidente Luis La Puerta y juntos tomaron El Callao.
Inmediatamente después, Iglesias fue designado Ministro de Guerra por Piérola.
Defensa de Lima
Iglesias participó luego de la Batalla de San Juan. En la
noche del 12 de enero de 1881, el primero de los cuerpos de ejército, bajo su
jefatura, cubría las avenidas de Lurín proyectándose sobre Chorrillos, Villa y
Santa Teresa, y formando la derecha.
Iglesias recuperó las posiciones del cerro Santa Teresa pero
se dio cuenta que estaba rodeado por retaguardia, por lo que tuvo que
retroceder para abrirse paso hacia el malecón.
Iglesias fue hecho prisionero después de una desesperada
resistencia en Chorrillos alrededor de las 12:30 pm. Junto con Guillermo
Billinghurst, Carlos de Piérola y Miguel Valle Riestra. Entre los muertos se
encuentra Alejandro Iglesias, hijo de Miguel Iglesias.
Después de la ocupación de Lima el coronel Miguel Iglesias
fue puesto en libertad y regresó a Cajamarca. Autorizado a retirarse a su
hacienda, lo hizo bajo el compromiso de apartarse de la actividad política, lo
que cumplió todo el año de 1881.
Iglesias en el Norte del Perú
Al trasladarse el Presidente Lizardo Montero con sus
Ministros a Huaraz en febrero de 1882 designó a Iglesias, como el militar de
mayor jerarquía, Jefe Superior Político y Militar del Norte
En 1882, se enfrentó a las tropas chilenas en las cercanías
de su hacienda, en lo que se conoce como la batalla de San Pablo, donde resultó
triunfador.
Presidente Regenerador
Más adelante asumió el mando de los departamentos del norte,
y estableció un gobierno en Trujillo en julio de 1882. El 31 de agosto de 1882,
Iglesias emitió el célebre Manifiesto de Montán exigiendo la paz, aún con
cesiones territoriales; autorizó el inicio de conversaciones con el enemigo y
convoco una Asamblea en el Norte para obtener su respaldo.
Por ley del 30 de diciembre la Asamblea estableció el Poder
Ejecutivo con un jefe responsable que lo presidiría con la denominación de
Presidente Regenerador de la República y un ministerio igualmente responsable.
La Asamblea el 1 de enero designó a Iglesias Presidente Regenerador.
El 5 de enero la Asamblea otorgó al presidente Iglesias
plenos poderes para tratar de la paz con el enemigo. La Asamblea no fue
reconocida por Piérola (que acababa de llegar de Europa), ni por Cáceres, ni
por Montero.
El 3 de mayo de 1883 la base del Tratado de Ancón ya estaba
acordada entre Patrico Lynch y Miguel Iglesias quien firma este convenio
inicial desde Cajamarca.
Fin de la Guerra: El Tratado de Ancón
El 20 de octubre de 1883 terminó en Ancón la discusión de los
términos del tratado de paz. Una vez firmado el Tratado de Ancón, el 11 de
marzo de 1884 la Asamblea Constituyente aprobó el Tratado. Iglesias marchó
hacia Lima para asumir el gobierno del país, enarbolándose nuevamente el
bicolor peruano en el palacio de gobierno, pronunciando las siguientes
palabras: "Más valores necesario para sostener dignamente la desgracia que
para rendir la vida en un rapto de desesperación".
Aun cuando el Presidente Iglesias ostentaba el cargo de
manera constitucional, no consiguió el apoyo de lo que quedaba de la Élite
Peruana, quienes más bien trataban de acercarse a Cáceres.
Guerra Civil y exilio
De acuerdo a la Asamblea Constituyente de 1884, Iglesias ya
debía retirarse del gobierno y llamar a elecciones. Sin embargo, este prefirió
permanecer en el poder y exigir el sometimiento incondicional de Andrés A.
Cáceres. Por su parte, Cáceres procede a proclamarse Presidente el 16 de julio
de 1884, argumentando el quiebre del orden constitucional.
Las fuerzas de Iglesias y Cáceres en un primer momento se
enfrentaron en Lima y después en Trujillo. Ante sus derrotas en la costa norte,
Cáceres se retiró al centro sur: Cusco, Arequipa, Apurímac y Ayacucho, donde
pudo reorganizar su ejército para volver a atacar.
Para 1885, después de un enfrentamiento en la sierra central
y otra derrota en Lima el 3 de diciembre de 1885, Iglesias renunció a la
presidencia. Antonio Arenas, Presidente del Consejo de Ministros, asume la
Presidencia, dando paso a una transición constitucional. Iglesias parte al
exilió en España.
Regresó cuando había sido elegido senador de Cajamarca, pero
la muerte lo sorprendió en Lima, el 7 de noviembre de 1909.
Adonde.com
José Olaya Balandra
José Silverio Olaya Balandra (Chorrillos, 1782 o 1795-Lima,
29 de junio de 1823) fue un mártir en la lucha por la Independencia del Perú.
Pescador de oficio, se ofreció como emisario secreto entre el gobierno independiente
refugiado en los castillos del Callao y los patriotas de Lima, ciudad ocupada
entonces por los realistas. Fue descubierto, apresado y sometido a tormento
para que revelara los nombres de los patriotas implicados en las misivas, pero
permaneció callado. Fue fusilado y antes torturado en un pasaje que hoy lleva
su nombre, y que se halla en las inmediaciones de la Plaza Mayor de Lima.
Biografía
Según datos recogidos por Ismael Portal, José Olaya Balandra
nació en la villa de Chorrillos, en 1782, como hijo de un pescador chorrillano
apellidado Olaya, y de Melchora Balandra, siendo sus hermanos Cecilio,
Mercedes, Narcisa, Josefa y Manuela. Portal se basó en informaciones de los
parientes del mártir que todavía vivían en la época en que publicó su libro
(1899).
Otro de los biógrafos de Olaya, Luis Antonio Eguiguren, que
investigó en diversos archivos, sostiene que los padres del mártir se llamaban
José Apolinario Olaya y Melchora Balandra, ambos chorrillanos, que tuvieron
doce hijos en total, el segundo de los cuales fue José Olaya.
Existen sin embargo dudas sobre el año del nacimiento. Al
parecer, Portal solo se limitó a copiar el año que aparece grabado en el
retrato del mártir, pintado por el maestro José Gil de Castro, que fue
contemporáneo de Olaya.
Eguiguren no se ocupa del asunto del natalicio y supone que
la partida de bautizo que aclararía la duda debió desaparecer durante el
incendio de Chorrillos ocasionado por las tropas chilenas en 1881. Daba así por
hecho que Olaya fue bautizado en la iglesia de Chorrillos. Existe otra versión
que afirma que el año de su nacimiento fue 1795.
Otro asunto controvertido ha sido su apellido. El marino y
geógrafo Germán Stiglich (1877-1928), al revisar los cuadernos de matrícula de
los puertos peruanos, no encontró ningún Olaya (apellido español), pero si
varios Laya (nombre de origen prehispánico). Stiglich llegó incluso a afirmar
que el verdadero nombre del mártir era José O. Laya, afirmación que fue
recogida y difundida por el historiador Juan José Vega.
Olaya era de cuna humilde, de raza indígena, y vivía de la
pesca artesanal en la villa de San Pedro de Chorrillos, una ranchería de
pescadores al sur de la ciudad de Lima, que era célebre por sus baños adonde
acudían las personas de la clase alta limeña.
Se dice que su padre José Apolinario simpatizó con pasión por
la causa independentista, al punto que no le gustaba mencionar al pejerrey por
su nombre, por ser de reminiscencia monárquica, y llegó incluso a bautizar a su
mejor red de pesca como «red de pejerreyes de la patria», nombre más acorde a
su ideología. Murió en 1822, legando a su hijo su oficio y su amor a la patria
libre.
Se dice que Olaya era un excelente nadador y que en una
pequeña balsa cubría la ruta de Chorrillos a la isla de San Lorenzo, y de allí
al Callao, llevando pescado para su venta.
También una versión asegura que empezó a servir a la causa
patriota desde muy temprano, cuando arribó a las costas peruanas la Escuadra
Libertadora al mando de Thomas Cochrane en 1820. En esa ocasión visitó las
naves de dicha escuadra y se ofreció a llevar correspondencia para los
patriotas del Callao, y luego para los de Lima.
La independencia del Perú, declarada por primera vez en
Huaura en el mes de noviembre de 1820 y el 28 de julio de 1821 en Lima, por el
general José de San Martín, solamente se hizo efectiva en Lima y en el norte;
pero Cuzco, la sierra central y el sur aún estaban bajo el dominio del ejército
realista en su mayoría conformado por indígenas y mestizos leales al Rey-;
estos en más de una ocasión volvieron a amenazar Lima y el Callao.
Cuando San Martín regresó de Guayaquil después de una
conversación secreta con Simón Bolívar, instaló el Congreso Constituyente de
1822, e inmediatamente renunció a su cargo de Protector del Perú. El Congreso
nombró como Presidente de la República a José de la Riva Agüero. El ejército
realista, al mando de José Ramón Rodil, aprovechando que las tropas patriotas
se encontraban lejos, tomó Lima. Los miembros del Congreso se refugiaron en la
Fortaleza del Real Felipe en el Callao. Allí se encontraba también el general
venezolano Antonio José de Sucre, que enviara el Libertador Bolívar con una
avanzada de su ejército.
Fue en ese contexto que ocurrió el sacrificio de José Olaya.
Sucre necesitaba imperiosamente comunicarse con los patriotas de Lima, ya que
quería conocer los movimientos de los realistas y los pertrechos con los que
contaban. Olaya se ofreció una vez más a ser el portador de los mensajes. Se
contactó en Lima con Juana de Dios Manrique, una aristócrata y patriota que era
sobrina de Antonio Riquero, antiguo contador mayor y uno de los refugiados en
el Callao; este personaje era el nexo con Sucre.
Olaya llevaba ocultamente los mensajes escritos, cubriendo la
ruta entre Chorrillos y Lima, simulando llevar pescado para su venta en la
ciudad; esa ruta, de 15 km, estaba muy vigilada por los realistas, de modo que
el riesgo era muy grande. No obstante, Olaya hizo el recorrido muchas veces; se
ignora cuántas exactamente. Los realistas empezaron a sospechar que alguien
filtraba informaciones y redoblaron la vigilancia.
El 27 de junio de 1823, cuando llevaba, entre otros recados,
una carta de Sucre para Narciso de Colina (un patriota limeño), Olaya fue
descubierto (se dice que por una delación [cita requerida]). Emboscado por un
piquete de soldados realistas -indígenas y mestizos en la calle de Acequia Alta
(actualmente en el cruce de la cuadra 5 de los jirones Caylloma y Moquegua),
antes de ser apresado arrojó las cartas en una acequia; otra versión, menos creíble,
dice que se comió las misivas.
«De nada sirvieron halagos, promesas, apaleamientos,
extracción de las uñas, trituración de pulgares, ni la presencia dolorosa de su
madre. ¡Que terrible dilema!: escoger entre el afecto entrañable a la madre o
la seguridad de los patriotas. Era preferible que su madre lo llorase muerto a
que se avergonzara de verlo vivo, manchado por la traición».
Llevado al Palacio del Virrey ante la presencia de Rodil,
éste intentó que delatara a los patriotas comprometidos con las cartas,
ofreciéndole a cambio premios y mucho dinero; como no diera efecto, recurrió a
las amenazas. Como Olaya permaneciera incólume, fue torturado. Sufrió doscientos
palazos, le arrancaron las uñas y lo colgaron de los pulgares. Pero Olaya no se
amilanó ante el dolor y permaneció en silencio.6 Incluso le llevaron ante su
presencia a algunas personas arrestadas por sospecha de estar comprometidas con
los patriotas del Callao (una de ellas era Antonia Zumaeta de Riquero), pero
ante cada una de ellas Olaya negó conocerlas. También su madre fue llevada a su
presencia, pero ni aún con eso se quebró. Se dice que, en medio de las
torturas, pronunció su célebre frase:
«Si mil vidas tuviera gustoso las perdería, antes de
traicionar a mi patria y revelar a los patriotas».
Finalmente, fue sentenciado a pena de muerte por fusilamiento
bajo el cargo de traición. A las once de la mañana del 29 de junio de 1823, fue
llevado a un pasaje aledaño a la Plaza Mayor de Lima, llamado entonces Callejón
de los Petateros, y que ahora tiene su nombre: Pasaje Olaya. Sus verdugos,
según la costumbre, le preguntaron si tenía un último deseo.
Olaya pidió que se le sepultara con la escarapela rojiblanca,
el emblema de su patria libre, deseo que se le concediera. Luego, se procedió a
su fusilamiento. Su cadáver fue arrastrado a la Plaza de Armas y allí
decapitado por el verdugo. Permaneció toda la tarde en exhibición pública,
hasta que, por la noche, unos pescadores chorrillanos lo pusieron en una
carreta y se lo llevaron a sepultar a su tierra natal, con su escarapela
bicolor prendida en su pecho. Actualmente se desconoce en qué parte de
Chorrillos está su cuerpo.
Homenajes
Pasaje Olaya, visto desde la Plaza de Armas de Lima.
El Presidente José Bernardo de Tagle, expidió un Decreto
Supremo el 3 de septiembre de 1823, destinado a honrar la memoria del héroe.
Dicha norma establece:
«Por 50 años pasará revista del comisario José Olaya como Sub
Teniente vivo de la Infantería del Ejército en el Estado Mayor de la Plaza;
Cuando sea nombrado en dicho acto, el Sargento Mayor de dicha
plaza responderá: ¡Presente en la mansión de los héroes!
En la Municipalidad de esta capital se formará un libro en
que, con precedente conocimiento y decreto del gobierno se escriban los hechos
patrióticos dignos de eterna memoria, y en su primera página se copiará este
decreto para que la fama del patriota Olaya se trasmita también a los siglos.
La Municipalidad del pueblo de Chorrillos deberá celebrar
todos los años el 29 de Junio unas solemnes exequias en la iglesia de la misma
población a beneficio del alma del patriota Olaya, y concurriendo a ella la misma
Municipalidad; tendrá en aquel acto asiento entre los alcaldes el pariente más
cercano del referido Olaya.
En la sala de la Municipalidad del pueblo de Chorrillos se
podrá un lienzo en el que se halle escrito lo siguiente:
El patriota José Olaya sirvió con gloria a la patria y honró
el lugar de su nacimiento».
El Ejército del Perú lo proclamó «Patrono del Arma de
Comunicaciones».
Sus principales biógrafos han sido Ismael Portal, autor de
Morir por la patria, el mártir José Olaya (1899), y Luis Antonio Eguiguren,
autor de El mártir pescador José Silverio Olaya y los pupilos del Real Felipe
(1945).
El pintor peruano José Gil de Castro (1785-1841), su
coetáneo, es autor de un retrato suyo, que se exhibe en el Museo Nacional de
Arqueología, Antropología e Historia del Perú.
Olaya fue fusilado el mismo día en que su lugar de
residencia, Chorrillos, se encontraba celebrando la festividad al patrón de los
pescadores, San Pedro. Chorrillos viene celebrando todos los años, en su
homenaje, un concurrido desfile cívico-militar, donde participan innumerables
instituciones de todo Lima, en el malecón Grau, frente al mar.
En la ficción
En 2021 se estrenó la serie de televisión Los otros
libertadores, donde Olaya fue interpretado por Pietro Sibille.
Capturado se comió la cartas comprometedoras. Fue condenado a
muerte y fusilado en la plaza de armas de Lima el 29 de junio de 1823.
https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Olaya
Alejandro Granda Relayza.
Alejandro Granda Relayza (Callao, 26 de noviembre de 1898 -
Lima, 3 de septiembre de 1962).
fue un tenor peruano, considerado por sus aptitudes vocales y
escénicas el mejor de América. Es la figura máxima de la lírica peruana y la
que mereció mayor reconocimiento mundial.
Biografía
Conocido internacionalmente como Alessandro Granda, fue hijo
de Vicente Granda y de Teresa Relayza. En su juventud se desempeñó como
maquinista en un barco de la Compañía Peruana de Vapores, afincado en el puerto
del Callao, hasta alcanzar el grado de cuarto maquinista de la Marina Mercante
del Perú.
Tenía la costumbre de cantar en la cubierta de los buques en
los que trabajaba junto a sus amigos. En una de estas ocasiones es escuchado
por casualidad por el capitán de la marina, Manuel Torrico, imitando una
grabación de opera que había oído.
El Cap. Torrico quedando admirado y le dijo: "Muchacho,
tienes una gran voz... yo voy a ayudarte" y lo llevó a la afamada
compositora y música, Rosa Mercedes Ayarza para que le diese apoyo.
De su mano, Granda debutó con gran éxito el 9 de octubre de
1924, en el Teatro Forero, espacio que fuera construido entre 1916 y 1920, por
el ingeniero italiano Alfredo Viale y en 1929, se convirtió en el Teatro
Municipal de Lima.
Su primera presentación pública creó en torno del cantante un
movimiento de simpatía que llegó a las esferas oficiales, es así que la
compositora lo presenta con el entonces presidente de la república Augusto B.
Leguía quien, diciendo: "El Perú también tiene un Caruso", le otorgó
una beca integral para educar sus aptitudes vocales en Italia, ya que su país
no podía ofrecerle las posibilidades de desarrollarse artísticamente.
El viaje a Italia
En 1924, el cantante viajó a Milán, donde desarrolló sus
facultades vocales en el Conservatorio Giuseppe Verdi de la ciudad, con los
profesores Alfredo Cecchí y Arnaldo de Marzi, quienes lo entrenaron a fin de
presentarse ante el público italiano. Se estrenó con la ópera Iris de Mascagni,
en el Teatro Social de Como, el 26 de febrero de 1927, bajo la dirección del
maestro Giacomo Armani. Siguió entonces una larga y fructífera carrera, durante
la cual cantó con creciente éxito en los teatros Carlo Felice de Génova, San
Carlo de Nápoles, La Fenice de Venecia, Massimo de Palermo, Regio de Parma,
Comunal de Bolonia y muchos otros de Italia.
Posteriormente cantó en escenarios de Madrid, Barcelona, San
Sebastián, Bilbao, Valencia, Lisboa, Oporto, París, Vichy, Montecarlo, Leipzig,
Hamburgo, Bremen, Múnich, Baden-Baden, Breslavia y en algunas ciudades de
Letonia, Estonia, Finlandia, Rumania, Hungría y Egipto.
Su consagración artística la alcanzó en el Teatro La Scala de
Milán, al ser elegido por Toscanini para el estreno en Italia del Salmo húngaro
de Zoltán Kodály, en 1928. Con el mismo maestro cantó Rigoletto, en compañía de
Toti dal Monte y Carlo Galeffi. Además, Granda fue el primer tenor en grabar
una ópera completa llevando a los surcos de 78 revoluciones la ópera Tosca.
Consagrado por el público europeo como uno de los sucesores de Enrico Caruso,
volvió al Perú en 1932.
Recibió fervorosas manifestaciones, que se sucedieron en
numerosos conciertos y espectáculos líricos. La única temporada de ópera que
dio Granda en Lima fue en 1933 con Tosca, en el Teatro Segura, al lado de la
soprano peruana María Elena Campos. Fue un lleno total, tanto que se derrumbó
la escalera de la cazuela.
Últimos años
En 1932, viajó a Chile contratado para cantar Tosca, La
traviata, Lucia di Lammermoor, La bohème, Mefistofele, Rigoletto e Iris; vuelve
en 1946 para cantar Carmen de Bizet. En 1934, llegó a los Estados Unidos y pasó
nuevamente a Italia, donde permaneció en constante actividad hasta el término
de la Segunda Guerra Mundial.
Consagrado a la enseñanza, permaneció algunos meses en
Estados Unidos y México hasta su segundo regreso al Perú en 1946. A sus
condiciones vocales el tenor Alejandro Granda agregaba una rica experiencia
escénica, desarrollada en su vasto repertorio lírico. De temperamento
apasionado, su carácter se ajustaba perfectamente al tipo de ópera verista en
el que ganó sus mejores aplausos.
En 1947, el gobierno le confirió la Orden del Sol del Perú,
en mérito a sus excelentes calidades artísticas. A la postre fue incorporado al
Conservatorio Nacional de Música como maestro de canto.
Alejandro Granda, murió sorpresivamente de un derrame
cerebral en septiembre de 1962 y fue sepultado con todos los honores en el
Cementerio Baquíjano, de su ciudad natal, el puerto del Callao.
Murió en Lima, el 3/09/1962.
https://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Granda_Relayza
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