viernes, 21 de abril de 2023

Tres aborígenes que hicieron aportes al pueblo de Perú





Manco Cápac

 

Manco Cápac (en quechua, Manqu Qhapaq, 'Fundador real') o Ayar Manco, según algunos cronistas, fue el primer gobernador y fundador de la cultura inca en el Cuzco (inicios de siglo XIII). Es el protagonista de las dos leyendas más conocidas sobre el origen de los incas. Tuvo como esposa principal a Mama Ocllo (con quien engendró a su sucesor Sinchi Roca) y otras esposas más como Mama Huaco de quien se dice que era una mujer aguerrida. Si bien su figura es mencionada en crónicas y se tiene como base para la explicación histórica del origen de los incas, su existencia real no está del todo clara.

 

Algunos historiadores consideran a Manco Cápac un personaje mítico poniendo así en duda su existencia como personaje histórico. Sin embargo, la mayoría de autores lo consideran un personaje real y basan sus argumentos en pruebas como la descendencia de su familia real llamada Chima Panaca,a la cual mantuvo su lugar en la nobleza incaica hasta la conquista española. También se basan en pruebas arqueológicas como su propio palacio, el Inticancha (ahora Coricancha), ambos prevalecen en el Cuzco moderno y según las crónicas fueron hechas por Manco Cápac.

 

Por lo tanto, la historia oficial acepta que Manco Cápac fue un personaje histórico, caudillo y líder religioso de una antigua tribu nómada o migrante, antepasado y fundador de un linaje atestiguado en el Cuzco. Si bien muchos rasgos de su epopeya son obviamente legendarios, lo cierto es que, según la historiadora María Rostworowski, todo pueblo conserva en sus epopeyas y leyendas, en forma metafórica, la verdad de sus lejanos recuerdos.

 

Origen de la etnia incaica

 

El primer Inca: Manco Cápac; dibujo de Felipe Guamán Poma de Ayala en Nueva crónica y buen gobierno (1615).

 

Manco Cápac es el protagonista de las dos principales leyendas que explican el origen de la civilización incaica. Ambas leyendas coinciden en que fue él el fundador de la etnia inca en el Cuzco, en que su esposa principal fue Mama Ocllo.

 

Leyenda de los hermanos Ayar

 

La leyenda de los hermanos Ayar es una leyenda en la tradición oral inca en la cual se cuenta que cuatro hermanos con sus cuatro esposas salen de la ventana llamada Capatoco, ventana central del Templo de las tres ventanas en el cerro Tamputoco, el cual estaba en el pueblo de Paucartambo, enviados por su padre el dios Sol (Inti) para civilizar a la gente que vivía muy salvajemente. El escritor peruano Abraham Valdelomar aporta a esta leyenda creándoles vicisitudes y conflictos a los hermanos, tornándola en un magnífico cuento llamado Los hermanos Ayar, el cual se encuentra en su cuentario "Los hijos del Sol".

 

Finalmente, uno de estos cuatro hermanos, Ayar Manco, llegaría a fundar la ciudad inca de Qosqo (Cuzco actual) siendo, así, el primer gobernante de la cultura inca llamado desde entonces Manco Cápac.

 

Leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo

 

Leyendas sobre el origen del Imperio inca

 

Leyenda en la cual se cuenta que Manco Cápac y Mama Ocllo, pareja de esposos y hermanos hijos del dios sol, nacen de las espumas del Lago Titicaca, recibiendo el encargo de dirigirse hacia el norte llevando una vara de oro, con la misión de fundar la capital del futuro imperio en un lugar fértil. El sitio de fundación sería marcado por el lugar donde se hundiría el báculo sagrado de Manco Cápac, cosa que sucedió en el valle del río Huatanay, en las faldas del cerro Huanacaure, en Cuzco.

 

Sin embargo, al carecer de una tradición escrita, solamente de aquella que se inició con la publicación de "Comentarios reales de los incas", obra del Inca Garcilaso de la Vega, la autenticidad de esta leyenda como leyenda inca se pone en duda. Algunos afirman inclusive que Garcilaso fue el autor intelectual de esta leyenda cerca del año 1609.

 

Manco Cápac es protagonista de dos leyendas más conocidas sobre el origen de los incas; no obstante, la historia oficial tiene su propia versión sobre la base de crónicas.

 

Estas dos leyendas coinciden en indicar una ruta de migración de sur a norte (proveniente del altiplano peruano), donde la búsqueda de tierra fértil se hace evidente. Es probable que los fundadores de la cultura inca hayan sido expulsados del altiplano. Otro punto en común es la idea de la «ordenación» del mundo: los fundadores míticos ordenan el Cuzco, lugar que se hallaba en situación de caos por la pugna entre las etnias que vivían allí.

 

Biografía



 

Monumento al Inca, Plaza de Armas del Cuzco.

 

Según las evidencias encontradas en Cochapata, Manco Cápac nació en Tamputoco, que según algunos especialistas está ubicado en la actual provincia de Paruro, región Cuzco. La aldea solía servir de refugio de muchas personas que escapaban de las invasiones aimaras del Altiplano. Su padre se llamaba Apu Tambo, y su madre es tema de discusión, muchos dicen que fue la esposa de Apu Tambo, Pachamach pero lo más probable es que sea Mama Huaco, aunque Mama Huaco fue también su media hermana ya que fue hija de Apu Tambo. Manco Cápac y su familia vivían un estilo de vida nómada.

 

Fundación del curacazgo inca

 



Muros exteriores de Colcampata, antiguo palacio de Manco Cápac.

 

Tras la muerte de su padre, Manco Cápac tuvo que sucederlo al frente del ayllu, al que pertenecían varias decenas de familias. Los miembros del ayllu eran nómadas, y la trayectoria de sus viajes se asemeja al viaje descrito en la leyenda de los hermanos Ayar, más no en el tiempo que les tomó hacerlo.

 

Cuando su hijo Sinchi Roca llega a la edad de 20 años, Manco Cápac lo compromete con Mama Coca, hija de Surik Huaman Señor de Sannon (hoy San Sebastián).

 

Al llegar al valle del Cuzco, los incas derrotaron a tres pequeñas etnias (Sahuares, Huallas y Ayar Uchos o Alcahuisas).

 

El terreno que ocuparon inicialmente los incas en el Cuzco fueron los alrededores de donde hoy está la Plaza de Armas del Cuzco. En esa época, era una zona pantanosa atravesada por dos riachuelos.

 

En Cuzco, Manco Cápac fundó cuatro barrios llamados: Chumbicancha (barrio de tejedores), Quinticancha (barrio del picaflor), Sairecancha (barrio de tabaco) y Yarambuycancha (¿barrio de alisal?).

 

El enseñó a los hombres a cazar y cultivar, y fundó el Curacazgo del Cuzco gobernado por la dinastía Hurin Qusqu (Bajo Cuzco en español) fundada por el mismo y se denominó primer Cápac Inca.

 

Las leyes

 

Manco Cápac hizo muchas leyes humanas y sabias, condenando con pena capital el homicidio, el adulterio y el hurto; mandó que cada uno tomase mujer de su propia familia, pero nunca antes de los 20 años de edad; propuso el culto del Inti como primera divinidad y le labró un templo en el Cuzco e inmediata a él una casa para las vírgenes consagradas a aquella deidad, las cuales debían ser de la sangre real de los incas.

 

Lucha por la prevalescencia

 

Una vez establecidos en el Cuzco, Manco Cápac y su etnia ocupaban solo una pequeña fracción del territorio del valle del Cuzco, otras etnias más poderosas ocupaban el mismo valle e inclusive por el norte amenazaba un estado confederado de Ayamarcas y Pinaguas. Todas estas etnias veían a los incas como una etnia invasora y ciertamente lo eran. Manco Cápac durante su permanencia en el gobierno tuvo que luchar y defenderse de los continuos ataques de estas etnias. En algunas ocasiones, su sucesor Sinchi Roca tuvo que pelear él mismo en la defensa contra estas etnias.



 

Templo del Sol en la Isla del Sol donde llegó a parar el cuerpo momificado de Manco Cápac.

 

Fallecimiento


Tras una muerte natural, Manco Cápac fue momificado y guardado en el Inticancha hasta el reinado de Pachacútec, quien ordenó su traslado al templo del Titicaca su lugar natal. En el Cuzco solo quedó una estatua en su honor. Fue Pachacútec también quien inventó y esparció las leyendas del origen de los incas como un intento de "divinizar" las hazañas incas y de promover la identidad y por ende la unificación de su imperio.

 

Fechas

 

Los años en que vivió y reinó Manco Cápac están envueltos en una gran duda y debate entre los historiadores y cronistas, casi tanto como si es un personaje histórico o uno mítico. Las fechas que dan los diversos estudiosos varían incluso por varios siglos de diferencia, como las fechas de Sarmiento de Gamboa (en 1572), el historiador se refiere a que el primer inca nació en el año 521 y que reinó entre 565 y 656; es decir, vivió por 135 años y reinó por 91 años. Según Cabello Balboa, (en 1586) reinó entre 945 y 1006; es decir, por 61 años.

 

Otras fuentes hablan de 41 años de reinado, entre 1021 y 1062. Según Huamán Poma de Ayala, Vivió 160 años. Según otros historiadores reinó por 28 años, entre 1150 y 1178., Según Inca Garcilaso de la Vega Reino 30 años entre 1200 y 1230, Las cifras más Tardías hablan de 30 años de reinado, entre 1226 y 1256.

 

Obras

 

Se le atribuye la construcción del Inticancha, actual Coricancha.

 

Su palacio, llamado Colcampata fue usado después de su muerte como almacén de alimentos, posteriormente fue ahí donde se hospedó Sayri Túpac.

 

https://es.wikipedia.org/wiki/Manco_C%C3%A1pac

 


 

Túpac Amaru II

 

José Gabriel Condorcanqui Noguera (Surimana, Canas, Virreinato del Perú, 19 de marzo de 1738-Cuzco, 18 de mayo de 1781) (quien en una proclama firmó como José I), también conocido como Túpac Amaru II (en quechua «serpiente resplandeciente»), fue un caudillo indígena peruano y líder de la «Gran rebelión» contra la corona española que se dio en Hispanoamérica y se inició el 4 de noviembre de 1780, nueve años antes de la Revolución francesa, con la captura y posterior ejecución del corregidor Antonio de Arriaga. Esta rebelión se desarrolló en el Virreinato del Perú y en el Virreinato del Río de la Plata, ambos formando parte del Imperio español.

 

Túpac Amaru II era de origen mestizo, descendía de Túpac Amaru I, cuarto y último de los Incas de Vilcabamba que siguieron luchando contra los españoles hasta el año 1572. A la muerte de su padre, Túpac Amaru II hereda el curacazgo de Surimana, Tungasuca y Pampamarca. Era adinerado y se dedicaba al comercio ya que poseía un negocio de mulas usadas en esa época para el transporte de mercancías. Por otro lado, fue criado (hasta los 12 años) por el sacerdote criollo Antonio López de Sosa y luego en el Colegio San Francisco de Borja, donde mostró preferencia por lo criollo llegando a dominar el latín y a utilizar refinadas vestimentas hispanas. Posteriormente se vistió como un noble inca cuando pretendió reclamar el Marquesado de Oropeza. También dominó y usó la lengua nativa quechua.

 

Encabezó la mayor rebelión independentista en el Virreinato del Perú. Fue el primero en pedir la libertad de toda Hispanoamérica de cualquier dependencia, tanto de España como de su monarca, implicando esto no solo la mera separación política sino la abolición de los impuestos (mita minera, reparto de mercancías, obrajes), de los corregimientos, alcabalas y aduanas (14 de noviembre de 1780). Además, decretó la abolición de la esclavitud negra por primera vez en la misma Hispanoamérica (16 de noviembre de 1780).

 

En Perú ha sido reconocido como el fundador de la identidad nacional peruana. Fue utilizado como una figura capital para el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975), así como por varios movimientos políticos e incluso por movimientos terroristas como el MRTA y desde entonces ha permanecido en el imaginario popular.

 

Infancia y juventud

 

José Gabriel Condorcanqui Noguera (en quechua kuntorkanki, "tú eres un Cóndor") nació el 19 de marzo de 1738 en la localidad de Surimana, provincia de Canas (Cuzco - Perú). Fue hijo de Miguel Condorcanqui Usquiconsa y Carmen Rosa Noguera Valenzuela. Su padre fue curaca de tres pueblos en el distrito de Tinta: Surimana, Pampamarca y Tungasuca, cargo que heredó José Gabriel.

 

Durante su infancia vivió en Surimana, pero acompañaba a su padre en sus viajes a lo largo del distrito y más lejos mientras este cumplía sus deberes como curaca y ejercía su oficio de mercader. Estas expediciones continuaron cuando José Gabriel se hizo mayor de edad y asumió el puesto y la profesión de su padre.

 

Su educación inicial quedó a cargo de los padres López de Sosa y Rodríguez. Por su condición de indígena noble estudió en el prestigioso colegio San Francisco de Borja del Cuzco, dirigida por la orden de los jesuitas para los hijos de los curacas. Posteriormente, estudió en la Universidad de San Marcos. Obtuvo una esmerada educación, habiendo enviado España a sus mejores profesores al Nuevo Mundo, donde aprendió la doctrina revolucionaria y antiabsolutista propia de la Escuela de Salamanca, que dice que el depositario real del poder, que siempre emana de Dios, era el pueblo y no el Rey, y que el primero tenía derecho a la revolución, incluso al tiranicidio, si el segundo no ejercía el gobierno del reino en beneficio del pueblo.

 

Dominaba el quechua, castellano y latín, destacando entre sus lecturas los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega, las Siete Partidas de Alfonso X de Castilla, las Sagradas Escrituras, el drama quechua Apu Ollantay, así como posterior y clandestinamente textos de Voltaire y Rousseau, en aquella época censurados.

 

El 25 de mayo de 1758, contrajo matrimonio con Micaela Bastidas Puyucahua con quien tuvo tres hijos: Hipólito, Mariano y Fernando (todos apellidados Condorcanqui Bastidas); seis años después de su matrimonio fue nombrado curaca de los territorios que le correspondían por elemental herencia. Condorcanqui fijó su residencia en la ciudad del Cuzco, desde donde viajaba constantemente para controlar el funcionamiento de sus tierras.

 

Como curaca, José Gabriel mantenía derechos sobre la tierra. También tenía intereses en la pequeña minería y campos de coca en Carabaya, al sur, y poseía varias casas y una pequeña hacienda. Heredó 350 mulas de su padre, las que usaba para trabajar el circuito Cuzco-Alto Perú, la ruta de comercio que ligaba Lima y Cuzco con las sumamente importantes minas de Potosí. Las personas lo reverenciaban por su herencia inca y, de acuerdo con muchos, por sus educadas maneras y su disposición a defender al campesino pobre.

 

Debido a sus prósperas actividades económicas, empezó a sufrir la presión de las autoridades españolas quienes lo sometían al pago de prebendas, en especial por presión de los arrieros que vivían en la región de la cuenca del Río de la Plata, quienes intentaban tener el monopolio del tránsito de mineral por el Alto Perú.

 

A finales de la década de 1770, la apertura de Buenos Aires al comercio del Alto Perú acabó con el monopolio comercial de Lima y significó una mayor competencia para los productores del Cuzco que vendían sus mercancías en Potosí y tenían que competir con las de Buenos Aires e, incluso, los de España. Por otro lado, la extendida sobreproducción a lo largo de los Andes empujó los precios a la baja. Más aún, en los años 1778 y 1779, un clima extremadamente frío dañó las cosechas y dificultó los viajes.

 

En 1780, Túpac Amaru, quien también experimentó esta crisis, tenía considerables recursos pero, del mismo modo, numerosas deudas. También fue testigo del malestar económico y oyó hablar de él a diferentes autores, desde mercaderes al borde de la bancarrota hasta comunidades que no podían solventar la creciente carga fiscal.

 

Condorcanqui vivía la situación típica de los curacas: tenía que mediar entre el corregidor y los indígenas a su cargo. Sin embargo, se vio afectado, como el resto de la población, por el establecimiento de aduanas y el alza de las alcabalas, lo que perjudicó fuertemente su negocio de mulas que transportaban mercadería entre el Perú y el Río de la Plata. Realizó reclamos sobre estos temas pidiendo también que los indígenas fueran liberados del trabajo obligatorio en las minas, reclamos dirigidos por las vías regulares a las autoridades coloniales en Tinta, Cuzco y después en Lima, obteniendo negativas o indiferencia.

 

Además, adopta el nombre de Túpac Amaru II, en honor de su antepasado Túpac Amaru I, el último Inca de Vilcabamba, buscando que se le reconociera su linaje real inca por lo cual siguió por años un proceso judicial en la Real Audiencia de Lima, por el reconocimiento del título de marqués de Santiago de Oropesa a la muerte de la última titular María de la Almudena Enríquez de Cabrera y Almansa en el año 1741.

 

Rebelión de Túpac Amaru II




Monumento actual en el Cuzco, en homenaje a José Gabriel Túpac Amaru, en la plaza del mismo nombre.

 

El 4 de noviembre de 1780 captura, enjuicia y ejecuta al corregidor español Antonio de Arriaga, iniciando con ello la rebelión contra la dominación colonial. Al comienzo el movimiento reconoció la autoridad de la Corona española, ya que Túpac Amaru afirmó que su intención no era ir en contra del rey sino en contra del «mal gobierno» de los corregidores.

 

Más tarde la rebelión se radicalizó llegando a convertirse en un movimiento independentista.

 

Su esposa Micaela Bastidas así como familiares de ambos tuvieron una participación de primer orden en el movimiento, tanto en el reclutamiento, abastecimiento y hasta cierto punto en la toma de decisiones. Con el apoyo de otros curacas, mestizos y algunos criollos, la rebelión se extendió, llegando a tener tropas de decenas de miles de combatientes. Entre sus ofrecimientos se hallaban la abolición tanto del reparto como de la alcabala, la aduana y la mita de Potosí.

 

En 1777 Túpac Amaru reclamó se le reconozca el Marquesado de Oropesa, título que venía con tierras y haciendas, pero también con la carga política de ser reconocido como heredero del trono inca; sin embargo perdió el litigio determinándose que no le correspondía, tras este suceso José Gabriel Condorcanqui Noguera se auto declara Inca y toma el nombre de Tupac Amaru II, Señor de los Césares y Amazonas, y jura con el siguiente bando su coronación: «... Don José Primero, por la gracia de Dios, Inca Rey del Perú, Santa Fe, Quito, Chile, Buenos Aires y Continentes de los Mares del Sur, Duque de la Superlativa, Señor de los Césares y Amazonas con dominio en el Gran Paititi, Comisario Distribuidor de la Piedad Divina, etc...».

 

Su movimiento tuvo dos fases:

 

La primera fase o fase tupacamarista, donde destaca la hegemonía de José Gabriel Túpac Amaru, su esposa Micaela y capitanes.

 

La segunda fase o fase tupacatarista, continuación de la rebelión a cargo de Diego Cristóbal Túpac Amaru, primo de José Gabriel, y donde destaca el protagonismo de Túpac Katari.

 

Túpac Amaru II buscó ganarse el apoyo de la iglesia e integrar a indígenas, criollos, mestizos y libertos negros en un frente anticolonial, pero no pudo evitar que la masificación del movimiento convirtiera el accionar independentista en una lucha racial contra españoles y criollos (en el Virreinato, los criollos no tenían en su actuar antagonismos con los españoles, siendo como mucho contrarios a las reformas borbónicas pero fieles a la corona en los demás aspectos).

 

Durante su máximo apogeo y, especialmente, luego de la captura y ejecución de Túpac Amaru y su familia, la rebelión se extendió de manera sumamente violenta, sin toma de prisioneros y con la práctica de asesinar a cualquier persona que hablase castellano o vistiese a la manera europea; los indígenas que se vestían con moda española también fueron atacados. Así, la ejecución sistemática de los “puka kunka” (literalmente cuellos rojos o gringos) convirtió la rebelión en un auténtico baño de sangre en el que se estima se produjo el asesinato de entre ochenta y cien mil personas.

 

Captura y ejecución

 


Intento de desmembramiento de Túpac Amaru II.

 

Tras negarse a tomar el Cuzco sacrificando a los indígenas que los realistas ubicaban en la vanguardia y ante la llegada de un ejército de 17, 000 soldados desde Lima, Túpac Amaru II ordenó la retirada de su ejército a su base militar en Tinta, mientras las fuerzas realistas mandan una expedición punitiva de casi 20, 000 soldados en su contra. Fue en esta campaña en la que, tras ser derrotado en la batalla de Checacupe, Túpac Amaru II fue traicionado por dos partidarios suyos, el mestizo Francisco Santa Cruz y el español Ventura Landaeta, y es capturado en Langui el 6 de abril de 1781.

 

Fue llevado al Cuzco encadenado y montado en una mula, ciudad donde ingresó una semana después, «con semblante sereno», mientras las campanas de la Catedral repicaban celebrando su captura. Apresado en la capilla de San Ignacio del convento de la Compañía de Jesús, fue sucesivamente interrogado y torturado.

 

Cuando el visitador español José Antonio de Areche, enviado del rey de España, entró intempestivamente al calabozo para exigirle nombres a cambio de promesas, Túpac Amaru II le contestó: «Solamente tú y yo somos culpables, tú por oprimir a mi pueblo, y yo por tratar de libertarlo de semejante tiranía. Ambos merecemos la muerte».

 

El viernes 18 de mayo de 1781, en un acto público en la Plaza de Armas del Cuzco, se cumplió la sentencia de Túpac Amaru, sus familiares y principales capitanes quienes fueron sacados de sus celdas, custodiados por miembros fuertemente armados de la milicia de mulatos y la de Huamanga, hasta llegar a la plaza donde se habían levantado horcas, también vigiladas por mulatos armados. Los prisioneros iban vestidos con zurrones, que se usaban para traer hierba mate del Paraguay, y con las manos y los pies fuertemente atados.

 

Diego Verdejo; Antonio Oblitas (sirviente negro que participó del ahorcamiento de Arriaga y posiblemente dibujó un retrato de Túpac Amaru); el hermano de Micaela, Antonio Bastidas; y Antonio Castelo, fueron las primeras víctimas. Después, fueron ejecutados Francisco Túpac Amaru (tío de José Gabriel) e Hipólito (hijo mayor de Túpac Amaru y Micaela Bastidas), a quienes les cortaron la lengua antes de ser ahorcados.

 

Al pie del cadalso, los soldados forzaron a Túpac Amaru y a Micaela a mirar. A continuación, fue ejecutada por garrote Tomasa Tito Condemayta, en algún momento llamada la favorita de Túpac Amaru.

 

Después, Micaela Bastidas fue llevada a las horcas donde se le intentó cortar la lengua pero se afirma que los verdugos no lo lograron y solo pudieron hacerlo tras su ejecución mediante el garrote.

 

A José Gabriel, al igual que hicieron con varios de sus lugartenientes, con su tío y su hijo mayor, le cortaron la lengua. Intentaron descuartizarlo vivo, atando cada una de sus extremidades a caballos para que estos tirasen de aquellas y las arrancaran, pero sus intentos fracasaron debido a su contextura física.

 

Atáronle a las manos y pies cuatro lazos, y asidos estos a la cincha de cuatro caballos, tiraban cuatro mestizos a cuatro distintas partes: espectáculo que jamás se había visto en esta ciudad. Intentaron por mucho tiempo pero no pudieron absolutamente dividirlo después que por un largo rato lo estuvieron tironeando, de modo que lo tenían en el aire, en un estado que parecía una araña.

 

Frustrado por esos intentos infructuosos, Areche ordenó decapitarlo.

  


La Tumba de Túpac Amaru II, se encuentra en la Plaza de Armas del Cuzco.

 

Su hijo menor, Fernando, gritó al ser testigo de la agonía de su padre. En palabras del geógrafo y viajero inglés Clements R. Markham, quien visitó el Perú numerosas veces a mediados del siglo XIX, Fernando:


Lanzó un grito desgarrador, grito que por muchos años repercutió en el corazón de todos los concurrentes, acrecentado su odio contra los opresores. Fue este grito la sentencia de muerte de la dominación española en la América del Sur.

 

Clement Markham

 

Tras su muerte, el cuerpo de Túpac Amaru fue despedazado; su cabeza fue colocada en una lanza exhibida en Cuzco y Tinta, sus brazos en Tungasuca y Carabaya, y sus piernas en Livitaca (actual provincia de Chumbivilcas) y en Santa Rosa (actual provincia de Melgar, Puno). De igual forma despedazaron los cuerpos de su familia y seguidores, y los enviaron a otros pueblos y ciudades. Todo ello descrito en el documento español Distribución de los cuerpos, o sus partes, de los nueve reos principales de la rebelión, ajusticiados en la plaza de Cuzco, el 18 de mayo de 1781.

 

Los científicos que han estudiado este intento de desmembramiento concluyeron que por la contextura física y resistencia de Túpac Amaru II no hubiera sido posible descuartizarlo de esa manera, sin embargo probablemente si le dislocaron brazos y piernas junto con la pelvis. Se teoriza que, aunque hubiera sobrevivido a esta ejecución, hubiera quedado prácticamente inválido.[cita requerida]

 

A pesar de la ejecución de Túpac Amaru II y de su familia, el gobierno virreinal no logró sofocar la rebelión, que continuó acaudillada por su primo, Diego Cristóbal Túpac Amaru, al tiempo que se extendía por el Alto Perú y la región de Jujuy. Asimismo, se comenzó a evidenciar contra los criollos mala voluntad de parte de la Corona Española, especialmente por la Causa de Oruro, y también por la demanda entablada contra Juan José Segovia, nacido en Lima y el coronel Ignacio Flores, nacido en Quito, quien había ejercido como presidente de la Real Audiencia de Charcas y había sido Gobernador Intendente de La Plata (Chuquisaca o Charcas, actual Sucre).

 

Descendientes

 

Túpac Amaru II y su esposa, Micaela Bastidas, tuvieron 3 hijos legítimos: El mayor de ellos, Hipólito Túpac Amaru, fue un destacado comandante del ejército de su padre y lo acompañó durante varias campañas hasta que fue capturado y ejecutado junto con su familia en la plaza mayor del Cuzco. No se tiene información de si tuvo esposa o cuantos hijos tuvieron, de ser este el caso.

 

Mariano Túpac Amaru, el segundo hijo de Túpac Amaru II, fue indultado por los españoles luego que su tío, Diego Cristóbal Túpac Amaru, quien asumió el liderazgo de la rebelión, firmara un acuerdo de paz con los realistas. Mariano recibió, como salario, una pensión de 600 pesos y pudo volver a las tierras de su familia.

 

Tuvo conflictos con las autoridades virreinales por relacionarse con María Nieves Paita, de Sicuani. Las autoridades, específicamente el corregidor Salcedo, la consideraban una zamba y una prostituta, además de dar a entender que no deseaban que el clan Tupac Amaru se reprodujera. Por lo que Paita, quien se encontraba embarazada, presumiblemente de Mariano, fue arrestada y recluida en el convento de Santa Catalina del Cuzco, de donde fue liberada por Mariano y ocho cómplices el 19 de septiembre de 1782.

 

Se desconoce el destino de María Paita o de su embarazo. Posteriormente, tras una conjura donde se vio involucrado su tío, Mariano fue capturado y desterrado a España muriendo en las costas de Brasil en 1784.

 

El menor de los hijos de Túpac Amaru, Fernando, al ser un niño de 10 años no fue ejecutado pero se le obligó a presenciar el suplicio y muerte de toda su familia y a pasar por debajo de la horca de los ejecutados, para luego ser desterrado a África con órdenes de prisión perpetua, pero el virrey Agustín de Jáuregui sugirió que no fuera enviado a África sino a España por temor a que alguna potencia enemiga lo rescatara. Frente a las costas de Peniche, Portugal, el navío zozobró pero Fernando logró sobrevivir y fue llevado a Cádiz, siendo encarcelado en dicha ciudad. Se presume que falleció en España en 1798.

 

Según el periodista Antonio Vergara Collazos, el noble polaco Sebastián de Berzeviczy se casó con la noble indígena Umina Atahualpa teniendo una hija llamada Umina de Berzeviczy Atahualpa, quien contrajo matrimonio con uno de los miembros de la familia de Túpac Amaru teniendo con él un hijo llamado Antonio Túpac Amaru de Berzeviczy, sobrino de Túpac Amaru II. Tras la rebelión, Antonio Túpac Amaru de Berzeviczy huyó a Polonia donde fue adoptado por Waclaw Benesz de Berzeviczy adoptando su apellido. Uno de los descendientes de Antonio fue Andrzej Benesz, político polaco y veterano en la Segunda Guerra Mundial.

 

Mesianismo de Túpac Amaru II

 



Efigie de Túpac Amaru II en el Panteón de los Próceres en Lima.

 

La rebelión general del Alto y Bajo Perú en 1780, fue encabezada por José Gabriel Condorcanqui con el objetivo de liberar a sus compatriotas de las pesadas cargas a las que estaban obligados por las autoridades españolas desde hacía casi tres siglos, aunque agravadas en la década anterior por las reformas borbónicas: mitas, repartimiento de efectos, tributos, alcabalas y otros derechos; trabajos en corregimientos y obrajes; diezmos y primicias eclesiásticas, y la eliminación de las divisiones en castas. Buscaba la creación de un reino independiente de España, gobernado por una monarquía hereditaria incaica, a través de la creación de un ejército y una administración propias, introduciendo una tributación única a todos los súbditos, libertad de comercio y trabajo.

 

Con las masas, el Inca iba a comunicarse usando un lenguaje simbólico, de raigambre mesiánica. Ese lenguaje se manifestaba en el uso de instrumentos musicales tradicionales, en el uso de banderas, insignias y vestimentas incaicas, así como del apelativo Inca, que poseía implicaciones mesiánicas (vinculadas al mito de Inkarri), por cuanto el Inca no se mostraba solamente como rey y soberano legítimo, sino también como redentor, restaurador del mundo, salvador de los indígenas, esperándose de él un comportamiento milagroso. Se le otorgaban rasgos divinos o prodigiosos.

 

Al respecto, las palabras de Túpac Amaru II a su compañero de lucha, Bernardo Sucacagua, afirmando que las personas que murieran siéndole fieles tendrían su recompensa, sugieren que aquel se veía a sí mismo, en principio, como redentor.

 

El obispo del Cuzco afirmó que Túpac Amaru II, había persuadido a los indios de que los que muriesen en su servicio resucitarían al tercer día. Sahuaraura Tito Atauchi afirmó que los indígenas se arrojaban a pelear en las batallas sin temor y ciegamente, pero aun estando mal heridos no querían invocar el nombre de Jesús, ni confesarse. Ello se debería a que Túpac Amaru II les había dicho que el que no dijese Jesús resucitaría al tercer día, y los que lo invocaban, no. Igualmente se presentaba el modelo peruano, que preveía la resurrección al quinto día.

 

El sistema de creencias indígenas aceptaba a Túpac Amaru como dios, redentor y liberador de los oprimidos, vale decir como una figura equivalente a la de Jesucristo. El Inca reforzaba esta creencia, al afirmar que los españoles habían impedido a los indígenas el acceso al dios verdadero, siendo él mismo quien designaría personas que les enseñaran la verdad.

 

El mito de Inkarri, al imaginar el regreso de un Inca para enderezar el mundo injusto, era un símbolo unificador poderoso usado para unificar poblaciones indígenas divididas por la geografía y las fronteras étnicas. Pero también era un símbolo divisionista, cuando no se reunían todas las condiciones necesarias para gobernar; tal el caso de José Gabriel Condorcanqui o Túpac Amaru II, al que muchos nobles incaicos consideraron un "advenedizo fraudulento", más que un verdadero redentor, aunque él se reivindicara como descendiente del último Incas de Vilcabamba, Felipe Túpac Amaru, o Túpac Amaru I.

 

Para la mayoría de los rebeldes peruanos, la fuente de sus creencias acerca del fin de la dominación española estaba en la concepción que tenían del futuro, por la cual, el Inca que regresa pone término a la dominación española y devuelve el orden al mundo. Igualmente, la muerte del Inca implicaba una destrucción del orden, del principio regente del mundo. La muerte de Túpac Amaru, al ser la muerte de un Inca, era la muerte de un hombre que reunía la tierra, el cielo y los elementos; era la muerte del hijo del sol.

 

Reconocimiento



 

Monumento de Túpac Amaru en la Plaza Libertad en El Alto, Bolivia.

 

La fama de Túpac Amaru II se extendió a tal punto que los indígenas sublevados en los llanos de Casanare, en la región de Nueva Granada, lo reconocieron como "Rey de América".

 

Movimientos posteriores invocaron el nombre de Túpac Amaru II para obtener el apoyo de los indígenas, caso entre otros de Felipe Velasco Túpac Amaru Inca o Felipe Velasco Túpac Inca Yupanqui, quien pretendió levantarse en Huarochirí (Lima) en 1783. La rebelión de Túpac Amaru II marcó el inicio de la etapa emancipadora de la historia de Perú.

 

Esta gran rebelión produce una fuerte influencia sobre la Conspiración de los tres Antonios, indicios descubiertos en Chile el 1 de enero de 1781, en pleno desarrollo de la insurrección. Los conspiradores se animaron a actuar gracias a las noticias de los avances de Túpac Amaru II en el Virreinato del Perú.

 

Siglos XX y XXI




Monumento a Túpac Amaru II en el distrito de Comas.

 

En Perú, el gobierno del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975) acogió la efigie estilizada de Túpac Amaru II, diseñada por el artista Jesús Ruiz Durand, como símbolo del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas que él encabezaba. Lo reconoció como héroe nacional en 1969, lo cual fue novedad puesto que desde la independencia la figura de Túpac Amaru II fue llevada con indiferencia u omisión por la educación e historiografía oficial peruana.

 

La primera mención de Túpac Amaru en el gobierno militar ocurrió el 24 de junio de 1969 cuando, en el colofón del discurso por la ley de Reforma Agraria, Velasco menciona: Campesino, el patrón no comerá más tu pobreza, la cual la atribuye al rebelde cuzqueño siendo que fue una frase inventada por sus asesores.

 

En su honor renombró uno de los salones principales de Palacio de Gobierno, el hasta entonces llamado salón Francisco Pizarro (que la élite de la Lima republicana creó y mantuvo los primeros dos tercios del siglo XX en su aprecio al conquistador español), retirando además su retrato del centro superior del salón y reemplazándolo por el del rebelde indígena.

 

Así también durante su gobierno se construyó la avenida Túpac Amaru, una de las más extensas (22 km) de la capital y que une Lima Norte (en ese entonces excluido del resto de la ciudad) con el centro de Lima.

 

Túpac Amaru II es considerado un precursor de la Independencia del Perú por antonomasia.29 Actualmente su nombre y figura es acogida ampliamente por los movimientos indígenas andinos, así como por los movimientos de izquierda política.

 

En otro sentido, su nombre también fue utilizado por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), agrupación guerrillera, posteriormente terrorista, que operó en Perú de 1985 a 1997. El MRTA se dio a conocer internacionalmente por la toma de los rehenes de la embajada de Japón (1996-1997) y fue uno de los beligerantes de la época del terrorismo en el Perú (1980-2000).

 

En Uruguay los Tupamaros también conocidos como Movimiento de Liberación Nacional o por sus siglas MLN-T, fue un grupo insurgente que estuvo activo entre los años de 1960 y 1970, que se denominó como tal por la admiración y respeto que según sus militantes sentían por Túpac Amaru II.[cita requerida]

 

En Venezuela, inspirados en la guerrilla uruguaya mencionada, el Tupamaro (Venezuela) desarrolló acciones armadas entre 1992 y 1998, para después integrarse a la política formal.

 

En Estados Unidos el famoso rapero Tupac Shakur (1971-1996) tuvo como nombre de nacimiento el de Túpac Amaru Shakur debido a la admiración que su madre Afeni Shakur (activista de la organización afroestadounidense Panteras Negras) tenía por Túpac Amaru II.

 

En Argentina el nombre de este líder rebelde fue adoptado por la Asociación Túpac Amaru, un movimiento indigenista político y social surgido en 2001 en la provincia de Jujuy que actualmente tiene presencia en 15 provincias argentinas. También pertenece a la Galería de los Patriotas Latinoamericanos, creada en la Casa Rosada por la presidenta Cristina Fernández en 2010 (año del Bicentenario de la Revolución de Mayo).

 

Eduardo Galeano recogió la historia de un turista que le preguntó a un niño lustrabotas si conocía a Túpac Amaru. El niño, sin alzar la cabeza, respondió que sí y en un susurro dijo: «Viento es».

 

https://es.wikipedia.org/wiki/T%C3%BApac_Amaru_II

 



Mateo Pumacahua

 

Mateo García Pumacahua Chihuantito (Chinchero, Cuzco, 21 de septiembre de 1740-Sicuani, Cuzco 17 de marzo de 1815) fue un militar y funcionario indígena del Virreinato del Perú cuya participación contra la rebelión de Túpac Amaru II fue decisiva para la derrota de este. Años más tarde, se plegó a la causa libertadora de los hermanos Angulo, siendo el más destacado líder de la Rebelión del Cuzco de 1814, razón por la cual es considerado prócer de la independencia del Perú.

 

Biografía

 



Efigie de Pumacahua en el Panteón de los Próceres en Lima.

 

Nació en 1740, hijo de Francisco Pumacahua Inca, cacique de Chinchero, y de Rosa Chihuantito descendiente en línea directa del inca Huayana Capac, de condición noble y, por tanto, exenta del pago de tributos y de prestación de servicio personal, y con derecho al uso de armas.

 

Sus escritos reflejan una notable educación, que es posible recibiera en el Colegio de Indios Nobles y de Caciques de San Francisco de Borja, fundado por la Orden de Jesús en la ciudad del Cuzco, donde pudo coincidir con el que luego sería su rival, José Gabriel Condorcanqui.

El 12 de octubre de 1770, a la muerte de su padre, le sucedió como cacique y gobernador de Chinchero, Maras, Huayllabamba, Umasbamba y Sequecancha. El 13 de agosto de 1773 fue nombrado capitán de la compañía de indios nobles de esa localidad.

 

Rebelión de Túpac Amaru II

 

En 1780 se produjo el levantamiento de Tupac Amaru II, que llegó a poner en peligro el dominio español sobre amplias extensiones del sur del Perú. Para hacerle frente, las autoridades, al igual que en gran parte de las indias, se encontraban prácticamente indefensas. En todo el virreinato sólo había un regimiento de tropas regulares, el Real de Lima, formado por soldados mayoritariamente americanos, como también lo eran los mandos subalternos, aunque los superiores fueran sobre todo peninsulares. Como elementos auxiliares existían unidades de milicias, reclutadas localmente y de variable calidad.

 

Para sofocar la sublevación fue preciso, pues, acudir a una movilización del elemento indígena, que se encauzó a través de una veintena de caciques fieles, como Felipe Titotaouchi Evaristo Delgado, Pedro Sahuaraura, Nicolás Rosas o Diego Choquehuanca. Entre ellos destacó Mateo Pumacahua, “el principal enemigo de la rebelión”. En torno a su selecta compañía de indios nobles, puso en pie de guerra a los habitantes de su jurisdicción, formando una fuerza a la que el virrey Jáuregui concedió el raro privilegio de usar bandera.

 

Al frente de ella, entró en campaña desde un primer momento, uniéndose a las columnas que se constituyeron con los escasos efectivos “veteranos”, o regulares, disponibles y con milicianos. De estas dos clases de tropa se emplearon unos tres mil efectivos, masivamente de milicias, complementados con alrededor de catorce mil indios, lo que refleja la importancia de la aportación de estos últimos.

 

Al mando de una agrupación que reunía compañías de milicias tanto de “españoles” (peninsulares y criollos) como de “naturales” (indígenas) y de “esclavos” (negros), Pumacahua intervino en distintos combates, como la defensa de Paucartambo y la victoria de Urubamba (diciembre de 1780) y la defensa del Cuzco (enero de 1781), en la que desempeñó un papel esencial. Participó, asimismo y al mando de dos mil indígenas, en la ofensiva contra Tinta (abril de 1781) que llevó a la derrota de Tupac Amaru y a su posterior captura a manos de sus propios subordinados, que lo entregaron a las autoridades.

 

Aunque con ello la rebelión sufrió un gravísimo golpe, su total extinción requirió nuevas expediciones, en las que las tropas de Pumacahua se distinguieron. Por sus sobresalientes servicios, Pumacahua fue premiado, sucesivamente, con la banda e insignias de la Real medalla, el ascenso al grado de coronel de milicias (30 de diciembre de 1780) y el sueldo vitalicio de capitán “vivo”, o efectivo, del Ejército Real. Por esas fechas empezó a firmar como Mateo García Pumacahua.

 

En 1794, prosiguiendo su carrera, fue nombrado coronel de Ejército, distinción de singular importancia, ya que implicaba que, por su habilidad militar y su fidelidad se le equiparaba ya no a un simple mando de milicianos, tropa advenediza y de segunda línea, sino a la elite de los defensores de la Monarquía y en 1802 alférez real de Cuzco.

 

En 1808 contribuyó con un donativo personal, al que seguirán otros, de 2000 pesos para el “empréstito patriótico” que se realizó con el fin de reunir fondos destinados a ayudar a la Península invadida por Napoleón.

 

Movimientos emancipadores

 

Cuando, a partir de 1809 comenzaron los movimientos emancipadores, siguió dando pruebas de inquebrantable lealtad. Se le encomendó en octubre de 1811 la misión de restablecer las comunicaciones entre Lima y el Ejército realista del Alto Perú, y abrir paso para el envío de un importante refuerzo de tres mil quinientos hombres a este último.

 

Ello le llevó a emprender una serie de operaciones que consiguieron someter, con gran brutalidad, una serie de levantamientos locales en Pacajes, Sicasica y Omasuyos. Se dijo que, por este motivo, fue separado del mando directo de tropas en operaciones, aunque estos excesos eran casi inevitables si se tiene en cuenta que las llamadas “indiadas” movilizadas por ambos bandos, carecían de toda disciplina y, con frecuencia, actuaban movidas sólo por la esperanza de botín.

 

En todo caso, Pumacahua no perdió la confianza política de sus superiores. El 11 de diciembre de 1811 se le extendió la patente de brigadier; en marzo de 1812 recibió la jefatura del Batallón Auxiliar de Cuzco y el 24 de septiembre de ese año fue nombrado presidente interino de Cuzco, cargo de especial relevancia en aquellos momentos.

 

Se trataba de una provincia densamente poblada que, en la práctica, constituía la retaguardia del Ejército realista del Alto Perú, al que suministraba hombres y medios materiales de todo tipo. La ciudad, por el comportamiento de sus habitantes durante la rebelión de Tupac Amaru, había recibido de Carlos III el título de Fidelísma, además de “igual tratamiento y prerrogativas que están concedidas y goza la capital de Lima”.

 

Bajo su mandato como presidente se procedió en octubre a las agitadas elecciones de diputados a Cortes, en las que salió a relucir el enfrentamiento entre los dos bandos que se empezaban a dibujar: los liberales, ya fuesen reformistas o independentistas, y los conservadores. La Constitución de Cádiz se juró en Lima por esas fechas, siendo remitida a distintos puntos del virreinato para que se procediera a la misma ceremonia. Llegó a Cuzco el 9 de diciembre, pero las autoridades difirieron su publicación.

 

Ello motivó un manifiesto de protesta encabezado por Rafael Rodríguez de Arellano, destacado dirigente del sector liberal, que fue encarcelado. Al fin, el día 23 se juró la Carta Magna en Cuzco. Entre sus disposiciones figuraba la sustitución de los tradicionales Cabildos hereditarios por otros elegidos mediante votación, que los liberales esgrimirán para argumentar la falta de legitimidad del Ayuntamiento existente y la necesidad de reemplazarlo.

 

El 7 de febrero de 1813 tuvo lugar una reunión con vistas a la elección del nuevo Ayuntamiento, que se convirtió en catalizador de las rivalidades de los dos lados. Pumacahua se dirigió a los asistentes impetrando que actuasen “con temor a Dios, fidelidad al Soberano, amor a la Patria y respeto a las autoridades”. Pero los ánimos estaban ya soliviantados y los asistentes forzaron la liberación de los detenidos.

 

Cuando, finalmente, tuvieron lugar los comicios, fue elegido un Ayuntamiento dominado por la facción liberal exaltada, lo que creó malestar en los sectores conservadores. Al poco, el virrey Abascal, descontento por la forma en que el presidente había gestionado la crisis, le sustituyó por el también brigadier cuzqueño Martín Concha. Pumacahua, dolido, se retiró a sus tierras, no sin antes hacer protestas de su fidelidad, aduciendo que su único móvil había sido mantener a la provincia en calma y “libre de irrupciones”.

 

La agitación, sin embargo, no cesó, promovida, entre otros, por oficiales americanos del Ejército Real que, tras haber sido capturados por los independentistas y liberados en virtud de la capitulación de Salta, se hallaban en Cuzco. Sendas delaciones hicieron fracasar intentos subversivos el 9 de octubre y el 5 de noviembre, pero el 3 de agosto el movimiento insurreccional triunfó, sin apenas resistencia. Lo capitaneaban los hermanos José, Vicente y Mariano Angulo, el sacerdote Gabriel Béjar, todos cuzqueños, y Manuel Hurtado de Mendoza, salteño y antiguo oficial realista.

 

Tras el pronunciamiento se creó una Junta de Gobierno integrada por tres personas: el coronel Juan Tomás Moscoso, el teniente coronel Domingo Luis Astete y, como presidente, Mateo Pumacahua. No se conocen a ciencia cierta las razones que este último tuvo para ese radical cambio de lealtades. Se han aducido varias.

 

Entre otras, el convencimiento de que las autoridades nunca introducirían por la vía pacífica las imprescindibles reformas para mejorar las condiciones de los indios; la ambición y el despecho. Él mismo alegaría más tarde que aceptó el cargo engañado, ya que se le había dicho que Fernando VII había muerto, y que se trataba de conservar Perú para sus sucesores.

 

Es cierto que a la hora de justificar la sublevación, sus promotores aludieron a su deseo de garantizar “el reconocimiento a la autoridad de las Cortes Soberanas, a la de nuestro amado Monarca Don Fernando VII, a la de la Regencia del Reino y a la inmediata de V. E. (el virrey)”.

 

En cuanto al motivo que pudieron tener los criollos para recabar la colaboración del brigadier, no parece que fuera el respeto uno de ellos se refirió a él como persona “inclinada a las pasiones más bajas e infames”, ni la coincidencia de intereses, ya que en realidad los dirigentes blancos carecían de un verdadero programa para los indígenas.

 

Lo más verosímil es que fuera sobre todo el deseo de contar con la multitud de hombres que con su prestigio podía movilizar. En todo caso, la revolución de 1814 fue un ejemplo interesante, aunque fugaz, de la poco frecuente colaboración entre indios y criollos contra el poder español. Al final, los segundos, atemorizados por la perspectiva de una guerra racial, abandonarían a los primeros.

 

La vida de esa Junta fue efímera. Unos meses después de haber sido constituida, el 30 de noviembre la casa de Astete, sospechoso de realista, es asaltada, y el teniente coronel tuvo que apelar a la fuga para salvar la vida. De hecho el poder recayó a partir de entonces en Pumacahua y los hermanos Angulo.

 

Mientras, Abascal, alarmado ante la magnitud de lo sucedido, entabló conversaciones con las nuevas autoridades.

 

Tras fracasar en sus intentos para que depusieran su actitud, y no convencido de las explicaciones de estas en el sentido de que se ha tratado de “un cambio de gobernantes, no de gobierno”, decidió tomar medidas de fuerza. Su situación era entonces precaria: la mayor parte de sus fuerzas se hallaban en el Alto Perú, bajo una creciente presión de las tropas independentistas de Buenos Aires o empeñadas en la reconquista de Chile; en la propia Lima se había abortado una conspiración y en el ejército de operaciones únicamente la lealtad del Regimiento de Infantería n.º 1 había hecho fracasar un intento de sublevación dirigido por el coronel Saturnino Castro.

 

A pesar de ello, el virrey dictó órdenes para sofocar el movimiento de Cuzco. Desde la propia capital envió una columna al mando del teniente coronel Vicente González, formada por dos compañías, sólo ciento veinte hombres, del Regimiento peninsular de Talavera, recién llegado de España, y por milicianos locales.

 

Del Ejército del Alto Perú se desprendió otra, dirigida por el brigadier Juan Ramírez, posiblemente uno de los mejores militares del Ejército realista. La componían el excelente Regimiento n.º 1, de cuzqueños, que tras haber pedido que un piquete de la unidad ejecutase la sentencia de fusilamiento de Castro, solicitó formar parte de la expedición; el Batallón del General, de oriundos de Tinta, Cinti y Chichas y algunos Dragones de Tinta, también americanos. Mil doscientos hombres en total, con seis piezas de Artillería.

 

Por su parte, la Junta no permaneció inactiva. Al contrario, convirtió a Cuzco en un foco de la insurrección, de donde irradiaron fuerzas en varias direcciones para propagar la misma. Una estaba dirigida por el afroperuano Juan Manuel Pinelo, iqueño, antiguo miembro del Real de Lima y nombrado ahora coronel, y por el cura tucumano Ildefonso Muñecas, ascendido a brigadier. El 25 de agosto entraron en Puno, que se había alzado por la causa independentista y el 11 de septiembre tomaron la fortaleza del Desaguadero. Por fin, y ayudados por un movimiento interno, ocuparon La Paz el 24, produciéndose atrocidades consustanciales a ese tipo de guerra irregular. Ante la noticia de la proximidad de Ramírez la abandonaron, para hacerle frente en Chacaltaya, siendo batidos de plano el 2 de noviembre. El 3, la ciudad estaba de nuevo en manos realistas.

 

La segunda tropa que salió de Cuzco obedecía a Mariano Angulo, Gabriel Béjar y Manuel Hurtado de Mendoza, que el 20 de septiembre hicieron su entrada en Huamanga. González, sin embargo, estaba sobre ellos. El 1 de octubre les derrotó en Huanta y, tras recuperar Huamanga, les volvió a vencer el 27 de enero de 1815 en Matará. En pocas semanas la columna dejó de existir.

 

La tercera expedición, la más importante, con cinco mil hombres, estaba encabezada por el propio Pumacahua, que marchó sobre Arequipa. Su fuerza incluía fuerzas de milicias, ya que estas unidades, según las condiciones locales, combatieron en un bando o en otro. Un mínimo contingente le salió al paso, una compañía del Real de Lima y algunos milicianos descontentos y de dudosa lealtad. Lo mandó el intendente de Arequipa, el americano José Gabriel Moscoso y el mariscal de campo cuzqueño Francisco Picoaga, venido de la capital.

 

El 10 de noviembre fueron derrotados en la Apalacheta. Hechos prisioneros, se les condujo a Cuzco donde fueron ejecutados el 1 de febrero del siguiente año, tras negarse terminantemente a cambiar de bando. Ese mismo día los rebeldes fueron recibidos en Arequipa por el Ayuntamiento, que reconoció a la Junta del Cuzco y, a la vez, reiteró su fidelidad a Fernando VII.


El 30, sabedores de que Ramírez estaba en marcha desde La Paz, abandonaron la ciudad, en la que inmediatamente, el 6 de diciembre, las mismas autoridades consignaron ahora su protesta contra la rebelión y su fidelidad a Fernando VII. Tres días más tarde, las fuerzas realistas llegaron a la ciudad, tras una durísima ascensión de los Andes en la peor época del año, entre nieves y ventiscas. Después de un largo descanso, y acuciadas por Abascal se pusieron en movimiento el 11 de febrero de 1815.

 

El 11 de marzo ambos ejércitos estaban frente a frente, en Humachiri. Pumacahua entonces mandó treinta mil hombres, de ellos ochocientos fusileros, y tenía cuarenta cañones Ramírez, mil trescientos y seis, respectivamente.

 

A pesar de ello, atacó. Sus tropas, se desvistieron parcialmente y, sujetando en alto las armas y las municiones para evitar que se mojasen, vadearon bajo el fuego el río Llalli. Una vez al otro lado, cargaron, derrotando en menos de media hora a las masas enemigas. Hasta las mujeres que acompañaban a los realistas se distinguieron, rechazando una incursión de la caballería independentista.

 

Pumacahua, fugitivo, fue capturado por los habitantes de Sicuani, irritados por los desmanes que en la localidad habían perpetrado sus tropas. El 17 de marzo, tras un rápido juicio, fue ahorcado. Para entonces en Cuzco había triunfado un movimiento realista, lo que anunciaba el fracaso del alzamiento. En las siguientes semanas la sublevación principal fue totalmente dominada, aunque algunos de sus dirigentes, como Muñecas, mantuvieron largo tiempo la resistencia, en lo que se ha denominado la época de las “republiquetas”.

 

Mateo Pumacahua casó en primeras nupcias con Juliana de Cusihuampan y, en segundas, con María Ignacia Loayza. Tuvo cinco hijos: Francisco Paula, Ignacia, Polonia, Lorenza y María Eusebia.

 

Además de los cargos concedidos por la Corona, se otorgó, con motivo de la sublevación de 1814, el empleo de capitán general y de marqués del Perú, que nunca le fueron reconocidos por las autoridades realistas.

 

https://es.wikipedia.org/wiki/Mateo_Pumacahua

 


 

Para el próximo lunes 24 de abril de 2023 seguiré publicando la historia de destacados personajes del Perú.



abril 21, 2023   Posted by Los Mina Digital with No comments

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