Horacio Silvestre Quiroga Forteza (Salto, Uruguay; 31 de diciembre de 1878, Buenos Aires, Argentina; 19 de febrero de 1937) fue un cuentista, dramaturgo y poeta uruguayo. Fue uno de los maestros del cuento latinoamericano, de prosa vívida, naturalista y modernista. Sus relatos a menudo retratan a la naturaleza con rasgos temibles y horrorosos, como enemiga de las circunstancias del ser humano. Ha sido comparado con el escritor estadounidense Edgar Allan Poe.
Biografía
Infancia de
Horacio Silvestre
Horacio Silvestre Quiroga Forteza nació el 31 de diciembre de 1878, en la ciudad de Salto, Uruguay, en el noroeste del país, sobre el río Uruguay. Hijo del vicecónsul argentino en Salto, Prudencio Facundo Quiroga, y de Pastora Forteza. Su padre era descendiente de Facundo Quiroga, caudillo argentino cuyo origen familiar se remonta hasta inmigrantes gallegos asentados en la provincia de San Juan durante el siglo XVII y luego trasladados hacia La Rioja.El mismo falleció de forma trágica, al dispararse con su propia escopeta por accidente frente a su familia. En ese entonces Horacio contaba con 2 meses de vida.
A
partir de esta tragedia su madre decide mudarse a la ciudad de Córdoba en
Argentina, para regresar a Salto 4 años después. En 1891 Pastora Forteza contrajo
nuevas nupcias con Ascencio Barcos, que se convirtió en un buen padrastro para
Horacio y con el cual mantuvo una relación muy sólida. La tragedia se apoderó
de sus vidas otra vez cuando Barcos sufrió un derrame cerebral en 1896 que lo
dejó semiparalizado y mudo. Se suicidó disparándose en la boca con una escopeta
manejada con sus pies en presencia casual de Horacio, que tenía 18 años y
estaba ingresando casualmente en la habitación.
Formación
Horacio Quiroga
a los 18 años, frente a su casa natal en Salto (Uruguay).
Hizo sus
estudios en Montevideo, capital de Uruguay hasta terminar el colegio
secundario. Estos estudios incluyeron formación técnica (Instituto Politécnico
de Montevideo) y general (Colegio Nacional), y ya desde muy joven demostró interés
por la literatura, la química, la fotografía, la mecánica, el ciclismo y la
vida de campo. A esa temprana edad fundó la Sociedad de Ciclismo de Salto y
viajó en bicicleta desde Salto hasta Paysandú (120 km).
En esa época
pasaba larguísimas horas en un taller de reparación de maquinarias y
herramientas. Por influencia del hijo del dueño empezó a interesarse por la
filosofía. Se autodefiniría como «franco y vehemente soldado del materialismo
filosófico». Simultáneamente también trabajaba, estudiaba y colaboraba con las
publicaciones La Revista y La Reforma. Aún se conserva su primer cuaderno de
poesías, que contiene veintidós poemas de distintos estilos, escritos entre
1894 y 1897.
Durante el
carnaval de 1898, conoció a su primer amor, María Esther Jurkovski, quien le
inspiraría dos de sus obras más importantes: Las sacrificadas (1920) y Una
estación de amor (1917). Pero los desencuentros provocados por los padres de la
joven que reprobaban la relación, debido al origen no judío de Quiroga los
llevó a separarse.
Viaje a París
En 1899, se
fundó la Revista de Salto.7 Después del suicidio de su padrastro, decidió
invertir la herencia recibida en un viaje a París.8 Estuvo contando el tiempo
de viaje cuatro meses ausentes. Sin embargo, las cosas no salieron como había
planeado: el mismo joven que había partido de Montevideo en primera clase
regresó en tercera, andrajoso, hambriento y con una barba negra a la cual ya
nunca más renunciaría. Resumió sus recuerdos de esta experiencia en Diario de
un viaje a París (1900).
Consistorio del
Gay Saber
Al volver a su país natal, Quiroga reunió a Federico Ferrando, Alberto Brignole, Julio Jaureche, Fernández Saldaña, José María Delgado y Asdrúbal Delgado, y fundó con ellos el «Consistorio del Gay Saber», una especie de laboratorio literario experimental donde todos ellos probarían nuevas formas de expresarse y preconizarían los objetivos modernistas de la generación del 900. Pese a su corta existencia, el Consistorio presidió la vida literaria de Montevideo y las polémicas con el grupo de Julio Herrera y Reissig.
El Consistorio del Gay Saber
fue uno de los cenáculos de Montevideo, junto con la Torre de los Panoramas.
Estos lugares
eran el centro de reunión de escritores y pensadores de principios del siglo XX.
El Consistorio
se desarrolló desde 1900 hasta 1902 en una pensión donde Horacio Quiroga
alquilaba una habitación, en Montevideo. Emir Rodríguez Monegal manifestó que
Quiroga, luego de su residencia en Salto, partió a la capital a vivir con Julio
J. Jaureche en una casa de pensión situada en la calle 25 de Mayo 118, segundo
piso, entre Colón y Pérez Castellano. Su amigo desde la adolescencia, Alberto
J. Brignole, vivía cerca de allí (25 de Mayo 87). Con Asdrúbal E. Delgado y
José María Fernández Saldaña, restauraron el viejo grupo, al que se sumó un
primo de Jaureche, Federico Ferrando. En la habitación que compartía con
Jaureche, fundó Quiroga el Consistorio. Fue su tercer cenáculo literario, y fue
bautizado por Ferrando, inspirándose en las agrupaciones poéticas provenzales
La alegría que
le provocó la aparición de su primer libro (Los arrecifes de coral) se vio
opacada por la muerte de dos de sus hermanos, Prudencio y Pastora, víctimas de
la fiebre tifoidea en el Chaco.
Ese mismo año,
su amigo Federico Ferrando quien había recibido malas críticas del periodista
montevideano Germán Papini Zas, comunicó a Quiroga que deseaba batirse en duelo
con aquel. Horacio, preocupado por la seguridad de Ferrando, se ofreció a
revisar y limpiar el revólver que iba a ser utilizado en la disputa. Pero
mientras inspeccionaba el arma, se le escapó un disparo que impactó en la boca
de Federico, matándolo instantáneamente. Llegada al lugar la policía, Quiroga
fue detenido, sometido a interrogatorio y posteriormente trasladado a una cárcel
correccional. Al comprobarse la naturaleza accidental del homicidio, el
escritor fue liberado tras cuatro días de reclusión.
La culpa por la
muerte de su compañero literario llevó a Quiroga a disolver el Consistorio y a
abandonar el Uruguay para pasar a la Argentina. Cruzó el Río de la Plata en
1902 y fue a vivir con María, otra de sus hermanas. En Buenos Aires, el artista
alcanzaría la madurez profesional, que llegaría a su punto culminante durante
sus estancias en la selva. Además, su cuñado lo inició en la pedagogía y le
consiguió trabajo bajo contrato como maestro en las mesas de examen del Colegio
Nacional de Buenos Aires.
Misiones y Chaco
Reunión de
literatos en Buenos Aires, 1928: Horacio Quiroga (primero a la izquierda), su
amigo Leopoldo Lugones (de brazos cruzados),Baldomero Fernández Moreno
(sentado a la izquierda) y Alberto Gerchunoff (sentado al centro).
Ya designado
como profesor de castellano en el Colegio Británico de Buenos Aires en marzo de
1903, en junio de ese mismo año y ya convertido en un fotógrafo experto, Quiroga quiso acompañar a Leopoldo Lugones en una expedición a Misiones,
financiada por el Ministerio de Educación, en la que Lugones planeaba
investigar unas ruinas de las misiones jesuíticas en esa provincia. La
excelencia de Quiroga como fotógrafo hizo que Lugones aceptara llevarlo, y el
uruguayo pudo documentar en imágenes ese viaje de descubrimiento.
Reconocimiento
Al regresar a
Buenos Aires luego de su fallida experiencia en el Chaco, Quiroga abrazó la
narración breve. Fue así como en 1904 publicó el libro de relatos El crimen de
otro, fuertemente influido por el estilo de Edgar Allan Poe, que fue reconocido
y elogiado, entre otros, por José Enrique Rodó. Estas primeras comparaciones
con el «Maestro de Boston», no molestaban a Quiroga, que las escucharía con
complacencia hasta el fin de su vida y respondería a menudo que Poe era su
primer y principal maestro.
Durante dos años trabajó en varios cuentos, entre ellos de terror rural e historias para niños, pobladas de animales que hablan y piensan sin perder las características naturales de su especie.
A esta época pertenecen la novela breve Los perseguidos
(1905) producto del viaje con Leopoldo Lugones por la selva misionera hasta la
frontera con Brasil y El almohadón de pluma, publicado en la revista argentina
Caras y Caretas en 1905, que llegó a publicar ocho cuentos de Quiroga al año. A
poco de comenzar a publicar en ella, Quiroga se convirtió en un colaborador
famoso y prestigioso, cuyos escritos eran buscados por miles de lectores.
Misiones
Reconstrucción
exacta de la primera casa de Quiroga en San Ignacio. La original fue destruida
por indios guaraníes.
En 1906 Quiroga
decidió volver a su amada selva. Aprovechando las facilidades que el gobierno
ofrecía para la explotación de las tierras, compró una chacra (en sociedad con
su amigo uruguayo Vicente Gozalbo) de 185 hectáreas en la provincia de Misiones,
sobre la orilla del Alto Paraná, y comenzó a hacer los preparativos destinados
a vivir allí, mientras enseñaba Castellano y Literatura.
Durante las
vacaciones de 1908, el literato se trasladó a su nueva propiedad, construyó las
primeras instalaciones y comenzó a edificar el bungalow donde se establecería.
Enamorado de una de sus alumnas la adolescente Ana María Cires, le dedicó su
primera novela, titulada Historia de un amor turbio. Quiroga insistió en la
relación frente a la oposición de los padres de la alumna y por fin obtuvo el
permiso para casarse y llevarla a vivir a Misiones con él. Los suegros de
Quiroga, preocupados por los riesgos de la vida salvaje, siguieron al
matrimonio y se trasladaron a Misiones con su hija y yerno. Así pues, el padre
de Ana María, su madre y una amiga de esta se instalaron en una casa cercana a
la vivienda del matrimonio Quiroga.
Un año después,
en 1911, Ana María dio a luz a su primera hija, Eglé Quiroga, en su casa en la
selva. Durante ese mismo año, el escritor comenzó la explotación de sus
yerbatales en sociedad con su amigo uruguayo Vicente Gozalbo y, al mismo
tiempo, fue nombrado juez de paz (funcionario encargado de mediar en disputas
menores entre ciudadanos privados y celebrar matrimonios, emitir certificados
de defunción, etcétera) en el Registro Civil de San Ignacio.
Al año siguiente
nació su hijo menor, Darío. En cuanto los niños aprendieron a caminar, Quiroga
decidió ocuparse personalmente de su educación. Desde muy pequeños, los
acostumbró al monte y a la selva, exponiéndolos a menudo midiendo siempre los
riesgos al peligro, para que fueran capaces de desenvolverse solos y de salir
de cualquier situación. Fue capaz de dejarlos solos en la jungla por la noche o
de obligarlos a sentarse al borde de un alto acantilado con las piernas
colgando en el vacío. El varón y la niña, sin embargo, no se negaban a estas
experiencias que aterrorizaban y exasperaban a su madre, sino que las
disfrutaban. La hija aprendió a criar animales silvestres y el niño a usar la escopeta,
manejar una moto y navegar, solo, en una canoa.
Regreso a Buenos
Aires
Ana María Cires
(1890-1915) se suicidó ingiriendo un sublimado empleado en el revelado
fotográfico, que le provocó una agonía de ocho días en que fue atendida por
Horacio. Muy afectado, apenas volvería a mencionar a su primera esposa.1314
Tras el suicidio de su joven cónyuge, Quiroga se trasladó con sus hijos a
Buenos Aires, donde recibió un cargo de secretario contador en el Consulado
General uruguayo en esa ciudad, tras arduas gestiones de unos amigos orientales
que deseaban matarlo para liberarlo.
A lo largo del
año 1917 habitó con los niños en un sótano de la avenida Canning (hoy Raúl
Scalabrini Ortiz) 164, alternando sus labores diplomáticas con la instalación
de un taller en su vivienda y el trabajo en muchos relatos, que iban siendo
publicados en prestigiosas revistas como las ya mencionadas, «P.B.T.» y
«Pulgarcito».
La mayoría de
ellos fueron recopilados por Quiroga en varios libros, el primero de los cuales
fue Cuentos de amor de locura y de muerte (1917). La redacción del libro le
había sido solicitada por el escritor Manuel Gálvez responsable de Cooperativa
Editorial de Buenos Aires, y el volumen se convirtió de inmediato en un enorme
éxito de público y de crítica, y consolidó a Quiroga como el verdadero maestro
del cuento latinoamericano.
Al año siguiente
se estableció en un pequeño departamento de la calle Agüero, al tiempo que
apareció su celebrado Cuentos de la selva colección de relatos infantiles
protagonizados por animales y ambientados en la selva misionera. Quiroga
dedicó este libro a sus hijos, que lo acompañaron durante ese período de
pobreza en el húmedo sótano de dos pequeñas habitaciones y cocina-comedor.
Con dos
importantes ascensos en el escalafón consular (primero a cónsul de distrito de
segunda clase y luego a cónsul adscrito) llegó también su nuevo libro de
cuentos, El salvaje (1919). Al año siguiente, siguiendo la idea del
Consistorio, fundó Quiroga la «Agrupación Anaconda», un grupo de intelectuales
que realizaba actividades culturales en Argentina y Uruguay. Su única obra
teatral (Las sacrificadas) se publicó en 1920 y se estrenó en 1921, año en que
salía a la venta Anaconda y otros cuentos, otro libro de cuentos.
El diario
argentino La Nación comenzó también a publicar sus relatos, que a estas alturas
gozaban ya de popularidad. Colaboró también en La Novela Semanal. Entre 1922 y
1924, Quiroga participó como secretario de una embajada cultural a Brasil (cuya
Academia de Letras lo distinguió especialmente) y, de regreso, vio publicado su
nuevo libro: El desierto.
Por mucho tiempo
el escritor se dedicó a la crítica cinematográfica, teniendo a su cargo la
sección correspondiente de las revistas Atlántida, El Hogar y La Nación.
También escribió el guion para un largometraje (La jangada florida) el cual
jamás llegó a filmarse. Poco tiempo después, fue invitado a formar una Escuela
de Cinematografía. El proyecto, financiado por inversionistas rusos y que
contaría con la inclusión de Arturo S. Mom, Gerchunoff y otros, no prosperó.
Regreso a
Misiones
Poco después,
Horacio regresó a Misiones. Esta vez nuevamente enamorado, esta vez era de una
joven de 17 años, Ana María Palacio. Quiroga intentó convencer a los padres de
que la dejasen ir a vivir con él a la selva. La negativa de estos y el
consiguiente fracaso amoroso inspiró el tema de su segunda novela, Pasado amor,
publicada en 1929. Finalmente, cansados ya del pretendiente, los padres de la
joven la llevaron lejos y Quiroga se vio obligado a renunciar a su amor. En una
parte de su vivienda, Horacio instaló un taller en el que comenzó a construir
una embarcación a la que bautizaría «Gaviota». En su casa ahora convertida en
astillero fue capaz de concluir esta obra y, puesta ya en el agua, la pilotó
río abajo desde San Ignacio hasta Buenos Aires y realizó con ella numerosas
expediciones fluviales.
Segundo
matrimonio
Quiroga junto a
su segunda esposa, María Elena Bravo, en Misiones (1932).
A principios de
1926 Quiroga volvió a Buenos Aires y alquiló una quinta en el partido suburbano
de Vicente López. En la cúspide de su popularidad, una importante editorial le
dedicó un homenaje, del que participaron, entre otros, figuras literarias como
Arturo Capdevila, Baldomero Fernández Moreno, Benito Lynch, Juana de
Ibarbourou, Armando Donoso y Luis Franco. Amante de la música clásica, Quiroga
asistía con frecuencia a los conciertos de la Asociación Wagneriana, afición
que alternó con la lectura incansable de textos técnicos y manuales sobre
mecánica, física y artes manuales.
Para 1927
Horacio había decidido criar y domesticar animales salvajes, mientras publicaba
su nuevo libro de cuentos, Los desterrados, que es considerado el más
logrado.16 Quiroga ya había fijado los ojos en quien sería su último y definitivo
amor: María Elena Bravo, compañera de escuela de su hija Eglé, que sucumbió a
sus reclamos y se casó con él en el curso de ese mismo año sin siquiera haber
cumplido veinte años.
Amistades
Además de los ya
mencionados Leopoldo Lugones y José Enrique Rodó, la labor de Quiroga en el
ámbito literario y cultural le granjeó la amistad y admiración de grandes e
influyentes personalidades. De entre ellos se destacan la poeta argentina
Alfonsina Storni y el escritor e historiador Ezequiel Martínez Estrada. Quiroga
llamaba cariñosamente a este último «mi hermano menor».
Caras y Caretas,
mientras tanto, publicó diecisiete artículos biográficos escritos por Quiroga,
dedicados a personajes como Robert Scott, Luis Pasteur, Robert Fulton, H. G.
Wells, Thomas de Quincey y otros. En 1929 Quiroga experimentó su único fracaso
de ventas: la ya citada novela Pasado amor, que solo vendió en las librerías la
exigua cantidad de cuarenta ejemplares. A la vez que comenzó a tener graves
problemas conyugales.
Último regreso a
Misiones
Taller de
Quiroga.
A partir de 1932
Quiroga se radicó por última vez en Misiones, en el que sería su retiro
definitivo, con su esposa y su tercera hija (María «Pitoca» Helena). Para ello,
y no teniendo otros medios de vida, consiguió que se promulgase un decreto
trasladando su cargo consular a una ciudad cercana. Los celos dominaban a
Quiroga, quien pensó que en medio de la selva podría vivir tranquilo con su
mujer y la hija de su segundo matrimonio.
Pero un avatar
político provocó un cambio de gobierno, que no quiso los servicios del escritor
y lo expulsó del consulado. Algunos amigos de Horacio, como el escritor salteño
Enrique Amorim, tramitaron la jubilación argentina para Quiroga. Comenzando a
partir de este problema, el intercambio epistolar entre Quiroga y Amorím se
hizo numeroso.
Las cartas que
se conservan demuestran que Horacio hacía partícipe a su confidente de la mayor
parte de sus problemas casi todos de índole íntima y familiar, pidiéndole
consejos y ayuda: a la mujer de Quiroga al igual que su infortunada
antecesora no le gustaba la vida en el monte y las peleas y violentas
discusiones se volvieron diarias y permanentes.
En esta época
salió a la venta una colección de cuentos ya publicados titulada Más allá
(1935). A partir de su interés en las obras de Munthe e Ibsen, Quiroga se
decantó por nuevos autores y estilos, y comenzó a planear su autobiografía.
Enfermedad
En 1935 Quiroga
comenzó a experimentar molestos síntomas, aparentmente vinculados con una
prostatitis u otra enfermedad prostática.
Las gestiones de
sus amigos dieron frutos al año siguiente, concediéndosele una jubilación. Al
intensificarse los dolores y dificultades para orinar, su esposa logró
convencerle de trasladarse a Posadas, ciudad en la cual los médicos le
diagnosticaron hipertrofia de próstata. Pero los problemas familiares de
Quiroga continuarían: su esposa e hija lo abandonaron definitivamente,
dejándole solo y enfermo en la selva de Misiones. Ellas volvieron a Buenos
Aires, y el ánimo del escritor decayó completamente ante esta grave pérdida.
Quiroga escribió en una carta a Martínez Estrada: "Cuando consideré que
había cumplido mi obra -es decir que había dado de mí todo lo más fuerte-
comencé a ver la muerte de otro modo. Algunos dolores, inquietudes, desengaños,
acentuaron esa visión. Y hoy no temo a la muerte, amigo, porque ella significa
descanso”.
Cuando el estado
de la enfermedad prostática hizo que no pudiese aguantar más, Horacio viajó a
Buenos Aires para que los médicos tratasen sus padecimientos. Internado en el
prestigioso Hospital de Clínicas de Buenos Aires a principios de 1937, una
cirugía exploratoria reveló que sufría de un caso avanzado de cáncer de
próstata, intratable e inoperable. María Elena estuvo a su lado en los
últimos momentos, así como gran parte de su numeroso grupo de amigos.
Por la tarde del
18 de febrero una junta de médicos explicó al literato la gravedad de su
estado. Algo más tarde Quiroga pidió permiso para salir del hospital, lo que le
fue concedido, y pudo así dar un largo paseo por la ciudad. Es probable que ese
día haya comprado en una farmacia el cianuro con que se suicidaría. Regresó al
hospital a las 23:00. Al ser internado Quiroga, se había enterado de que en los
sótanos se encontraba encerrado un monstruo: un desventurado paciente con
espantosas deformidades similares a las del tristemente célebre inglés Joseph
Merrick (el «HombreElefante»). Compadecido, Quiroga exigió y logró que el
paciente llamado Vicente Batistessa fuera libertado de su encierro y se le alojara
en la misma habitación donde estaba internado el escritor. Como era de esperar,
Batistessa se hizo amigo y rindió adoración eterna y un gran agradecimiento al
gran cuentista por su gran gesto humano.
Suicidio
Desesperado por
los sufrimientos presentes y por venir, y comprendiendo que su vida había
acabado,20 Horacio Quiroga confió a Batistessa su decisión: se anticiparía al
cáncer y abreviaría su dolor, a lo que el otro se comprometió a ayudarle. Esa
misma madrugada y en presencia de su amigo, Horacio Quiroga bebió un vaso de
cianuro que lo mató en pocos minutos. "Es una muerte que nace desde
dentro, que a pesar de la forma que asume... no es sino la culminación natural
de esa vida. Una muerte a la medida del hombre que fue Quiroga”. Su cadáver
fue velado en la Casa del Teatro de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE)
que lo contó como fundador y vicepresidente. Tiempo después, sus restos fueron
repatriados a su país natal. Uno de los deseos de Quiroga era que cuando
muriera su cuerpo fuera cremado y sus cenizas esparcidas en la selva misionera.
Como sus
familiares y amigos añoraban su regreso a Salto, resolvieron buscar algo que
fuera simbólico y por eso decidieron hacer la urna en algarrobo y así se lo
pidieron al escultor ruso Stepán Erzia. Erzia estuvo veinticuatro horas
trabajando en esta pieza que se encuentra en el Museo Casa Quiroga en Salto,
Uruguay.
Sus tres hijos
también se suicidaron. Eglé un año después, en 1938, Darío en 1952 y María
Elena en 1988.
Alfonsina Storni
le dijo a un amigo que la compasión era indigna frente a un hombre como
Quiroga, ante su muerte escribió:
Morir como tú,
Horacio, en tus cabales,
y así como
siempre en tus cuentos, no está mal;
un rayo a tiempo
y se acabó la feria …
Allá dirán.
No se vive en la
selva impunemente,
ni cara al
Paraná.
Bien por tu mano
firme, gran Horacio …
Allá dirán.
“No hiere cada
hora –queda escrito-,
nos mata la
final.”
Unos minutos
menos … ¿quién te acusa?
Allá dirán
Estilo
Seguidor de la escuela modernista fundada por Rubén Darío y lector de Edgar Allan Poe y Guy de Maupassant, Quiroga se sintió atraído por temas que abarcaban los aspectos más extraños de la naturaleza, a menudo teñidos de horror, enfermedad y sufrimiento para los seres humanos.
Muchos de sus relatos pertenecen a esta
corriente, cuya obra más emblemática es la colección Cuentos de amor de locura
y de muerte.
Por otra parte, se percibe en Quiroga la influencia del británico Rudyard Kipling (El libro de la selva), que cristalizaría en su propio Cuentos de la selva, ejercicio literario de fantasía dividido en varios relatos protagonizados por animales.
Su Decálogo del perfecto cuentista, dedicado a los escritores jóvenes,
establece ciertas contradicciones con su propia obra. Mientras que el decálogo
pregona un estilo económico y preciso, empleando pocos adjetivos, redacción
natural y llana y claridad en la expresión, en muchos de sus relatos Quiroga no
sigue sus propios preceptos, utilizando un lenguaje recargado, con abundantes
adjetivos y un vocabulario por momentos ostentoso.
Al desarrollarse
aún más su particular estilo, Quiroga evolucionó hacia el retrato realista
(casi siempre angustioso y desesperado) de la salvaje naturaleza que le rodeaba
en Misiones: la jungla, el río, la fauna, el clima y el terreno forman el
andamiaje y el decorado en que sus personajes se mueven, padecen y a menudo
mueren. Especialmente en sus relatos, Quiroga describe con arte y humanismo la
tragedia que persigue a los miserables obreros rurales de la región, los
peligros y padecimientos a que se ven expuestos y el modo en que se perpetúa
este dolor existencial a las generaciones siguientes. Trató, además, muchos
temas considerados tabú en la sociedad de principios del siglo XX, revelándose
como un escritor arriesgado, desconocedor del miedo y avanzado en sus ideas y
tratamientos. Estas particularidades siguen siendo evidentes al leer sus textos
hoy en día.
Algunos
estudiosos de la obra de Quiroga opinan que la fascinación del escritor con la
muerte, los accidentes, y la enfermedad (temas que lo relacionan con Edgar
Allan Poe y Baudelaire) se debe a la vida trágica que le tocó en suerte.30 Sea
esto cierto o no, en verdad, Horacio Quiroga ha dejado para la posteridad
algunas de las piezas más trascendentales de la literatura hispanoamericana del
siglo XX.
Análisis de su
obra
Su primer libro,
Los arrecifes de coral, compuesto por dieciocho poemas, treinta páginas de
prosa poética y cuatro relatos, Quiroga pone en evidencia su inmadurez y
confusión adolescente. Punto aparte, en los relatos ya está el germen del
estilo modernista naturalista que identificaría al resto de su obra. Sus dos
novelas Historia de un amor turbio y Pasado amor tratan sobre el mismo tema que
obsesionaba al autor en su vida personal: los amores entre hombres maduros y
jovencitas adolescentes.
En la primera de
ellas Quiroga divide la acción en tres etapas. En la primera, una niña de nueve
años se enamora de un hombre adulto. En la segunda parte, el hombre, que no se
había percatado del amor de la niña, pasados ocho años (ella tiene ahora
diecisiete) comienza a cortejarla. En la tercera parte el hombre narra la
última etapa de su amor: han pasado diez años desde que la joven lo ha
abandonado. La acción se inicia aquí: es el tiempo presente de la novela. En
Pasado amor la historia se repite: un hombre maduro regresa a un lugar luego de
años de ausencia y se enamora de una jovencita a la que había amado siendo
niña.
Conociendo la
historia personal de Quiroga, se evidencian las características autobiográficas
de ambas novelas: hasta el nombre de la protagonista de Historia de un amor
turbio es Eglé (así se llamaba la hija de Quiroga, de una de cuyas compañeritas
se enamoró el escritor y que llegaría a ser su segunda esposa). Los avatares
sentimentales de Quiroga con muchachas muy jóvenes pueblan el drama de estas
dos novelas, con especial hincapié en la oposición de sus padres, rechazo que
Quiroga había aceptado como parte integrante de su vida y con el que debió
lidiar siempre.
Dejando a un lado el teatro de Quiroga, poco difundido y al que los críticos siempre han llamado «un error», lo más trascendente de su obra son los cuentos cortos, género en que el autor alcanza la madurez, impulsando en el mismo sentido a toda la narrativa latinoamericana.
Es Horacio Quiroga el primero que se
preocupa por los aspectos técnicos de la narrativa breve, puliendo incansablemente
su estilo (para lo cual vuelve y rebusca siempre sobre los mismos temas) hasta
alcanzar la casi perfección formal de sus últimas obras.
Claramente influido por Rubén Darío y los modernistas, poco a poco el modernismo del oriental comienza a volverse decadente, describiendo a la naturaleza con minuciosa precisión, pero dejando en claro que la relación de ella con el hombre siempre representa un conflicto.
Extravíos, lesiones, miseria, fracasos,
hambre, muerte, ataques de animales, todo en Quiroga plantea el enfrentamiento
entre naturaleza y hombre, tal como lo hacían los griegos entre hombre y
destino. La naturaleza hostil, por supuesto, casi siempre vence en la narrativa
quiroguiana.
La morbosa
obsesión de Quiroga por el tormento y la muerte es aceptada mucho más
fácilmente por los personajes que por el lector: la técnica narrativa del autor
presenta protagonistas acostumbrados al riesgo y al peligro que juegan según
reglas claras y específicas. Saben que no deben cometer errores porque la selva
no perdona y, al caer, lo hacen con algo de «espíritu deportivo» y suelen
morir, dejando al lector ansioso y angustiado.
La naturaleza es
ciega pero justa; los ataques sobre el campesino o el pescador (un enjambre de
abejas enfurecidas, un yacaré, un parásito hematófago, una serpiente, la
crecida, lo que fuese) son simplemente lances de un juego espantoso en el que
el hombre intenta arrancar a la naturaleza unos bienes o recursos (como intentó
Quiroga en la vida real) que ella se niega en redondo a soltar; una lucha
desigual que suele terminar con la derrota humana,la demencia, las muertes o,
simplemente, con la desilusión.
Hipersensible y
excitable, dado a amores imposibles, frustrado en sus empresas comerciales,
pero aun así emocional y sumamente creativo, Quiroga abrevó en su propia vida
trágica y en la naturaleza a la que estudió y padeció, con su férrea voluntad
de trabajador y su sutil mirada de minucioso observador para construir una obra
narrativa a la que la mayor parte de los críticos consideraron (y aún
consideran) «poéticamente autobiográfica». Tal vez en este «realismo interno» u
«orgánico» de las piezas de Quiroga resida el irresistible encanto que aún hoy
ejercen sobre los lectores, que, sin darse cuenta, descubren en sus páginas la
verdadera naturaleza del escritor que, tal vez como muy pocos en la literatura
latinoamericana, fue capaz de susurrar sus propias palabras al oído, aunque a
veces el murmullo se transforme en un grito desesperado.
Se considera que
fue el primer crítico cinematográfico uruguayo; en su labor se nota la
asociación de Hollywood con «la falta de creación y libertad artística» y la
cinefilia como resistencia.
Libros
Cronología
bibliográfica de publicaciones en vida del autor:
Diario de viaje
a París (Testimonio y observaciones, Ed. Páginas de Espuma, Montevideo, 1900)
Los arrecifes de
coral (Prosa y verso, El Siglo Ilustrado, Montevideo, 1901)
El crimen del
otro (Cuentos, Ed. Emilio Spinelli, Buenos Aires, 1904)
Los perseguidos
(Relato, Ed. Arnaldo Moen y Hno., Buenos Aires, 1905)
Historia de un
amor turbio (Novela, Ed. Arnaldo Moen y Hno., Buenos Aires, 1908)
Cuentos de amor
de locura y de muerte (Cuentos, Soc. Coop. Editorial Ltda., Buenos Aires, 1917)
Cuentos de la
selva (Cuentos infantiles, Soc. Coop. Editorial Ltda., Buenos Aires, 1918)
El salvaje
(Cuentos, Soc. Coop. Editorial Ltda., Buenos Aires, 1920)
Las sacrificadas
(Cuentos escénicos en cuatro actos, Soc. Coop. Editorial Ltda., Buenos Aires,
1920)
El hombre muerto
(cuento), Diario porteño La Nación, Buenos Aires, 1920)
Anaconda
(Cuentos, Agencia Gral. de Librería y Publicaciones, Buenos Aires, 1921)
El desierto
(Cuentos, Ed. Babel, Buenos Aires, 1924)
Los desterrados
(Cuentos, Ed. Babel, Buenos Aires, 1926)
Pasado amor
(Novela, Ed. Babel, Buenos Aires, 1929)
Suelo natal
(Cuentos, Ed. Crespillo, Buenos Aires, 1931)
Más allá
(Cuentos, Soc. Amigos del Libro Rioplatense, Buenos Aires - Montevideo, 1935)
A la deriva 1907.
https://es.wikipedia.org/wiki/Horacio_Quiroga
Para el lunes 1 de enero de 2024, continuaré con la publicación de personas destacadas de Uruguay.