Tres aborígenes que hicieron aportes al pueblo de Perú
Manco Cápac
Manco Cápac (en quechua, Manqu Qhapaq, 'Fundador real') o
Ayar Manco, según algunos cronistas, fue el primer gobernador y fundador de la
cultura inca en el Cuzco (inicios de siglo XIII). Es el protagonista de las dos
leyendas más conocidas sobre el origen de los incas. Tuvo como esposa principal
a Mama Ocllo (con quien engendró a su sucesor Sinchi Roca) y otras esposas más
como Mama Huaco de quien se dice que era una mujer aguerrida. Si bien su figura
es mencionada en crónicas y se tiene como base para la explicación histórica
del origen de los incas, su existencia real no está del todo clara.
Algunos historiadores consideran a Manco Cápac un personaje
mítico poniendo así en duda su existencia como personaje histórico. Sin
embargo, la mayoría de autores lo consideran un personaje real y basan sus
argumentos en pruebas como la descendencia de su familia real llamada Chima
Panaca,a la cual mantuvo su lugar en la nobleza incaica hasta la conquista
española. También se basan en pruebas arqueológicas como su propio palacio, el
Inticancha (ahora Coricancha), ambos prevalecen en el Cuzco moderno y según las
crónicas fueron hechas por Manco Cápac.
Por lo tanto, la historia oficial acepta que Manco Cápac fue
un personaje histórico, caudillo y líder religioso de una antigua tribu nómada
o migrante, antepasado y fundador de un linaje atestiguado en el Cuzco. Si bien
muchos rasgos de su epopeya son obviamente legendarios, lo cierto es que, según
la historiadora María Rostworowski, todo pueblo conserva en sus epopeyas y
leyendas, en forma metafórica, la verdad de sus lejanos recuerdos.
Origen de la etnia incaica
El primer Inca: Manco Cápac; dibujo de Felipe Guamán Poma de
Ayala en Nueva crónica y buen gobierno (1615).
Manco Cápac es el protagonista de las dos principales
leyendas que explican el origen de la civilización incaica. Ambas leyendas
coinciden en que fue él el fundador de la etnia inca en el Cuzco, en que su
esposa principal fue Mama Ocllo.
Leyenda de los hermanos Ayar
La leyenda de los hermanos Ayar es una leyenda en la
tradición oral inca en la cual se cuenta que cuatro hermanos con sus cuatro
esposas salen de la ventana llamada Capatoco, ventana central del Templo de las
tres ventanas en el cerro Tamputoco, el cual estaba en el pueblo de
Paucartambo, enviados por su padre el dios Sol (Inti) para civilizar a la gente
que vivía muy salvajemente. El escritor peruano Abraham Valdelomar aporta a
esta leyenda creándoles vicisitudes y conflictos a los hermanos, tornándola en
un magnífico cuento llamado Los hermanos Ayar, el cual se encuentra en su
cuentario "Los hijos del Sol".
Finalmente, uno de
estos cuatro hermanos, Ayar Manco, llegaría a fundar la ciudad inca de Qosqo
(Cuzco actual) siendo, así, el primer gobernante de la cultura inca llamado
desde entonces Manco Cápac.
Leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo
Leyendas sobre el origen del Imperio inca
Leyenda en la cual se cuenta que Manco Cápac y Mama Ocllo,
pareja de esposos y hermanos hijos del dios sol, nacen de las espumas del Lago
Titicaca, recibiendo el encargo de dirigirse hacia el norte llevando una vara
de oro, con la misión de fundar la capital del futuro imperio en un lugar
fértil. El sitio de fundación sería marcado por el lugar donde se hundiría el
báculo sagrado de Manco Cápac, cosa que sucedió en el valle del río Huatanay,
en las faldas del cerro Huanacaure, en Cuzco.
Sin embargo, al carecer de una tradición escrita, solamente
de aquella que se inició con la publicación de "Comentarios reales de los
incas", obra del Inca Garcilaso de la Vega, la autenticidad de esta
leyenda como leyenda inca se pone en duda. Algunos afirman inclusive que
Garcilaso fue el autor intelectual de esta leyenda cerca del año 1609.
Manco Cápac es protagonista de dos leyendas más conocidas
sobre el origen de los incas; no obstante, la historia oficial tiene su propia
versión sobre la base de crónicas.
Estas dos leyendas coinciden en indicar una ruta de migración
de sur a norte (proveniente del altiplano peruano), donde la búsqueda de tierra
fértil se hace evidente. Es probable que los fundadores de la cultura inca
hayan sido expulsados del altiplano. Otro punto en común es la idea de la
«ordenación» del mundo: los fundadores míticos ordenan el Cuzco, lugar que se
hallaba en situación de caos por la pugna entre las etnias que vivían allí.
Biografía
Monumento al Inca, Plaza de Armas del Cuzco.
Según las evidencias encontradas en Cochapata, Manco Cápac
nació en Tamputoco, que según algunos especialistas está ubicado en la actual
provincia de Paruro, región Cuzco. La aldea solía servir de refugio de muchas
personas que escapaban de las invasiones aimaras del Altiplano. Su padre se
llamaba Apu Tambo, y su madre es tema de discusión, muchos dicen que fue la
esposa de Apu Tambo, Pachamach pero lo más probable es que sea Mama Huaco,
aunque Mama Huaco fue también su media hermana ya que fue hija de Apu Tambo.
Manco Cápac y su familia vivían un estilo de vida nómada.
Fundación del curacazgo inca
Muros exteriores de Colcampata, antiguo palacio de Manco
Cápac.
Tras la muerte de su padre, Manco Cápac tuvo que sucederlo al
frente del ayllu, al que pertenecían varias decenas de familias. Los miembros
del ayllu eran nómadas, y la trayectoria de sus viajes se asemeja al viaje
descrito en la leyenda de los hermanos Ayar, más no en el tiempo que les tomó
hacerlo.
Cuando su hijo Sinchi Roca llega a la edad de 20 años, Manco
Cápac lo compromete con Mama Coca, hija de Surik Huaman Señor de Sannon (hoy
San Sebastián).
Al llegar al valle del Cuzco, los incas derrotaron a tres
pequeñas etnias (Sahuares, Huallas y Ayar Uchos o Alcahuisas).
El terreno que ocuparon inicialmente los incas en el Cuzco
fueron los alrededores de donde hoy está la Plaza de Armas del Cuzco. En esa
época, era una zona pantanosa atravesada por dos riachuelos.
En Cuzco, Manco Cápac fundó cuatro barrios llamados:
Chumbicancha (barrio de tejedores), Quinticancha (barrio del picaflor),
Sairecancha (barrio de tabaco) y Yarambuycancha (¿barrio de alisal?).
El enseñó a los hombres a cazar y cultivar, y fundó el
Curacazgo del Cuzco gobernado por la dinastía Hurin Qusqu (Bajo Cuzco en
español) fundada por el mismo y se denominó primer Cápac Inca.
Las leyes
Manco Cápac hizo muchas leyes humanas y sabias, condenando
con pena capital el homicidio, el adulterio y el hurto; mandó que cada uno
tomase mujer de su propia familia, pero nunca antes de los 20 años de edad;
propuso el culto del Inti como primera divinidad y le labró un templo en el
Cuzco e inmediata a él una casa para las vírgenes consagradas a aquella deidad,
las cuales debían ser de la sangre real de los incas.
Lucha por la prevalescencia
Una vez establecidos en el Cuzco, Manco Cápac y su etnia
ocupaban solo una pequeña fracción del territorio del valle del Cuzco, otras
etnias más poderosas ocupaban el mismo valle e inclusive por el norte amenazaba
un estado confederado de Ayamarcas y Pinaguas. Todas estas etnias veían a los
incas como una etnia invasora y ciertamente lo eran. Manco Cápac durante su
permanencia en el gobierno tuvo que luchar y defenderse de los continuos
ataques de estas etnias. En algunas ocasiones, su sucesor Sinchi Roca tuvo que
pelear él mismo en la defensa contra estas etnias.
Templo del Sol en la Isla del Sol donde llegó a parar el
cuerpo momificado de Manco Cápac.
Fallecimiento
Tras una muerte natural, Manco Cápac fue momificado y
guardado en el Inticancha hasta el reinado de Pachacútec, quien ordenó su
traslado al templo del Titicaca su lugar natal. En el Cuzco solo quedó una
estatua en su honor. Fue Pachacútec también quien inventó y esparció las
leyendas del origen de los incas como un intento de "divinizar" las
hazañas incas y de promover la identidad y por ende la unificación de su imperio.
Fechas
Los años en que vivió y reinó Manco Cápac están envueltos en
una gran duda y debate entre los historiadores y cronistas, casi tanto como si
es un personaje histórico o uno mítico. Las fechas que dan los diversos
estudiosos varían incluso por varios siglos de diferencia, como las fechas de
Sarmiento de Gamboa (en 1572), el historiador se refiere a que el primer inca
nació en el año 521 y que reinó entre 565 y 656; es decir, vivió por 135 años y
reinó por 91 años. Según Cabello Balboa, (en 1586) reinó entre 945 y 1006; es
decir, por 61 años.
Otras fuentes hablan de 41 años de reinado, entre 1021 y
1062. Según Huamán Poma de Ayala, Vivió 160 años. Según otros historiadores
reinó por 28 años, entre 1150 y 1178., Según Inca Garcilaso de la Vega Reino 30
años entre 1200 y 1230, Las cifras más Tardías hablan de 30 años de reinado,
entre 1226 y 1256.
Obras
Se le atribuye la construcción del Inticancha, actual
Coricancha.
Su palacio, llamado Colcampata fue usado después de su muerte
como almacén de alimentos, posteriormente fue ahí donde se hospedó Sayri Túpac.
https://es.wikipedia.org/wiki/Manco_C%C3%A1pac
Túpac Amaru II
José Gabriel Condorcanqui Noguera (Surimana, Canas,
Virreinato del Perú, 19 de marzo de 1738-Cuzco, 18 de mayo de 1781) (quien en
una proclama firmó como José I), también conocido como Túpac Amaru II (en
quechua «serpiente resplandeciente»), fue un caudillo indígena peruano y líder
de la «Gran rebelión» contra la corona española que se dio en Hispanoamérica y
se inició el 4 de noviembre de 1780, nueve años antes de la Revolución
francesa, con la captura y posterior ejecución del corregidor Antonio de
Arriaga. Esta rebelión se desarrolló en el Virreinato del Perú y en el
Virreinato del Río de la Plata, ambos formando parte del Imperio español.
Túpac Amaru II era de origen mestizo, descendía de Túpac
Amaru I, cuarto y último de los Incas de Vilcabamba que siguieron luchando
contra los españoles hasta el año 1572. A la muerte de su padre, Túpac Amaru II
hereda el curacazgo de Surimana, Tungasuca y Pampamarca. Era adinerado y se
dedicaba al comercio ya que poseía un negocio de mulas usadas en esa época para
el transporte de mercancías. Por otro lado, fue criado (hasta los 12 años) por
el sacerdote criollo Antonio López de Sosa y luego en el Colegio San Francisco
de Borja, donde mostró preferencia por lo criollo llegando a dominar el latín y
a utilizar refinadas vestimentas hispanas. Posteriormente se vistió como un
noble inca cuando pretendió reclamar el Marquesado de Oropeza. También dominó y
usó la lengua nativa quechua.
Encabezó la mayor rebelión independentista en el Virreinato
del Perú. Fue el primero en pedir la libertad de toda Hispanoamérica de
cualquier dependencia, tanto de España como de su monarca, implicando esto no solo
la mera separación política sino la abolición de los impuestos (mita minera,
reparto de mercancías, obrajes), de los corregimientos, alcabalas y aduanas (14
de noviembre de 1780). Además, decretó la abolición de la esclavitud negra por
primera vez en la misma Hispanoamérica (16 de noviembre de 1780).
En Perú ha sido reconocido como el fundador de la identidad
nacional peruana. Fue utilizado como una figura capital para el Gobierno
Revolucionario de la Fuerza Armada del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975),
así como por varios movimientos políticos e incluso por movimientos terroristas
como el MRTA y desde entonces ha permanecido en el imaginario popular.
Infancia y juventud
José Gabriel Condorcanqui Noguera (en quechua kuntorkanki,
"tú eres un Cóndor") nació el 19 de marzo de 1738 en la localidad de
Surimana, provincia de Canas (Cuzco - Perú). Fue hijo de Miguel Condorcanqui
Usquiconsa y Carmen Rosa Noguera Valenzuela. Su padre fue curaca de tres
pueblos en el distrito de Tinta: Surimana, Pampamarca y Tungasuca, cargo que
heredó José Gabriel.
Durante su infancia vivió en Surimana, pero acompañaba a su
padre en sus viajes a lo largo del distrito y más lejos mientras este cumplía
sus deberes como curaca y ejercía su oficio de mercader. Estas expediciones
continuaron cuando José Gabriel se hizo mayor de edad y asumió el puesto y la
profesión de su padre.
Su educación inicial quedó a cargo de los padres López de
Sosa y Rodríguez. Por su condición de indígena noble estudió en el prestigioso
colegio San Francisco de Borja del Cuzco, dirigida por la orden de los jesuitas
para los hijos de los curacas. Posteriormente, estudió en la Universidad de San
Marcos. Obtuvo una esmerada educación, habiendo enviado España a sus mejores
profesores al Nuevo Mundo, donde aprendió la doctrina revolucionaria y
antiabsolutista propia de la Escuela de Salamanca, que dice que el depositario
real del poder, que siempre emana de Dios, era el pueblo y no el Rey, y que el
primero tenía derecho a la revolución, incluso al tiranicidio, si el segundo no
ejercía el gobierno del reino en beneficio del pueblo.
Dominaba el quechua, castellano y latín, destacando entre sus
lecturas los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega, las Siete
Partidas de Alfonso X de Castilla, las Sagradas Escrituras, el drama quechua
Apu Ollantay, así como posterior y clandestinamente textos de Voltaire y
Rousseau, en aquella época censurados.
El 25 de mayo de 1758, contrajo matrimonio con Micaela
Bastidas Puyucahua con quien tuvo tres hijos: Hipólito, Mariano y Fernando
(todos apellidados Condorcanqui Bastidas); seis años después de su matrimonio
fue nombrado curaca de los territorios que le correspondían por elemental
herencia. Condorcanqui fijó su residencia en la ciudad del Cuzco, desde donde
viajaba constantemente para controlar el funcionamiento de sus tierras.
Como curaca, José Gabriel mantenía derechos sobre la tierra.
También tenía intereses en la pequeña minería y campos de coca en Carabaya, al
sur, y poseía varias casas y una pequeña hacienda. Heredó 350 mulas de su
padre, las que usaba para trabajar el circuito Cuzco-Alto Perú, la ruta de comercio
que ligaba Lima y Cuzco con las sumamente importantes minas de Potosí. Las
personas lo reverenciaban por su herencia inca y, de acuerdo con muchos, por
sus educadas maneras y su disposición a defender al campesino pobre.
Debido a sus prósperas actividades económicas, empezó a
sufrir la presión de las autoridades españolas quienes lo sometían al pago de
prebendas, en especial por presión de los arrieros que vivían en la región de
la cuenca del Río de la Plata, quienes intentaban tener el monopolio del tránsito
de mineral por el Alto Perú.
A finales de la década de 1770, la apertura de Buenos Aires
al comercio del Alto Perú acabó con el monopolio comercial de Lima y significó
una mayor competencia para los productores del Cuzco que vendían sus mercancías
en Potosí y tenían que competir con las de Buenos Aires e, incluso, los de
España. Por otro lado, la extendida sobreproducción a lo largo de los Andes
empujó los precios a la baja. Más aún, en los años 1778 y 1779, un clima
extremadamente frío dañó las cosechas y dificultó los viajes.
En 1780, Túpac Amaru, quien también experimentó esta crisis,
tenía considerables recursos pero, del mismo modo, numerosas deudas. También
fue testigo del malestar económico y oyó hablar de él a diferentes autores,
desde mercaderes al borde de la bancarrota hasta comunidades que no podían
solventar la creciente carga fiscal.
Condorcanqui vivía la situación típica de los curacas: tenía
que mediar entre el corregidor y los indígenas a su cargo. Sin embargo, se vio
afectado, como el resto de la población, por el establecimiento de aduanas y el
alza de las alcabalas, lo que perjudicó fuertemente su negocio de mulas que
transportaban mercadería entre el Perú y el Río de la Plata. Realizó reclamos
sobre estos temas pidiendo también que los indígenas fueran liberados del
trabajo obligatorio en las minas, reclamos dirigidos por las vías regulares a
las autoridades coloniales en Tinta, Cuzco y después en Lima, obteniendo
negativas o indiferencia.
Además, adopta el nombre de Túpac Amaru II, en honor de su
antepasado Túpac Amaru I, el último Inca de Vilcabamba, buscando que se le
reconociera su linaje real inca por lo cual siguió por años un proceso judicial
en la Real Audiencia de Lima, por el reconocimiento del título de marqués de Santiago
de Oropesa a la muerte de la última titular María de la Almudena Enríquez de
Cabrera y Almansa en el año 1741.
Rebelión de Túpac Amaru II
Monumento actual en el Cuzco, en homenaje a José Gabriel
Túpac Amaru, en la plaza del mismo nombre.
El 4 de noviembre de 1780 captura, enjuicia y ejecuta al
corregidor español Antonio de Arriaga, iniciando con ello la rebelión contra la
dominación colonial. Al comienzo el movimiento reconoció la autoridad de la
Corona española, ya que Túpac Amaru afirmó que su intención no era ir en contra
del rey sino en contra del «mal gobierno» de los corregidores.
Más tarde la rebelión se radicalizó llegando a convertirse en
un movimiento independentista.
Su esposa Micaela Bastidas así como familiares de ambos
tuvieron una participación de primer orden en el movimiento, tanto en el
reclutamiento, abastecimiento y hasta cierto punto en la toma de decisiones.
Con el apoyo de otros curacas, mestizos y algunos criollos, la rebelión se
extendió, llegando a tener tropas de decenas de miles de combatientes. Entre
sus ofrecimientos se hallaban la abolición tanto del reparto como de la
alcabala, la aduana y la mita de Potosí.
En 1777 Túpac Amaru reclamó se le reconozca el Marquesado de
Oropesa, título que venía con tierras y haciendas, pero también con la carga
política de ser reconocido como heredero del trono inca; sin embargo perdió el
litigio determinándose que no le correspondía, tras este suceso José Gabriel
Condorcanqui Noguera se auto declara Inca y toma el nombre de Tupac Amaru II,
Señor de los Césares y Amazonas, y jura con el siguiente bando su coronación:
«... Don José Primero, por la gracia de Dios, Inca Rey del Perú, Santa Fe,
Quito, Chile, Buenos Aires y Continentes de los Mares del Sur, Duque de la
Superlativa, Señor de los Césares y Amazonas con dominio en el Gran Paititi,
Comisario Distribuidor de la Piedad Divina, etc...».
Su movimiento tuvo dos fases:
La primera fase o fase tupacamarista, donde destaca la
hegemonía de José Gabriel Túpac Amaru, su esposa Micaela y capitanes.
La segunda fase o fase tupacatarista, continuación de la
rebelión a cargo de Diego Cristóbal Túpac Amaru, primo de José Gabriel, y donde
destaca el protagonismo de Túpac Katari.
Túpac Amaru II buscó ganarse el apoyo de la iglesia e
integrar a indígenas, criollos, mestizos y libertos negros en un frente
anticolonial, pero no pudo evitar que la masificación del movimiento
convirtiera el accionar independentista en una lucha racial contra españoles y
criollos (en el Virreinato, los criollos no tenían en su actuar antagonismos
con los españoles, siendo como mucho contrarios a las reformas borbónicas pero
fieles a la corona en los demás aspectos).
Durante su máximo apogeo y, especialmente, luego de la
captura y ejecución de Túpac Amaru y su familia, la rebelión se extendió de
manera sumamente violenta, sin toma de prisioneros y con la práctica de
asesinar a cualquier persona que hablase castellano o vistiese a la manera
europea; los indígenas que se vestían con moda española también fueron atacados.
Así, la ejecución sistemática de los “puka kunka” (literalmente cuellos rojos o
gringos) convirtió la rebelión en un auténtico baño de sangre en el que se
estima se produjo el asesinato de entre ochenta y cien mil personas.
Captura y ejecución
Intento de desmembramiento de Túpac Amaru II.
Tras negarse a tomar el Cuzco sacrificando a los indígenas
que los realistas ubicaban en la vanguardia y ante la llegada de un ejército de
17, 000 soldados desde Lima, Túpac Amaru II ordenó la retirada de su ejército a
su base militar en Tinta, mientras las fuerzas realistas mandan una expedición
punitiva de casi 20, 000 soldados en su contra. Fue en esta campaña en la que,
tras ser derrotado en la batalla de Checacupe, Túpac Amaru II fue traicionado
por dos partidarios suyos, el mestizo Francisco Santa Cruz y el español Ventura
Landaeta, y es capturado en Langui el 6 de abril de 1781.
Fue llevado al Cuzco encadenado y montado en una mula, ciudad
donde ingresó una semana después, «con semblante sereno», mientras las campanas
de la Catedral repicaban celebrando su captura. Apresado en la capilla de San
Ignacio del convento de la Compañía de Jesús, fue sucesivamente interrogado y
torturado.
Cuando el visitador español José Antonio de Areche, enviado
del rey de España, entró intempestivamente al calabozo para exigirle nombres a
cambio de promesas, Túpac Amaru II le contestó: «Solamente tú y yo somos
culpables, tú por oprimir a mi pueblo, y yo por tratar de libertarlo de
semejante tiranía. Ambos merecemos la muerte».
El viernes 18 de mayo de 1781, en un acto público en la Plaza
de Armas del Cuzco, se cumplió la sentencia de Túpac Amaru, sus familiares y
principales capitanes quienes fueron sacados de sus celdas, custodiados por
miembros fuertemente armados de la milicia de mulatos y la de Huamanga, hasta
llegar a la plaza donde se habían levantado horcas, también vigiladas por
mulatos armados. Los prisioneros iban vestidos con zurrones, que se usaban para
traer hierba mate del Paraguay, y con las manos y los pies fuertemente atados.
Diego Verdejo; Antonio Oblitas (sirviente negro que participó
del ahorcamiento de Arriaga y posiblemente dibujó un retrato de Túpac Amaru);
el hermano de Micaela, Antonio Bastidas; y Antonio Castelo, fueron las primeras
víctimas. Después, fueron ejecutados Francisco Túpac Amaru (tío de José
Gabriel) e Hipólito (hijo mayor de Túpac Amaru y Micaela Bastidas), a quienes
les cortaron la lengua antes de ser ahorcados.
Al pie del cadalso, los soldados forzaron a Túpac Amaru y a
Micaela a mirar. A continuación, fue ejecutada por garrote Tomasa Tito
Condemayta, en algún momento llamada la favorita de Túpac Amaru.
Después, Micaela Bastidas fue llevada a las horcas donde se
le intentó cortar la lengua pero se afirma que los verdugos no lo lograron y
solo pudieron hacerlo tras su ejecución mediante el garrote.
A José Gabriel, al igual que hicieron con varios de sus
lugartenientes, con su tío y su hijo mayor, le cortaron la lengua. Intentaron
descuartizarlo vivo, atando cada una de sus extremidades a caballos para que
estos tirasen de aquellas y las arrancaran, pero sus intentos fracasaron debido
a su contextura física.
Atáronle a las manos y pies cuatro lazos, y asidos estos a la
cincha de cuatro caballos, tiraban cuatro mestizos a cuatro distintas partes:
espectáculo que jamás se había visto en esta ciudad. Intentaron por mucho
tiempo pero no pudieron absolutamente dividirlo después que por un largo rato
lo estuvieron tironeando, de modo que lo tenían en el aire, en un estado que
parecía una araña.
Frustrado por esos intentos infructuosos, Areche ordenó
decapitarlo.
La Tumba de Túpac Amaru II, se encuentra en la Plaza de Armas
del Cuzco.
Su hijo menor, Fernando, gritó al ser testigo de la agonía de
su padre. En palabras del geógrafo y viajero inglés Clements R. Markham, quien
visitó el Perú numerosas veces a mediados del siglo XIX, Fernando:
Lanzó un grito desgarrador, grito que por muchos años
repercutió en el corazón de todos los concurrentes, acrecentado su odio contra
los opresores. Fue este grito la sentencia de muerte de la dominación española
en la América del Sur.
Clement Markham
Tras su muerte, el cuerpo de Túpac Amaru fue despedazado; su
cabeza fue colocada en una lanza exhibida en Cuzco y Tinta, sus brazos en
Tungasuca y Carabaya, y sus piernas en Livitaca (actual provincia de
Chumbivilcas) y en Santa Rosa (actual provincia de Melgar, Puno). De igual
forma despedazaron los cuerpos de su familia y seguidores, y los enviaron a
otros pueblos y ciudades. Todo ello descrito en el documento español
Distribución de los cuerpos, o sus partes, de los nueve reos principales de la
rebelión, ajusticiados en la plaza de Cuzco, el 18 de mayo de 1781.
Los científicos que han estudiado este intento de
desmembramiento concluyeron que por la contextura física y resistencia de Túpac
Amaru II no hubiera sido posible descuartizarlo de esa manera, sin embargo
probablemente si le dislocaron brazos y piernas junto con la pelvis. Se teoriza
que, aunque hubiera sobrevivido a esta ejecución, hubiera quedado prácticamente
inválido.[cita requerida]
A pesar de la ejecución de Túpac Amaru II y de su familia, el
gobierno virreinal no logró sofocar la rebelión, que continuó acaudillada por
su primo, Diego Cristóbal Túpac Amaru, al tiempo que se extendía por el Alto
Perú y la región de Jujuy. Asimismo, se comenzó a evidenciar contra los
criollos mala voluntad de parte de la Corona Española, especialmente por la
Causa de Oruro, y también por la demanda entablada contra Juan José Segovia,
nacido en Lima y el coronel Ignacio Flores, nacido en Quito, quien había
ejercido como presidente de la Real Audiencia de Charcas y había sido
Gobernador Intendente de La Plata (Chuquisaca o Charcas, actual Sucre).
Descendientes
Túpac Amaru II y su esposa, Micaela Bastidas, tuvieron 3
hijos legítimos: El mayor de ellos, Hipólito Túpac Amaru, fue un destacado
comandante del ejército de su padre y lo acompañó durante varias campañas hasta
que fue capturado y ejecutado junto con su familia en la plaza mayor del Cuzco.
No se tiene información de si tuvo esposa o cuantos hijos tuvieron, de ser este
el caso.
Mariano Túpac Amaru, el segundo hijo de Túpac Amaru II, fue
indultado por los españoles luego que su tío, Diego Cristóbal Túpac Amaru,
quien asumió el liderazgo de la rebelión, firmara un acuerdo de paz con los
realistas. Mariano recibió, como salario, una pensión de 600 pesos y pudo
volver a las tierras de su familia.
Tuvo conflictos con las autoridades virreinales por
relacionarse con María Nieves Paita, de Sicuani. Las autoridades,
específicamente el corregidor Salcedo, la consideraban una zamba y una
prostituta, además de dar a entender que no deseaban que el clan Tupac Amaru se
reprodujera. Por lo que Paita, quien se encontraba embarazada, presumiblemente
de Mariano, fue arrestada y recluida en el convento de Santa Catalina del
Cuzco, de donde fue liberada por Mariano y ocho cómplices el 19 de septiembre
de 1782.
Se desconoce el destino de María Paita o de su embarazo.
Posteriormente, tras una conjura donde se vio involucrado su tío, Mariano fue
capturado y desterrado a España muriendo en las costas de Brasil en 1784.
El menor de los hijos de Túpac Amaru, Fernando, al ser un
niño de 10 años no fue ejecutado pero se le obligó a presenciar el suplicio y
muerte de toda su familia y a pasar por debajo de la horca de los ejecutados,
para luego ser desterrado a África con órdenes de prisión perpetua, pero el
virrey Agustín de Jáuregui sugirió que no fuera enviado a África sino a España
por temor a que alguna potencia enemiga lo rescatara. Frente a las costas de
Peniche, Portugal, el navío zozobró pero Fernando logró sobrevivir y fue
llevado a Cádiz, siendo encarcelado en dicha ciudad. Se presume que falleció en
España en 1798.
Según el periodista Antonio Vergara Collazos, el noble polaco
Sebastián de Berzeviczy se casó con la noble indígena Umina Atahualpa teniendo
una hija llamada Umina de Berzeviczy Atahualpa, quien contrajo matrimonio con
uno de los miembros de la familia de Túpac Amaru teniendo con él un hijo
llamado Antonio Túpac Amaru de Berzeviczy, sobrino de Túpac Amaru II. Tras la
rebelión, Antonio Túpac Amaru de Berzeviczy huyó a Polonia donde fue adoptado
por Waclaw Benesz de Berzeviczy adoptando su apellido. Uno de los descendientes
de Antonio fue Andrzej Benesz, político polaco y veterano en la Segunda Guerra
Mundial.
Mesianismo de Túpac Amaru II
Efigie de Túpac Amaru II en el Panteón de los Próceres en
Lima.
La rebelión general del Alto y Bajo Perú en 1780, fue
encabezada por José Gabriel Condorcanqui con el objetivo de liberar a sus
compatriotas de las pesadas cargas a las que estaban obligados por las
autoridades españolas desde hacía casi tres siglos, aunque agravadas en la
década anterior por las reformas borbónicas: mitas, repartimiento de efectos,
tributos, alcabalas y otros derechos; trabajos en corregimientos y obrajes;
diezmos y primicias eclesiásticas, y la eliminación de las divisiones en
castas. Buscaba la creación de un reino independiente de España, gobernado por
una monarquía hereditaria incaica, a través de la creación de un ejército y una
administración propias, introduciendo una tributación única a todos los
súbditos, libertad de comercio y trabajo.
Con las masas, el Inca iba a comunicarse usando un lenguaje
simbólico, de raigambre mesiánica. Ese lenguaje se manifestaba en el uso de
instrumentos musicales tradicionales, en el uso de banderas, insignias y
vestimentas incaicas, así como del apelativo Inca, que poseía implicaciones
mesiánicas (vinculadas al mito de Inkarri), por cuanto el Inca no se mostraba
solamente como rey y soberano legítimo, sino también como redentor, restaurador
del mundo, salvador de los indígenas, esperándose de él un comportamiento
milagroso. Se le otorgaban rasgos divinos o prodigiosos.
Al respecto, las palabras de Túpac Amaru II a su compañero de
lucha, Bernardo Sucacagua, afirmando que las personas que murieran siéndole
fieles tendrían su recompensa, sugieren que aquel se veía a sí mismo, en
principio, como redentor.
El obispo del Cuzco afirmó que Túpac Amaru II, había
persuadido a los indios de que los que muriesen en su servicio resucitarían al
tercer día. Sahuaraura Tito Atauchi afirmó que los indígenas se arrojaban a
pelear en las batallas sin temor y ciegamente, pero aun estando mal heridos no
querían invocar el nombre de Jesús, ni confesarse. Ello se debería a que Túpac
Amaru II les había dicho que el que no dijese Jesús resucitaría al tercer día,
y los que lo invocaban, no. Igualmente se presentaba el modelo peruano, que
preveía la resurrección al quinto día.
El sistema de creencias indígenas aceptaba a Túpac Amaru como
dios, redentor y liberador de los oprimidos, vale decir como una figura
equivalente a la de Jesucristo. El Inca reforzaba esta creencia, al afirmar que
los españoles habían impedido a los indígenas el acceso al dios verdadero,
siendo él mismo quien designaría personas que les enseñaran la verdad.
El mito de Inkarri, al imaginar el regreso de un Inca para
enderezar el mundo injusto, era un símbolo unificador poderoso usado para
unificar poblaciones indígenas divididas por la geografía y las fronteras
étnicas. Pero también era un símbolo divisionista, cuando no se reunían todas
las condiciones necesarias para gobernar; tal el caso de José Gabriel
Condorcanqui o Túpac Amaru II, al que muchos nobles incaicos consideraron un
"advenedizo fraudulento", más que un verdadero redentor, aunque él se
reivindicara como descendiente del último Incas de Vilcabamba, Felipe Túpac
Amaru, o Túpac Amaru I.
Para la mayoría de los rebeldes peruanos, la fuente de sus
creencias acerca del fin de la dominación española estaba en la concepción que
tenían del futuro, por la cual, el Inca que regresa pone término a la
dominación española y devuelve el orden al mundo. Igualmente, la muerte del
Inca implicaba una destrucción del orden, del principio regente del mundo. La
muerte de Túpac Amaru, al ser la muerte de un Inca, era la muerte de un hombre
que reunía la tierra, el cielo y los elementos; era la muerte del hijo del sol.
Reconocimiento
Monumento de Túpac Amaru en la Plaza Libertad en El Alto,
Bolivia.
La fama de Túpac Amaru II se extendió a tal punto que los
indígenas sublevados en los llanos de Casanare, en la región de Nueva Granada,
lo reconocieron como "Rey de América".
Movimientos posteriores invocaron el nombre de Túpac Amaru II
para obtener el apoyo de los indígenas, caso entre otros de Felipe Velasco
Túpac Amaru Inca o Felipe Velasco Túpac Inca Yupanqui, quien pretendió
levantarse en Huarochirí (Lima) en 1783. La rebelión de Túpac Amaru II marcó el
inicio de la etapa emancipadora de la historia de Perú.
Esta gran rebelión produce una fuerte influencia sobre la
Conspiración de los tres Antonios, indicios descubiertos en Chile el 1 de enero
de 1781, en pleno desarrollo de la insurrección. Los conspiradores se animaron
a actuar gracias a las noticias de los avances de Túpac Amaru II en el
Virreinato del Perú.
Siglos XX y XXI
Monumento a Túpac Amaru II en el distrito de Comas.
En Perú, el gobierno del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975)
acogió la efigie estilizada de Túpac Amaru II, diseñada por el artista Jesús
Ruiz Durand, como símbolo del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas
que él encabezaba. Lo reconoció como héroe nacional en 1969, lo cual fue
novedad puesto que desde la independencia la figura de Túpac Amaru II fue
llevada con indiferencia u omisión por la educación e historiografía oficial
peruana.
La primera mención de Túpac Amaru en el gobierno militar
ocurrió el 24 de junio de 1969 cuando, en el colofón del discurso por la ley de
Reforma Agraria, Velasco menciona: Campesino, el patrón no comerá más tu
pobreza, la cual la atribuye al rebelde cuzqueño siendo que fue una frase
inventada por sus asesores.
En su honor renombró uno de los salones principales de
Palacio de Gobierno, el hasta entonces llamado salón Francisco Pizarro (que la
élite de la Lima republicana creó y mantuvo los primeros dos tercios del siglo
XX en su aprecio al conquistador español), retirando además su retrato del
centro superior del salón y reemplazándolo por el del rebelde indígena.
Así también durante su gobierno se construyó la avenida Túpac
Amaru, una de las más extensas (22 km) de la capital y que une Lima Norte (en
ese entonces excluido del resto de la ciudad) con el centro de Lima.
Túpac Amaru II es considerado un precursor de la
Independencia del Perú por antonomasia.29 Actualmente su nombre y figura es
acogida ampliamente por los movimientos indígenas andinos, así como por los
movimientos de izquierda política.
En otro sentido, su nombre también fue utilizado por el
Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), agrupación guerrillera,
posteriormente terrorista, que operó en Perú de 1985 a 1997. El MRTA se dio a
conocer internacionalmente por la toma de los rehenes de la embajada de Japón
(1996-1997) y fue uno de los beligerantes de la época del terrorismo en el Perú
(1980-2000).
En Uruguay los Tupamaros también conocidos como Movimiento de
Liberación Nacional o por sus siglas MLN-T, fue un grupo insurgente que estuvo
activo entre los años de 1960 y 1970, que se denominó como tal por la
admiración y respeto que según sus militantes sentían por Túpac Amaru II.[cita
requerida]
En Venezuela, inspirados en la guerrilla uruguaya mencionada,
el Tupamaro (Venezuela) desarrolló acciones armadas entre 1992 y 1998, para
después integrarse a la política formal.
En Estados Unidos el famoso rapero Tupac Shakur (1971-1996)
tuvo como nombre de nacimiento el de Túpac Amaru Shakur debido a la admiración
que su madre Afeni Shakur (activista de la organización afroestadounidense
Panteras Negras) tenía por Túpac Amaru II.
En Argentina el nombre de este líder rebelde fue adoptado por
la Asociación Túpac Amaru, un movimiento indigenista político y social surgido
en 2001 en la provincia de Jujuy que actualmente tiene presencia en 15
provincias argentinas. También pertenece a la Galería de los Patriotas
Latinoamericanos, creada en la Casa Rosada por la presidenta Cristina Fernández
en 2010 (año del Bicentenario de la Revolución de Mayo).
Eduardo Galeano recogió la historia de un turista que le
preguntó a un niño lustrabotas si conocía a Túpac Amaru. El niño, sin alzar la
cabeza, respondió que sí y en un susurro dijo: «Viento es».
https://es.wikipedia.org/wiki/T%C3%BApac_Amaru_II
Mateo Pumacahua
Mateo García Pumacahua Chihuantito (Chinchero, Cuzco, 21 de
septiembre de 1740-Sicuani, Cuzco 17 de marzo de 1815) fue un militar y
funcionario indígena del Virreinato del Perú cuya participación contra la
rebelión de Túpac Amaru II fue decisiva para la derrota de este. Años más
tarde, se plegó a la causa libertadora de los hermanos Angulo, siendo el más
destacado líder de la Rebelión del Cuzco de 1814, razón por la cual es
considerado prócer de la independencia del Perú.
Biografía
Efigie de Pumacahua en el Panteón de los Próceres en Lima.
Nació en 1740, hijo de Francisco Pumacahua Inca, cacique de
Chinchero, y de Rosa Chihuantito descendiente en línea directa del inca Huayana
Capac, de condición noble y, por tanto, exenta del pago de tributos y de
prestación de servicio personal, y con derecho al uso de armas.
Sus escritos reflejan una notable educación, que es posible
recibiera en el Colegio de Indios Nobles y de Caciques de San Francisco de
Borja, fundado por la Orden de Jesús en la ciudad del Cuzco, donde pudo
coincidir con el que luego sería su rival, José Gabriel Condorcanqui.
El 12 de octubre de 1770, a la muerte de su padre, le sucedió
como cacique y gobernador de Chinchero, Maras, Huayllabamba, Umasbamba y
Sequecancha. El 13 de agosto de 1773 fue nombrado capitán de la compañía de
indios nobles de esa localidad.
Rebelión de Túpac Amaru II
En 1780 se produjo el levantamiento de Tupac Amaru II, que
llegó a poner en peligro el dominio español sobre amplias extensiones del sur
del Perú. Para hacerle frente, las autoridades, al igual que en gran parte de
las indias, se encontraban prácticamente indefensas. En todo el virreinato sólo
había un regimiento de tropas regulares, el Real de Lima, formado por soldados
mayoritariamente americanos, como también lo eran los mandos subalternos,
aunque los superiores fueran sobre todo peninsulares. Como elementos auxiliares
existían unidades de milicias, reclutadas localmente y de variable calidad.
Para sofocar la sublevación fue preciso, pues, acudir a una
movilización del elemento indígena, que se encauzó a través de una veintena de
caciques fieles, como Felipe Titotaouchi Evaristo Delgado, Pedro Sahuaraura,
Nicolás Rosas o Diego Choquehuanca. Entre ellos destacó Mateo Pumacahua, “el
principal enemigo de la rebelión”. En torno a su selecta compañía de indios
nobles, puso en pie de guerra a los habitantes de su jurisdicción, formando una
fuerza a la que el virrey Jáuregui concedió el raro privilegio de usar bandera.
Al frente de ella, entró en campaña desde un primer momento,
uniéndose a las columnas que se constituyeron con los escasos efectivos
“veteranos”, o regulares, disponibles y con milicianos. De estas dos clases de
tropa se emplearon unos tres mil efectivos, masivamente de milicias, complementados
con alrededor de catorce mil indios, lo que refleja la importancia de la
aportación de estos últimos.
Al mando de una agrupación que reunía compañías de milicias
tanto de “españoles” (peninsulares y criollos) como de “naturales” (indígenas)
y de “esclavos” (negros), Pumacahua intervino en distintos combates, como la
defensa de Paucartambo y la victoria de Urubamba (diciembre de 1780) y la
defensa del Cuzco (enero de 1781), en la que desempeñó un papel esencial.
Participó, asimismo y al mando de dos mil indígenas, en la ofensiva contra
Tinta (abril de 1781) que llevó a la derrota de Tupac Amaru y a su posterior
captura a manos de sus propios subordinados, que lo entregaron a las
autoridades.
Aunque con ello la rebelión sufrió un gravísimo golpe, su
total extinción requirió nuevas expediciones, en las que las tropas de
Pumacahua se distinguieron. Por sus sobresalientes servicios, Pumacahua fue
premiado, sucesivamente, con la banda e insignias de la Real medalla, el
ascenso al grado de coronel de milicias (30 de diciembre de 1780) y el sueldo
vitalicio de capitán “vivo”, o efectivo, del Ejército Real. Por esas fechas
empezó a firmar como Mateo García Pumacahua.
En 1794, prosiguiendo su carrera, fue nombrado coronel de
Ejército, distinción de singular importancia, ya que implicaba que, por su
habilidad militar y su fidelidad se le equiparaba ya no a un simple mando de
milicianos, tropa advenediza y de segunda línea, sino a la elite de los
defensores de la Monarquía y en 1802 alférez real de Cuzco.
En 1808 contribuyó con un donativo personal, al que seguirán
otros, de 2000 pesos para el “empréstito patriótico” que se realizó con el fin
de reunir fondos destinados a ayudar a la Península invadida por Napoleón.
Movimientos emancipadores
Cuando, a partir de 1809 comenzaron los movimientos
emancipadores, siguió dando pruebas de inquebrantable lealtad. Se le encomendó
en octubre de 1811 la misión de restablecer las comunicaciones entre Lima y el
Ejército realista del Alto Perú, y abrir paso para el envío de un importante
refuerzo de tres mil quinientos hombres a este último.
Ello le llevó a emprender una serie de operaciones que
consiguieron someter, con gran brutalidad, una serie de levantamientos locales
en Pacajes, Sicasica y Omasuyos. Se dijo que, por este motivo, fue separado del
mando directo de tropas en operaciones, aunque estos excesos eran casi
inevitables si se tiene en cuenta que las llamadas “indiadas” movilizadas por
ambos bandos, carecían de toda disciplina y, con frecuencia, actuaban movidas
sólo por la esperanza de botín.
En todo caso, Pumacahua no perdió la confianza política de
sus superiores. El 11 de diciembre de 1811 se le extendió la patente de
brigadier; en marzo de 1812 recibió la jefatura del Batallón Auxiliar de Cuzco
y el 24 de septiembre de ese año fue nombrado presidente interino de Cuzco,
cargo de especial relevancia en aquellos momentos.
Se trataba de una provincia densamente poblada que, en la
práctica, constituía la retaguardia del Ejército realista del Alto Perú, al que
suministraba hombres y medios materiales de todo tipo. La ciudad, por el
comportamiento de sus habitantes durante la rebelión de Tupac Amaru, había
recibido de Carlos III el título de Fidelísma, además de “igual tratamiento y
prerrogativas que están concedidas y goza la capital de Lima”.
Bajo su mandato como presidente se procedió en octubre a las
agitadas elecciones de diputados a Cortes, en las que salió a relucir el
enfrentamiento entre los dos bandos que se empezaban a dibujar: los liberales,
ya fuesen reformistas o independentistas, y los conservadores. La Constitución
de Cádiz se juró en Lima por esas fechas, siendo remitida a distintos puntos
del virreinato para que se procediera a la misma ceremonia. Llegó a Cuzco el 9
de diciembre, pero las autoridades difirieron su publicación.
Ello motivó un manifiesto de protesta encabezado por Rafael
Rodríguez de Arellano, destacado dirigente del sector liberal, que fue
encarcelado. Al fin, el día 23 se juró la Carta Magna en Cuzco. Entre sus
disposiciones figuraba la sustitución de los tradicionales Cabildos
hereditarios por otros elegidos mediante votación, que los liberales esgrimirán
para argumentar la falta de legitimidad del Ayuntamiento existente y la
necesidad de reemplazarlo.
El 7 de febrero de 1813 tuvo lugar una reunión con vistas a
la elección del nuevo Ayuntamiento, que se convirtió en catalizador de las
rivalidades de los dos lados. Pumacahua se dirigió a los asistentes impetrando
que actuasen “con temor a Dios, fidelidad al Soberano, amor a la Patria y respeto
a las autoridades”. Pero los ánimos estaban ya soliviantados y los asistentes
forzaron la liberación de los detenidos.
Cuando, finalmente, tuvieron lugar los comicios, fue elegido
un Ayuntamiento dominado por la facción liberal exaltada, lo que creó malestar
en los sectores conservadores. Al poco, el virrey Abascal, descontento por la
forma en que el presidente había gestionado la crisis, le sustituyó por el
también brigadier cuzqueño Martín Concha. Pumacahua, dolido, se retiró a sus
tierras, no sin antes hacer protestas de su fidelidad, aduciendo que su único
móvil había sido mantener a la provincia en calma y “libre de irrupciones”.
La agitación, sin embargo, no cesó, promovida, entre otros,
por oficiales americanos del Ejército Real que, tras haber sido capturados por
los independentistas y liberados en virtud de la capitulación de Salta, se
hallaban en Cuzco. Sendas delaciones hicieron fracasar intentos subversivos el
9 de octubre y el 5 de noviembre, pero el 3 de agosto el movimiento insurreccional
triunfó, sin apenas resistencia. Lo capitaneaban los hermanos José, Vicente y
Mariano Angulo, el sacerdote Gabriel Béjar, todos cuzqueños, y Manuel Hurtado
de Mendoza, salteño y antiguo oficial realista.
Tras el pronunciamiento se creó una Junta de Gobierno
integrada por tres personas: el coronel Juan Tomás Moscoso, el teniente coronel
Domingo Luis Astete y, como presidente, Mateo Pumacahua. No se conocen a
ciencia cierta las razones que este último tuvo para ese radical cambio de
lealtades. Se han aducido varias.
Entre otras, el convencimiento de que las autoridades nunca
introducirían por la vía pacífica las imprescindibles reformas para mejorar las
condiciones de los indios; la ambición y el despecho. Él mismo alegaría más
tarde que aceptó el cargo engañado, ya que se le había dicho que Fernando VII
había muerto, y que se trataba de conservar Perú para sus sucesores.
Es cierto que a la hora de justificar la sublevación, sus
promotores aludieron a su deseo de garantizar “el reconocimiento a la autoridad
de las Cortes Soberanas, a la de nuestro amado Monarca Don Fernando VII, a la
de la Regencia del Reino y a la inmediata de V. E. (el virrey)”.
En cuanto al motivo que pudieron tener los criollos para recabar
la colaboración del brigadier, no parece que fuera el respeto uno de ellos se
refirió a él como persona “inclinada a las pasiones más bajas e infames”, ni la
coincidencia de intereses, ya que en realidad los dirigentes blancos carecían
de un verdadero programa para los indígenas.
Lo más verosímil es que fuera sobre todo el deseo de contar
con la multitud de hombres que con su prestigio podía movilizar. En todo caso,
la revolución de 1814 fue un ejemplo interesante, aunque fugaz, de la poco
frecuente colaboración entre indios y criollos contra el poder español. Al
final, los segundos, atemorizados por la perspectiva de una guerra racial,
abandonarían a los primeros.
La vida de esa Junta fue efímera. Unos meses después de haber
sido constituida, el 30 de noviembre la casa de Astete, sospechoso de realista,
es asaltada, y el teniente coronel tuvo que apelar a la fuga para salvar la
vida. De hecho el poder recayó a partir de entonces en Pumacahua y los hermanos
Angulo.
Mientras, Abascal, alarmado ante la magnitud de lo sucedido,
entabló conversaciones con las nuevas autoridades.
Tras fracasar en sus intentos para que depusieran su actitud,
y no convencido de las explicaciones de estas en el sentido de que se ha
tratado de “un cambio de gobernantes, no de gobierno”, decidió tomar medidas de
fuerza. Su situación era entonces precaria: la mayor parte de sus fuerzas se
hallaban en el Alto Perú, bajo una creciente presión de las tropas
independentistas de Buenos Aires o empeñadas en la reconquista de Chile; en la
propia Lima se había abortado una conspiración y en el ejército de operaciones
únicamente la lealtad del Regimiento de Infantería n.º 1 había hecho fracasar
un intento de sublevación dirigido por el coronel Saturnino Castro.
A pesar de ello, el virrey dictó órdenes para sofocar el
movimiento de Cuzco. Desde la propia capital envió una columna al mando del
teniente coronel Vicente González, formada por dos compañías, sólo ciento
veinte hombres, del Regimiento peninsular de Talavera, recién llegado de España,
y por milicianos locales.
Del Ejército del Alto Perú se desprendió otra, dirigida por
el brigadier Juan Ramírez, posiblemente uno de los mejores militares del
Ejército realista. La componían el excelente Regimiento n.º 1, de cuzqueños,
que tras haber pedido que un piquete de la unidad ejecutase la sentencia de
fusilamiento de Castro, solicitó formar parte de la expedición; el Batallón del
General, de oriundos de Tinta, Cinti y Chichas y algunos Dragones de Tinta,
también americanos. Mil doscientos hombres en total, con seis piezas de
Artillería.
Por su parte, la Junta no permaneció inactiva. Al contrario,
convirtió a Cuzco en un foco de la insurrección, de donde irradiaron fuerzas en
varias direcciones para propagar la misma. Una estaba dirigida por el
afroperuano Juan Manuel Pinelo, iqueño, antiguo miembro del Real de Lima y
nombrado ahora coronel, y por el cura tucumano Ildefonso Muñecas, ascendido a
brigadier. El 25 de agosto entraron en Puno, que se había alzado por la causa
independentista y el 11 de septiembre tomaron la fortaleza del Desaguadero. Por
fin, y ayudados por un movimiento interno, ocuparon La Paz el 24, produciéndose
atrocidades consustanciales a ese tipo de guerra irregular. Ante la noticia de
la proximidad de Ramírez la abandonaron, para hacerle frente en Chacaltaya,
siendo batidos de plano el 2 de noviembre. El 3, la ciudad estaba de nuevo en
manos realistas.
La segunda tropa que salió de Cuzco obedecía a Mariano
Angulo, Gabriel Béjar y Manuel Hurtado de Mendoza, que el 20 de septiembre
hicieron su entrada en Huamanga. González, sin embargo, estaba sobre ellos. El
1 de octubre les derrotó en Huanta y, tras recuperar Huamanga, les volvió a
vencer el 27 de enero de 1815 en Matará. En pocas semanas la columna dejó de
existir.
La tercera expedición, la más importante, con cinco mil
hombres, estaba encabezada por el propio Pumacahua, que marchó sobre Arequipa.
Su fuerza incluía fuerzas de milicias, ya que estas unidades, según las
condiciones locales, combatieron en un bando o en otro. Un mínimo contingente
le salió al paso, una compañía del Real de Lima y algunos milicianos
descontentos y de dudosa lealtad. Lo mandó el intendente de Arequipa, el
americano José Gabriel Moscoso y el mariscal de campo cuzqueño Francisco
Picoaga, venido de la capital.
El 10 de noviembre fueron derrotados en la Apalacheta. Hechos
prisioneros, se les condujo a Cuzco donde fueron ejecutados el 1 de febrero del
siguiente año, tras negarse terminantemente a cambiar de bando. Ese mismo día
los rebeldes fueron recibidos en Arequipa por el Ayuntamiento, que reconoció a
la Junta del Cuzco y, a la vez, reiteró su fidelidad a Fernando VII.
El 30, sabedores de que Ramírez estaba en marcha desde La
Paz, abandonaron la ciudad, en la que inmediatamente, el 6 de diciembre, las
mismas autoridades consignaron ahora su protesta contra la rebelión y su
fidelidad a Fernando VII. Tres días más tarde, las fuerzas realistas llegaron a
la ciudad, tras una durísima ascensión de los Andes en la peor época del año,
entre nieves y ventiscas. Después de un largo descanso, y acuciadas por Abascal
se pusieron en movimiento el 11 de febrero de 1815.
El 11 de marzo ambos ejércitos estaban frente a frente, en
Humachiri. Pumacahua entonces mandó treinta mil hombres, de ellos ochocientos
fusileros, y tenía cuarenta cañones Ramírez, mil trescientos y seis,
respectivamente.
A pesar de ello, atacó. Sus tropas, se desvistieron
parcialmente y, sujetando en alto las armas y las municiones para evitar que se
mojasen, vadearon bajo el fuego el río Llalli. Una vez al otro lado, cargaron,
derrotando en menos de media hora a las masas enemigas. Hasta las mujeres que
acompañaban a los realistas se distinguieron, rechazando una incursión de la
caballería independentista.
Pumacahua, fugitivo, fue capturado por los habitantes de
Sicuani, irritados por los desmanes que en la localidad habían perpetrado sus
tropas. El 17 de marzo, tras un rápido juicio, fue ahorcado. Para entonces en
Cuzco había triunfado un movimiento realista, lo que anunciaba el fracaso del alzamiento.
En las siguientes semanas la sublevación principal fue totalmente dominada,
aunque algunos de sus dirigentes, como Muñecas, mantuvieron largo tiempo la
resistencia, en lo que se ha denominado la época de las “republiquetas”.
Mateo Pumacahua casó en primeras nupcias con Juliana de
Cusihuampan y, en segundas, con María Ignacia Loayza. Tuvo cinco hijos:
Francisco Paula, Ignacia, Polonia, Lorenza y María Eusebia.
Además de los cargos concedidos por la Corona, se otorgó, con
motivo de la sublevación de 1814, el empleo de capitán general y de marqués del
Perú, que nunca le fueron reconocidos por las autoridades realistas.
https://es.wikipedia.org/wiki/Mateo_Pumacahua
Para el próximo lunes 24 de abril de 2023 seguiré publicando la
historia de destacados personajes del Perú.
0 comentarios:
Publicar un comentario